Ante un dolor de pecho, por ejemplo, la persona normalmente consulta al médico. Pero esa actitud suele ser muy diferente de lo que ocurre ante un problema de erección. Por lo general, a quien la padece sólo le importa que su pene esté funcional cuanto antes, sin preguntarse siquiera qué le pasa. Y esa es la preocupación que suele transmitirle al médico cuando consulta.
“Existe una banalización del pene, como si no fuera un órgano que forma parte del cuerpo del hombre”, explicó el doctor Sergio Pusarelli, médico urólogo especializado en el tratamiento de las disfunciones sexuales masculinas en Boston Medical Group (BMG).
La erección del pene durante una relación sexual no es un movimiento voluntario como alzar un dedo, sino que es la respuesta fisiológica de un órgano (de modo que siempre involucra factores orgánicos) a ciertos estímulos físicos y mentales que a la persona le resultan placenteros (es decir que siempre involucra también factores emocionales).
“La manera en que esos factores orgánicos y emocionales actúan en cada persona es lo que los especialistas tenemos que descubrir cuando nos llega al consultorio alguien con una disfunción sexual, porque para solucionar el problema es necesario verlo como lo que es, y no como lo que el paciente cree que es”, sostuvo Pusarelli, a través del portal docsalud.
“Muchos hombres lo toman como si la erección fuese una obligación”, apuntó por su parte el doctor Fabián Gómez, también médico urólogo y asesor científico del BMG, quien recuerda que “además, cada hombre tiene normalmente unas tres o cuatro erecciones fisiológicas al día, despierto o dormido, sin ninguna necesidad de estimulación erótica”.
Tanto las erecciones fisiológicas como las que son producto del estímulo erótico implican un intenso flujo sanguíneo por los cuerpos cavernosos a través de una red de muchísimas pequeñas arterias. “Esos procesos naturales oxigenan los tejidos y ayudan a preservar la función eréctil, y cuando no ocurren, las células comienzan a deteriorarse. Por eso es muy importante que la persona consulte al médico lo antes posible cuando siente que tiene problemas de erección, porque en general son reversibles, pero si se mantienen en el tiempo sin tratamiento pueden tornarse irreversibles”, enfatizó Gómez.
Por la importancia que tiene el buen funcionamiento de las arterias para que ocurra la erección, se entiende fácilmente que el pene, como órgano, sea uno de los principales candidatos a verse afectado ante cualquier problema del sistema circulatorio: enfermedad cardiovascular, diabetes, hipertensión arterial. “Por eso el tabaquismo, la obesidad, el colesterol alto y otros factores de riesgo que afectan a la salud en general pueden convertirse también en factores de riesgo para la disfunción eréctil, por lo que los problemas de erección deben ser motivo de consulta médica ya que, al margen de la vida sexual, ‘avisan’ de una amenaza mayor para la salud”, explicó Pusarelli.
La consabida mitología acerca de lo que supuestamente debería ser la masculinidad –estereotipos de género–, las connotaciones de poder que hicieron que antiguamente se llamara “impotencia” a un problema médico y otros resabios culturales, aún siguen siendo para muchos varones –afortunadamente, cada vez menos– un obstáculo que los inhibe de hablar del tema y retrasa la consulta.
“Las personas más jóvenes son mucho más desinhibidas para hablar de lo que les pasa en su vida sexual, pero los que hoy tienen cincuenta todavía tienen en general una cultura muy restrictiva en torno de estos temas”, remarcó Pusarelli.
Cuando un paciente llega al consultorio aquejado por un problema de disfunción eréctil, los especialistas aplican un protocolo médico cuyo primer paso es un detallado interrogatorio, complementado con una batería de estudios clínicos, principalmente vasculares. “A partir de eso se hace un diagnóstico, y el siguiente paso es informar al paciente por qué se da el problema, por qué se perpetúa y cómo lo vamos a tratar”, agregó el médico.