Otra vez de espaldas al Paraná la presidenta Cristina Fernández de Kirchner encabezó las celebraciones del 20 junio, con un discurso con sabor a despedida. Fue su último homenaje en Rosario como jefa de Estado a su prócer favorito, Manuel Belgrano. La foto fue bastante parecida a la del año pasado, el escenario en el mismo lugar, las banderas de la militancia flameando debajo y a cada lado la muestra del Ministerio de Defensa, que esta vez incluyó aviones, barcos y tanques y sumó trenes de la cartera del Interior y Transporte. Pero una semana después de las elecciones santafesinas y a horas del cierre de las listas nacionales, las caras del palco salvaron la nota. Lo más picante estuvo en lo que no se dijo pero se vio.

Esta vez Agustín Rossi no compartió la mesa principal con la presidenta, el gobernador Antonio Bonfatti y la intendenta Mónica Fein. Se quedó de brazos y piernas cruzadas al lado de FlorencioRandazzo, otro de los heridos en el reacomodo de fichas. La sorpresa fue DanielScioli que el año pasado no fue de la partida pero esta vez se sentó primero en el palco, bien cerca del atril de los discursos, al lado de la bella gobernadora santiagueña, Claudia Ledesma. Ya bendecido por la presidenta como el único candidato del Frente para la Victoria, detrás suyo, su compañero de fórmula, Carlos Zannini también robaba cámara y un poquito más allá OmarPerotti conseguía entrar en el ángulo.

Zannini detrás de Scioli, a un costado de Cristina (Télam).

El momento más esperado fue el saludo entre Randazzo y Scioli. Sobre todo para los cámaras y fotógrafos que apelaron al zoom para captar el mejor plano. El gobernador bonaerense había llegado último al palco, cuando todos estaban ya acomodados e incluso el vicepresidente Amado Boudou conseguido quien se sentara a su lado. Por algunos minutos el ex ministro de Economía había quedado solo entre las primeras sillas de la fila principal de gobernadores y funcionarios y la imagen parecía reflejar lo aislado que estaba en el gobierno. Dos veces procesado, cuestionado y alejado de los medios, su futuro político –como el de otros de su misma hilera– es un gran signo de pregunta. 

Triste, solitario… Boudou en primera fila (Captura de TV). 

“¡Ahí viene, ahí viene!”, se avisaban los colegas en el corralito de prensa. Scioli acababa de saludar al canciller Héctor Timerman y el choque con Randazzo era inevitable. El saludo entre los rivales de la interna que no será, fue seco y breve. Frío también fue el beso entre el presidenciable y Rossi, que parece haber quedado fuera del juego electoral de peso.

Después de bajarse de la precandidaura presidencial, el ministro había revelado planes de volver al Congreso en nombre de Santa Fe, sin embargo, a la vera del Paraná las versiones echaban por tierra el operativo retorno. La lista de diputados la encabezaría Marcos Cleri (La Cámpora) y la de Senadores, Perotti.

Con la campera cerrada hasta arriba, Rossi se mostraba congelado. Algo desparramado en la silla, escuchaba serio las alocuciones y sólo una vez lanzó una fuerte risotada con Randazzo, que si estaba incómodo por tener todas las miradas puestas en él, trataba de no hacerlo notar. Con las cámaras apuntando, compartía escenario con quienes en la semana se mostraron algo molestos por la forma en la que se bajó de cualquier carrera electoral: Aníbal Fernández, que estaba en la mesa principal y, más cerca suyo, el secretario de Seguridad Sergio Berni. 

Randazzo junto a Rossi, dos de los heridos en el cierre de listas (Rosario3.com)
 

En eso se escuchó a Cristina hablar sobre los sacrificios que requiere cualquier proyecto político y la importancia de la construcción colectiva. Se refería en realidad a las luchas de Belgrano y otros que como él dieron la vida por sus ideas. Pero en un escenario con varios heridos, la advertencia que hizo a continuación llevó preguntarse a más de uno sobre quién hablaba en verdad. 

“La liberación no viene sin sacrificio pero tampoco es cuestión de andar con cara de… con cara”, dijo la presidenta. Y en el palco de este sábado patrio, pero también súper político, había varias “cara de”.

Durante los discursos

La primera en tomar la palabra fue la intendenta Mónica Fein, que estaba sentada en la mesa principal, al lado del gobernador Antonio Bonfatti. En la otra punta, Wado de Pedro y el jefe de Gabinete. En medio, Cristina. De campera gruesa blanca, Fein se acercó al micrófono en medio de abucheos. “¡Contá los votos!”, le gritaron. Inmutable, la intendenta acomodó sus papeles y leyó su discurso.

Después le tocó el turno a Bonfatti y los abucheos se multiplicaron. “¡Contá los votos!”, no dejaban de gritar pese a que Cristina intentaba, cada tanto –muy cada tanto–, disciplinar con la mirada. Un poco lejos de la historia, el gobernador prefirió hablar de coyuntura y dijo que los comicios “no son una guerra”.

Cristina esta vez, optó por un discurso con mayor contenido histórico. En medio de definiciones electorales, todos esperaban algo de auto referencia. ¿Qué va a hacer en diciembre? No lo dijo, pero aseguró: “Desde el lugar que esté, siempre estaré con ustedes. En los momentos difíciles especialmente”.