Un remolino electoral pasó por Santa Fe y desacomodó el orden existente de las cosas. En primer lugar posicionó al Partido Justicialista con serias chances de arrebatarle la Gobernación al Frente Progresista. Bonfatti sigue siendo el candidato más taquillero, pero Juntos, como frente, se llevó una ventaja apreciable, que está lejos de ser definitiva pero demandará mucho trabajo al oficialismo darla vuelta. El mismo remolino revolucionó los resultados locales en Rosario, Santa Fe y Venado Tuerto.
El único rincón del sistema político que ni se despeinó fue el que ocupan los senadores departamentales. Cada uno de ellos hizo rendir en las urnas el poderío económico y territorial que ostentan, con ventajas tan holgadas en la gran mayoría de los 19 departamentos que pueden percibir la general del 16 de junio como un trámite. Esta categoría tuvo dos sorpresas: el único senador en ejercicio que perdió, y feo, curiosamente era el candidato del gobernador; y entre los ganadores está el único dirigente de Cambiemos sobreviviente al impresionante retroceso que experimentó esa fuerza. Lifschitz hizo una gran elección en lo personal pero es evidente que no pudo trasladar eso al resto de su partido. En particular Rosario, donde Bonfatti no pudo sacar ventaja y Javkin dio vueltas las cosas en el Frente Progresista al lograr cerrar un ciclo de 30 años de intendentes socialistas.
Omar Perotti celebró con prudencia el domingo a la noche. Los votos del Frente Juntos, sumando sus votos a los de María Eugenia Bielsa, son una ventaja importante, pero no definitiva, según demuestra la historia desde que existe el sistema electoral de Paso. Para ser claros: será difícil para Perotti retener los 230 mil votos de Bielsa, a pesar de los gestos de unidad que dio ella; pero igual de difícil es para Bonfatti y el Frente Progresista descontar los 185 mil que logró el Frente Justicialista.
El rafaelino hizo una gran elección, incluso le ganó a Bielsa en Rosario, donde pesó el voto de Unidad Ciudadana, el espacio kirchnerista donde confluyen principalmente Agustín Rossi y La Cámpora. Como sugirió un experimentado dirigente peronista, y no precisamente kirchnerista: “Gran parte del kirchnerismo votó por Perotti. Y esto ratifica que en el peronismo no hay dobles conducciones. Cristina dijo es Perotti y fue Perotti. Alguno podrá gustarle más o menos, pero la conductora en este momento es Cristina”. Quizás Bielsa perdió la elección el día que se entrevistó con Cristina en las horas previas al cierre de listas.
La candidatura de Bonfatti tuvo números flojos en las cuatro ciudades más importantes de la provincia. En Rosario fue el más votado, pero la suma Perotti-Bielsa casi lo duplicó. En Rafaela y Santa Fe quedó tercero. En Villa Gobernador Gálvez fue el más votado como candidato y de nuevo la suma de “Juntos” le saca apreciable ventaja.
Un dato curioso sobre Rosario. El Frente Progresista hizo buena elección en las categorías concejal, intendente y senador; no así a gobernador. Lo inverso ocurrió con el peronismo: hizo buena elección a gobernador, y floja a nivel local. Si bien fue segundo como frente y Sukerman fue el candidato más votado a intendente, los 107 mil votos que obtuvo de base quedaron muy lejos de los 171 mil del oficialismo, que además acaba de consagrar un candidato con potencial para conquistar nuevas fracciones del electorado.
Cambiemos quedó en estado reservado. La lectura desde Buenos Aires sobre su perfomance en la provincia fue lapidaria. El esfuerzo de José Corral por construirse un escenario en el que los votos obtenidos son apenas un piso, asumiendo que no es un candidato que goce del conocimiento que sí ostentan Bonfatti y Perotti, es de manual. Pero el manual no cuadra con el momento de la coalición que gobierna el país. La apuesta de Corral por Cambiemos quizás fue una decisión táctica adecuada cuando vio que en el Frente Progresista se le cerraban los caminos. No podía saber que su destino se jugaría justo en el momento más espantoso del vínculo del gobierno nacional con la gente. Rosario, donde hace dos años el PRO parecía tener ganada la Intendencia, dio señales de un derrumbe sin salidas de emergencia a la vista.
¿Cómo podría Corral sumar más votos en junio? Únicamente a costa de un derrumbe del oficialismo provincial y constituyéndose como el agente electoral del voto antikirchnerista. Ambas son improbables. Bonfatti, siendo el más votado con casi 500 mil sufragios, quedó posicionado como el único en condiciones de evitar lo que el PJ santafesino busca: el retorno al gobierno provincial y que Santa Fe sea un potente mojón para el retorno de Cristina Fernández al poder.
Además de las dificultades para encontrar un sendero por el que crecer de acá a junio, a Corral se le presentó un gravísimo problema que amenaza con dejarlo con las manos vacías. En su ciudad no hizo diferencia sobre el resto de los candidatos al tiempo que Emilio Jatón del Frente Progresista duplicó a su delfín Albor Cantard en la pelea por sucederlo en la Intendencia. Esa sí es una diferencia que no admite atenuantes.
A esta altura del análisis conviene recordar que fue una elección primaria y que la general se juga de otra manera. La primera e imprescindible observación es que hay una masa de votos a redistribuir que pueden volcar la elección a un lado u otro. Más si se consolidara la polarización que insinuaron estas primarias entre el Frente Progresista y el justicialismo.
Quedará para otro momento un análisis más exhaustivo de esos votos, pero a primera vista hay que poner bajo observación cuántos electores de Bielsa no comulgan con Perotti; el voto antiperonista; el voto antikirchnerista; el votante divorciado del socialismo; los que no fueron a votar (en 2015 fueron un poco más de 100 mil entre la primaria y la general); el peso que pueda tener el llamado a un voto útil entre aquellas fuerzas que se ubicaron desde el tercer puesto hacia atrás y el de aquellas otras que compiten sin la categoría gobernador. También los casi 200 mil votos entre blanco e impugnados que hubo en la primaria.
Otra variable que quizás influya: la elección santafesina se hará 6 días antes del cierre de las listas para las presidenciales, es decir en medio de la agitación política que significa la definición de alianzas y postulaciones y la reorganización del tablero nacional, incluida la famosa grieta y su capacidad de penetrar los territorios provinciales.
Como se verá, el remolino electoral de este domingo dejó muchos miles de votos en el aire. Suficientes como para que el peronismo consolide una victoria o para que Bonfatti repita la historia y consiga un segundo mandato.
El aplastante triunfo de Miguel Lifschitz en la categoría Diputados ratificó lo esperable. Fue casi la misma cifra que en 2015 lo llevó a la Gobernación. Esa satisfacción personal, que seguramente le permitirá al Frente Progresista conservar la mayoría en la Cámara baja, fue acompañada del trago amargo derivadas de sus apuestas personales: las derrotas de Verónica Irízar en Rosario (también es correcto señalar que apuntaló a Javkin como un recambio “no socialista” cuando las cosas andaban mal en el Frente Progresista) y de su candidato a senador por La Capital.
Miguel González no superó el filtro de la primaria, derrotado por Jorge Henn. Es el único de los senadores en ejercicio que se despidió de la banca, con el agravante de que todos los demás senadores ya quedaron a las puertas de la reelección. Basta ver el caudal de voto y las diferencias que obtuvieron sobre quienes los desafiaron en sus departamentos. Incluso triunfó caminando Hugo Rasetto, que era senador radical por el Frente Progresista y saltó a Cambiemos. Parece ser el único dirigente de Cambiemos que este domingo pudo cantar victoria en Santa Fe.