José Tranier, profesor de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) y doctor en educación, ganador de una Beca Fulbright Posdoctoral en Wisconsin, investiga, desde hace unos años, el fenómeno de la crisis del 2001 y el impacto que tuvo en la educación, postulando que no se trató únicamente de una crisis económica sino también, una crisis subjetiva y de pérdida de valores que continúa hasta el presente. Su estudio se centra en las problemáticas educativas contemporáneas en el siglo XXI: cómo se posiciona la escuela, reformas curriculares, el lugar de la universidad, la formación docente, los movimientos sociales, entre otros temas: “Estamos en camino al primer cuarto del siglo 21 y todavía estamos en pañales en cuanto a definir muchas de estas cuestiones. Si uno hiciera una comparación de los problemas que teníamos en 1916 y los que vamos a tener en 2016, se da una relación inversa: un siglo atrás, por una cuestión de Estado, de construcción de la ciudadanía, de necesidad de homogenización, la escuela debía silenciar todas las diferencias de ideologías, de culturas, de clases sociales, de etnias, etc. Hoy en día, todos los problemas que antes se silenciaban, ahora la escuela los tiene que enfrentar. Esa matriz, esa tensión, es necesaria cambiarla”.
Con respecto a las numerosas críticas que recibe la escuela como institución obsoleta y que necesita transformarse, el investigador explica: “Hay muchas posiciones actuales que sostienen que la escuela no sirve. Yo creo que hay que ampliar las fronteras de las escuelas, pero siempre defendiendo la institución escolar. Muchos se olvidan del papel histórico que tuvo la escuela en la cuestión de la identidad, de socialización, de inclusión social. Nadie advierte los peligros de afirmar que la escuela quedó obsoleta. Estamos de acuerdo que tenemos que rediscutir muchas cuestiones, ampliar las paredes de la escuela, pero negarla, es negar al Estado y eso es grave”.
Otro punto que analiza el especialista en Educación, es la formación actual del docente y su intervención de las problemáticas políticas y sociales actuales: “Al maestro le cuesta hablar de política, pero no hablo de política partidaria, de proselitismo, pero históricamente la escuela fue con anteojeras para reproducir una única significación, sin discusiones. El maestro fue siempre preparado para ejecutar órdenes, hoy en día, y enhorabuena que pase, se da el ingreso de la interpelación hacia el docente: ya no se le dice ´hacé esto´ si no que se le pregunta ´¿qué pensás sobre esto?´ Cuando al maestro se le interroga sobre qué piensa en temas como derechos humanos, inclusión, guerras, se pone incómodo porque no está preparado para responder. Desde cosas mínimas como qué piensa sobre la figura de Cristóbal Colón hasta abordar problemas de la historia recientes”.
Tranier considera que el docente no puede quedar al margen de la discusión de temas que hacen a la construcción de la ciudadanía, de la democracia, y la responsabilidad, en parte, la tienen las reformas curriculares actuales que dejan de lado contenidos esenciales que hacen a las disciplinas básicas, como la historia: “La formación docente no prepara para que el maestro haga un análisis de la coyuntura, de la realidad actual. Pero no les pasa únicamente a los maestros, le pasa a la sociedad civil en general. Aunque a la gente le cueste entender aún, la democracia está en construcción. Es una construcción que hay que cuidar y la escuela es parte de esa construcción, por eso es tan importante. No hay que perder de vista la función social de la escuela, en nuestra historia. Donde no llega la policía, siguen llegando los maestros con guardapolvos. Muchas veces representan la única presencia del Estado y eso tiene un valor no siempre contemplado por muchos”.
Con respecto a qué entiende por educación y cómo debe plantearse, el investigador sostiene: “La educación tiene que ser una posición subjetiva de uno mismo, un trabajo sobre uno mismo, permanente. Es cómo uno observa la vida. No es el título únicamente, si no también lo que se hace con ese título. No hay educación sin vínculo. En parte de ese vínculo, para que no quede en una cuestión doméstica o afectiva, tiene que estar el conocimiento. La manera máxima de honrar a la educación y los vínculos es tratando, uno mismo, de hacer de la educación un enriquecimiento de la subjetividad y del conocimiento. No hay mucha gente dispuesta a trabajar sobre sí misma y de forma permanente”.
“Un maestro que no es sensible, no puede ser docente, no puede enseñar”, postula Tranier y continúa: “Para cultivar esa sensibilidad el Estado debe proveerle los recursos materiales y simbólicos para enriquecerse culturalmente: libros, congresos, eventos culturales, etc. El docente debe estar despierto y atento a los signos de lo que pasa en el aula y eso exige un trabajo consigo mismo, una preparación y una posición subjetiva. La formación docente debe acompañar este proceso de desarrollo de uno mismo. El Estado le dice al docente: ´tenés que incluir´, y le lleva a las escuelas unas problemáticas complejas que muchas veces no puede resolver ni los padres ni un psiquiatra. El maestro queda desamparado, y cuando fracasa, es su culpa”.
Se habla de modelos educativos ejemplares, como el de Finlandia, o experiencias de revoluciones educativas en escuelas como la creada por Mark Zuckerberg, donde lo tecnológico abarca desde las sillas hasta las paredes. La discusión pasa hoy por cómo incorporar las TICs a las aulas, en incorporar didácticas que incluyan cada vez más lo digital como soporte, en invertir en dispositivos y que el docente aprenda a usarlos. Tranier, al respecto, sostiene que “la cuestión no es discutir si es posible incorporar o no las TICs en las escuelas, si no si representan el ideal, el paradigma del tipo de educación que queremos fomentar. Como decía Adorno, filósofo de la Escuela de Frankfurt en la década del 60, con respecto a la televisión: ´Lo importante de las nuevas tecnologías no es el hecho tecnológico en sí, si no si están al servicio de una conciencia de avanzada´. No es la lógica de la transmisión lo que está en juego si no cómo vas a usar eso, en este caso, cómo queremos educar y qué tipo de sujetos queremos formar, para qué modelo de sociedad.”
El especialista sostiene que el docente es un facilitador, es quien permite articular, desplegar o potenciar desde otros lugares, narrativas, matrices, los conocimientos de los alumnos. Pero si el maestro se siente con poca conciencia de su formación o si se siente poco preparado y si encima reconoce que su lugar de autoridad, donde antes se sentía seguro, está siendo cuestionado, se encuentra en una encrucijada: “ Lo que hay que hacer es visibilizar muchas cosas que tienen que ser cambiadas, pero siempre a favor de la escuela, revalorizando su lugar histórico y reconociendo que la escuela es una institución destinada a ofrecer otros conocimientos y espacios de socialización que no existen en otros ámbitos. La escuela está para ofrecer algo diferente a lo que los chicos tienen en la vida cotidiana”.
Por último Tranier sostiene que hay que romper el lugar de la educación con el sentido común y proponer otro tipo de lecturas: “Este es el desafío de las problemáticas educativas contemporáneas: que aquello que se presenta como dado, tratar de desnaturalizarlo, descristalizar relaciones de poder, comprender la génesis, qué lugar ocupa la educación en la sociedad, en los proyectos actuales, qué territorios necesitan ser replanteados. No es cortando el hilo por lo más débil diciendo que la escuela no sirve, que los maestros no saben, la solución del problema”.