Soledad Massin
Con el escenario otra vez a la vera del río, la presidenta Cristina Fernández se sentó este viernes de espaldas al Paraná, entre el gobernador Antonio Bonfatti y la intendenta Mónica Fein para festejar un nuevo 20 de junio. A cada punta de su mesa, los ministros Agustín Rossi, de Defensa; y Cecilia Rodríguez, de Seguridad, intercambiaban miradas con la mandataria y con los otros miembros de la comitiva presidencial, funcionarios, legisladores y gobernadores, que apiñados en el otro extremo del escenario se confundian con los hombres y mujeres de la gestión socialista.
De ese lado sentado, junto con el ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman; el de Educación, Alberto Sileoni; y el de Transporte, Florencio Randazzo, el vicepresidente Amado Boudou no dejaba de llevarse las manos al pecho y agradecer al público las demostraciones de afecto. Durante el himno, interpretado por Darío Volonte, fue de los pocos que se veía cantar a viva voz, modulando cada una de las palabras. La presidenta del otro lado, seguía el ritmo con el cuerpo y la mano derecha firme en el corazón.
También estuvo en el palco el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri y el de Salta, Juan Manuel Urtubey (de los muchos candidatos para 2015 del kirchnerismo). No así el bonaerense Daniel Scioli.
Con discursos marcados por el fallo de la Justicia norteamericana a favor de los fondos buitre, y chiflidos a la policía provincial, la celebración no tomó mucho tiempo. Aunque arrancó un poco más tarde de lo previsto, para las 16 Liliana Herrero presentaba a su banda y los más chicos corrían a la muestra del Ministerio de Defensa que prometía tirolesa y paintball.
Bajar las banderas, nunca
“Me gusta más así, que muestren el río”, dijo Alejandra, consultada sobre la nueva disposición del escenario, que a diferencia del año anterior, ubicado a los pies del Monumento, volvió a mostrar uno de los paisajes más lindos de la ciudad.
Con su esposo Pablo y sus dos hijas de 2 y 5 años, tratan de no perderse los actos del Día de la Bandera, mucho menos ahora que la más grande empezó a ver en el jardín de qué va tanto alboroto los 20 de junio.
Para Daniela, en cambio fue la primera vez. Hace diez años que vive en Rosario, lejos de su Formosa natal, y este 20, tal vez el buen clima, la empujó a ir al parque y ver en vivo y en directo lo que siempre seguía por televisión. Pero no pudo llegar muy lejos. Con su amiga Celina, apenas si se aventuraron más allá de la explanada del Monumento. Las banderas de la militancia más cerca del escenario, las frenaron.
“No te dejan ver nada, es terrible muy desprolijo”, lamentó Daniela. Como ellas, muchos otros tuvieron que seguir las palabras de los mandatarios por la pantalla grande.
Debajo del escenario, un mar de banderas lo tapaba todo. Los colores que predominaban eran los del justicialismo, con todas sus gamas. Las telas rojas, negras, verdes y azules se movían enardecidas con el viento y se sacudían a cada golpe de los bombos. Y como flotando entre ellas, se paseaba un Néstor gigante de telgopor.
La locutora se daba cuenta del mural de trapos que tapaba el escenario y no se cansó de pedir, por favor, que enrrollaran las banderas.
“Bajarlas no, nunca. Las banderas siempre en alto. Pero enrrollenlas queridos que hay muchos que quieren ver”, les suplicó por su parte la presidenta cuando tomó el atril. Pero ninguno hizo caso, y orgullosas, las telas flamearon bien alto.
Seguridad y chiflidos
Antes que Cristina, tomaron la palabra Fein y Bonfatti. Ambos destacaron lo bien que salen las cosas cuando se trabaja a la par. Se referían a la llegada de las fuerzas federales a la ciudad en abril que trajeron algo de alivio a la extrema violencia que vivía la región. No obstante, ninguno se salvó de los chiflidos de la militancia K y del resoplido de algún que otro vecino enfurecido por la violencia que azota la ciudad.
“¡Seguridad intendenta!”. “¡Seguridad gobernador!”, gritaban por turnos. Otro, mas picante, provocó: “¡Gobierno de narcos!”. Tal vez se acordaba, del ex jefe policial Hugo Tognoli, procesado y encarcelado por su supuesta complicidad con asociaciones ilícitas y tantos otros oficiales policiales acusados de enriquecimiento ilícito.
Para hacerse oír, Bonfatti tuvo que alzar la voz. A los gritos continuó su discurso que justo en ese tramo pedía “respeto al otro”. La presidenta asintió con la cabeza, lo aplaudió y en dos gestos calló el berrinche de abajo.