El 9 de septiembre se llevará a cabo en Rosario la cuarta edición del Congreso Regional de Educación, organizado por la Fundación Archipiélago, cuyo eje este año será “La formación del profesorado”. El encuentro se plantea como “un tiempo y un espacio para la construcción, discusión y análisis de los componentes que deben constituir al docente en un profesional de nuestra sociedad”, explica José María Tomé, quien junto a Sandra Nicastro y Débora Kantor, brindará una charla dirigida a docentes y profesionales de la educación.
Los tres conferencistas propondrán un recorrido particular: la escuela, los adolescentes y la atención a la diversidad de los alumnos más allá de los diferentes niveles de enseñanza. José María Tomé, doctor en Educación e investigador de la Universidad de Buenos Aires y del Salvador (Argentina) y de Murcia (España), presentará la charla: “Integración e inclusión educativa: ¿realidad o utopía?”, en la cual plantea un cambio de paradigma en el sistema educativo que pasa del concepto de integración al de inclusión: “La inclusión, que hace un tiempo pudo ser pensada como una utopía, hoy es una realidad en las aulas tanto desde el marco legal, como lo explicita la Ley de Educación Nacional (2006), como desde el marco educativo, al fundamentar su proceso de enseñanza y aprendizaje en una concepción teórica y práctica socio-constructiva“.
Consultado acerca de las diferencias entre los paradigmas de la integración y el de la inclusión, el investigador sostiene como punto principal que la integración nació en el seno de la educación especial, en cambio la inclusión tiene su origen y desarrollo en la escuela común. La integración como estrategia responde al principio de normalización, lo cual se traduce en que la persona con discapacidad viva en condiciones tan normales como sea posible. La inclusión es el principio que tiene como estrategia a la integración; fue necesaria la integración para llegar a la inclusión. Otro punto que destaca el especialista es que la integración desde lo curricular aborda a la persona con discapacidad desde una perspectiva individual-curricular, -un ejemplo es la intervención pedagógica a través de las adecuaciones curriculares individuales (ACI)-, la inclusión lo hace desde una perspectiva social-curricular por medio de las configuraciones de apoyo que consisten en la construcción colectiva de redes intra e interinstitucionales.
“En la integración algunos alumnos con necesidades educativas especiales (NEE) salen de la escuela especial y se integran en una escuela común. En la inclusión todo niño al cual se le pueden o no presentar barreras al aprendizaje y participación tiene derecho de ir a la misma escuela a la que asisten sus hermanos, primos, vecinos, una escuela única para todos. La escuela especial cumplirá un rol específico para determinadas patologías”, explica Tomé.
Reflexionando acerca de si actualmente en Argentina existe una verdadera inclusión de la discapacidad en las escuelas y qué deudas hay en esta materia, el doctor en Educación explica: “Seguimos con una particular impronta del paradigma de la integración, con algunas señales del paradigma de la inclusión, como son: una preocupación particular por la enseñanza; la calidad y equidad educativa; el trabajo colaborativo; la intervención socio-constructiva del docente, entre otras. Desde lo macro-político se pueden encontrar estos indicadores en algunas escuelas, las deudas pendientes son: los recursos materiales necesarios para atender a la diversidad de los alumnos, como así también la formación y capacitación docente; desde lo micro-político aún no se ha logrado la relación dialéctica entre teorías y prácticas inclusivas.”
Otra de las cuestiones planteadas es si un niño o joven con discapacidades puede aprender a la par de uno que no tiene esta condición. Al respecto, el especialista expone: “La tendencia en el mundo es pensar en una escuela única, para todos, desde y para la diversidad, inclusiva, lo cual no implica el cierre de la escuela especial, por el contrario, implica un trabajo conjunto. No olvidemos que la educación especial hoy es una modalidad del sistema educativo formal, transversal a ese sistema. En consecuencia, la escuela especial queda reservada para aquellos niños, jóvenes o adultos con patologías específicas que requieran en sus trayectorias escolares configuraciones de apoyo singulares”.
Por último, José María Tomé sostiene que para que una escuela sea verdaderamente inclusiva, debe partir de aprendizajes significativos, tener en cuenta los conocimientos y experiencias previas de los que aprenden, organizar el trabajo en el aula por medio de diferentes tipos de agrupamientos, fundamentar el proceso de enseñanza y aprendizaje desde lo cognoscitivo y lo afectivo social, tener en cuenta el punto de vista curricular social y singular, antes y durante la enseñanza, partir en las clases desde un enfoque general, poner el énfasis en lo pedagógico-didáctico y no en lo funcional, mecánico y repetitivo y fundamentar la enseñanza desde la concepción socio-constructiva: “La escuela inclusiva es un camino que se inicia pero nunca culmina, es una construcción permanente porque parte de respetar las singularidades de los que allí enseñan y aprenden. La diversidad no es un obstáculo es un valor que no sólo mejora el aprendizaje sino también la enseñanza”, concluye el investigador.
Más info: 4° Congreso Regional de Educación