Olmedo estaba en compañía de su ex pareja, Nancy Herrera, y su muerte fue el disparador de muchísimas especulaciones sobre la cotidianeidad de la farándula.
Hay tantos Olmedo como admiradores y detractores, sin duda; entre los primeros los que lo siguen festejando en reposiciones de TV como si estuviera vivo, y entre los segundos quienes ven en sus filmes "Los colimbas se divierten" o "Rambito y Rambón", aparentes loas a las Fuerzas Armadas durante el período carapintada.
Olmedo, nacido en un conventillo del barrio rosarino de Pichincha, llevó el apellido de su madre Matilde Olmedo, ya que su padre, José Mautone, abandonó a su sufrida pareja después de un largo período en el que hizo gala de los peores desplantes
machistas.
Ocurrente, repentista, Olmedo -nacido el 24 de agosto de 1933- fue actor, puede decirse, desde que la suerte lo encontró trabajando como claque en el teatro La Comedia, de su ciudad natal.
Esa tarea -consistente en reírse en los momentos adecuados o inducir al público al aplauso- lo acercó a lo que quería, y así se decidió a estudiar acrobacia, después de haber trabajado desde la infancia en verdulería, carnicería y otros oficios ajenos a sus intereses.
Integró el Primer Conjunto de Gimnasia Plástica en el club Newell’s Old Boys y la Troupe Juvenil Asturiana, en la que su primer trabajo fue un baile "apache" en el que salía vestido de mujer en pareja con su amigo Antonio Ruiz Viñas (Toño).
El dúo cumplió actuaciones humorísticas desde el verano de 1951 y a fines del 54 el futuro Rucucu pisó Buenos Aires, sin Toño, para intentar suerte en el mundo del espectáculo.
Distintas circunstancias lo llevaron a trabajar como "switcher" -el que elegía las cámaras que salían al aire mediante una botonera- en el viejo Canal 7 y su comicidad innata permitió que fuera incorporado a "La troupe de TV", donde estaban María Esther Gamas y Tincho Zabala.
Nunca les fue fiel a los libretos que le escribían, ni en "La revista de Jean Cartier", donde era un profesor de locución, ni cuando hizo "Joe Bazooka", ni siquiera cuando ingresó al consagratorio "Capitán Piluso", escrito por su incondicional coequiper Humberto Ortiz (Coquito).
Los chicos de dos generaciones se embanderaron con Piluso, un acontecimiento que trascendió la pequeña pantalla e incluyó una multitudinaria pelea de catch en el Luna Park con el entonces muy exitoso Martín Karadagian.
En marzo de 1958 se casó con Judith Jaroslavsky y luego de unas vacaciones en Uruguay pagadas por sus compañeros de trabajo la pareja se instaló en una pensión de Azcuénaga y French.
Su primer hijo, Fernando, nació en 1959, el segundo, Marcelo, en 1962 y Mariano, el tercero, en 1964.
Ese fue el año de su entrada por la puerta grande: los hermanos Sofovich, Gerardo y Hugo, lo convocan para "Operación Ja Ja", y el triunfo de encontrarse en un elenco de primeras figuras fue en paralelo de su separación de Judith, quien no le perdonó
ciertas licencias extramaritales.
Su segunda pareja fue Tita Russ, compañera de elenco en el teatro Buenos Aires en la pieza "En Villa Bonete ha sonado un cohete". Se casaron vía México y con ella tuvo a sus hijos Javier en 1968 y Sabrina, en 1970.
Olmedo ya era un ídolo: se sucedían "No toca botón", "El botón", "El chupete", "Fresco y Batata" -con Porcel-, "Alberto y Susana" -con la Giménez-, cada vez con mejor cachet y condiciones de trabajo. En ellos, el "Negro" incorporó sus famosos "chivos".
En el cine ya era protagonista con "Expertos en pinchazos", "El rey de los exhortos", "A los cirujanos se les va la mano", "Las mujeres son cosa de guapos", "Basta de mujeres", varios de ellos con Porcel y otros con Giménez.
A principios de los 80 era difícil discernir entre ficción y vida privada; en 1981 se separó de Russ y comenzó su relación con Nancy Herrera, de 20 años, de la que nunca pudo separarse y con quien viajó por el mundo.
El universo Olmedo comenzó a llenarse de mujeres hermosas que agigantaban las fantasías populares: Beatriz Salomón, Silvia Pérez, Susana Romero, Adriana Brodsky, Divina Gloria, Ethel Rojo.
Surgieron entonces los personajes de Chiquito Reyes, el Manosanta y Perkins el mucamo, aunque el principal atractivo era el personaje Alberto Olmedo, ése de los sobreentendidos, la improvisación y la mirada cómplice.
En esa gloria estaba cuando, en plena temporada marplatense de su obra "Eramos tan pobres" hubo una madrugada que cayó por el balcón del edificio Maral 39 e hizo comenzar su leyenda. Aunque algunos prefieren pensar que todo fue mentira.