El infarto renal es uno de los problemas más frecuentes que afectan a los riñones. Ocurre cuando se daña el tejido que los forman debido a niveles insuficientes de oxígeno. Existen factores o trastornos que pueden provocar esta interrupción del flujo sanguíneo, generalmente localizados en las arterias renales.

Cuando las células no pueden obtener la energía necesaria para mantenerse vivas, el tejido comienza a dañarse gravemente. Además, se acumula dióxido de carbono (CO2), una sustancia muy tóxica para las células y el tejido puede llegar a morir, según consignó Mejor con Salud.

En condiciones normales, los riñones cumplen importantes tareas dentro del funcionamiento corporal como la obtención de materia y energía. Sin embargo, también se almacenan residuos procedentes de ese conjunto de reacciones metabólicas que los riñones se encargan de depurar y eliminar a través de la orina y el excremento.

Por eso si los riñones sufren algún daño, es posible que sus funciones no se puedan llevar a cabo con normalidad. En cualquier caso, el individuo desarrollará una serie de síntomas que indicarán la lesión renal.

Posibles causas de infartos renales:

La interrupción del flujo sanguíneo puede deberse a un cierre espontáneo del vaso sanguíneo correspondiente. En otras ocasiones, se puede producir un desgarro en las paredes de los vasos sanguíneos de la zona.

Por otra parte, se puede formar un coágulo (o trombo) que se desplace por el conducto y llegue a taponarlo. Esta partícula puede desplazarse desde el corazón o estar compuesta por colesterol (por la rotura de un ateroma). También el coágulo puede tener lugar en la misma arteria renal como resultado de una lesión en la misma.