Un embarazo que se transformó en pesadilla. Un pedido a gritos de un aborto que nunca fue permitido, porque las leyes de Chile lo prohíben en todos los casos. Un parto doloroso en todo sentido. Eso es lo que vivió Paola Valenzuela, una mujer de Santiago que vio cómo tras 22 semanas de pesares, su hijo nacía muerto.
Era un destino inexorable, pues le habían diagnosticado bridas amnióticas, un síndrome que causa lesiones o amputaciones intrauterinas. Su caso era además, severo. “Mi bebé llegó a tener todos los órganos fuera de su cuerpo”, le contó a BBC Mundo.
Paola siente que su misión, ahora, es relatar lo que le sucedió. “Tengo que hablar porque sé que hay muchas mujeres que pasan por lo mismo, y que están solas y sienten miedo. Imagino lo que ellas pasan si yo, que tenía todo el apoyo de mi familia, que pedí ayuda, y que hice todo lo que pude para entender lo que me estaba pasando, sentía que me iba a volver loca”.
Valenzuela ya era madre de un niño de 9 años cuando decidió tener un segundo hijo. De profesión microbióloga, con 40 años cumplidos, le preocupaban las complicaciones y decidió apoyarse en un médico especialista en embarazos de alto riesgo.
A la primera ecografía fue con su hijo. Algo estaba mal y el chico lo notó: dijo que a él no le importaba si el hermanito “no tenía nariz”.
Con el correr de los días los médicos determinaron la presencia de bandas o bridas amnióticas. Y Paola suopo que su bebé iba a poder vivir en el útero, pero no afuera.
Las bridas se presentan durante el primer trimestre de gestación, cuando la membrana amniótica que rodea al embrión se rompe, produciendo una serie de filamentos fibrosos.
La causa exacta del proceso todavía no se conoce, pero las publicaciones científicas especializadas apuntan a una predisposición genética o factores de riesgo que afectan el sistema vascular, como el uso de drogas, utilización de misotrospol y otros medicamentos, tabaco, diabetes, o gestaciones en altura.
Cuando la ruptura ocurre tempranamente, las bridas generan un aborto espontáneo. Pero si el embrión sobrevive, los cordones "lo atrapan" y a medida que crece, irán dañando su cara, sus brazos, piernas, dedos, o algún órgano vital, como el cerebro o el corazón. En algunos casos, pueden generar un labio leporino, una malformación en la mano o la amputación de una extremidad.
Paola observó parte del proceso cuando logró tomarse ecografía en 3D. En las imágenes, vio cómo su hijo “se iba mutilando mientras crecía". Al poco tiempo de gestación ya había perdido un brazo.
Pensó en hacerse un aborto. Pero chocó contra las leyes chilenas. “Sentía que mi hijo se estaba muriendo y cada día de embarazo era una tortura. Pero también tenía miedo de que se produjera un aborto espontáneo y me echaran la culpa. Tenía miedo hasta de que metieran presa”, recuerda.
En la semana 14, Paola sufrió un sangrado.
Partió de emergencia al hospital más cercano. Inicialmente le dijeron que había tenido una pérdida. "Sentí algo terrible, porque tenía la esperanza de que se hubiera terminado". Pero el ecógrafo corrigió inmediatamente: "No, todavía le late el corazón".
Les había costado identificarlo, le explicaron, porque el corazón estaba fuera del cuerpo del feto.
“Mi hijo tenía el pecho abierto” recuerda Paola.
En algún momento pensó en viajar, hacerse un aborto en el extranjero, pero lo descartó. “Qué podía hacer yo sola en otro país, a quién podía pedir ayuda”.
El médico Mauro Parra, que la atendió, le informó que también los intestinos estaban fuera del cuerpo del feto.
“La vimos a las 21 semanas de embarazo”, le dijo a BBC Mundo Parra, Director del departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Clínico de la Universidad de Chile.
"Médicamente, no había nada que hacer", aseguró.
Paola siguió visitando el hospital. Buscó asistencia sicológica con la organización Miles, que apoya la despenalización del aborto en Chile. "Era lo único que podían hacer", explica Paola.
En mayo de este año presentó su caso en una de las audiencias públicas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en una sesión solicitada por esa ONG, la Fundación Isabel Allende y el Centro de Derechos Reproductivos.
Las organizaciones plantearon ante la Comisión el "excesivo retraso" del proyecto para despenalizar el aborto por tres causales en el país sudamericano, con el objeto de que la CIDH haga presente esta situación al Estado de Chile.
Paola llegó a cumplir 22 semanas de embarazo. “Tras una noche de contracciones, llegué corriendo al hospital. A las siete y media de la mañana nació mi hijo”, dice.
Recuerda que la sala quedó en silencio. “Le pregunté a los doctores si le latía el corazón, pero me dijeron que había nacido muerto”.
Le preguntaron si quería ver al niño. Se lo describieron "como una masita, como un tumor".
"Mi marido dijo, no. Yo tampoco me quería quedar con esa imagen. Sabía que no tenía su carita, pero me acordé que desde la cintura estaba entero, y les pedí que me mostraran sólo las piernas. Así que lo taparon completo y me lo acercaron y le vimos sus patitas".
“Yo creo que él sentía todo desde el primer día, porque así lo creía yo con mi primer hijo. Yo pensaba todo el tiempo que se estaba cortando. Y le decía, que por favor no se moviera, que se estaba haciendo daño”.