La Magíster en Nuevas Tecnologías aplicadas a la Educación (Universidad Autónoma de Barcelona) y Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA), María Teresa Lugo, desde su rol como investigadora del  Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación de  UNESCO, Sede Regional Buenos Aires (IIPE), realiza un análisis de la educación desde una perspectiva comparada, sosteniendo que muchas veces se estudia la coyuntura aislada de lo que pasa en el resto de la región: “Hay que analizar la educación en Argentina teniendo en cuenta ciertas tendencias que se dan a nivel general en toda Latinoamérica para  una tener una visión global y ubicarse desde otro lugar para hacer críticas y propuestas”.

Desde esta perspectiva, la investigadora sostiene que hoy en día la educación en América Latina tiene algunas deudas pendientes, específicamente en relación con la educación secundaria: “En primer lugar tenemos una deuda en relación a la calidad educativa. Esto aparece mucho en los debates y tiene que ver con la baja relevancia curricular, es decir, enseñamos contenidos que no son relevantes para el siglo XXI, en relación a los desafíos que se le plantea a la sociedad.  El otro tema tiene que ver con la cuestión de la desconexión con lo contemporáneo, no solo en lo curricular sino con la manera de ´hacer escuela´. Es decir, entender hoy cuál es la brecha de expectativas entre lo que los estudiantes están necesitando y lo que la propuesta formativa les está brindando”.

Otra deuda importante que menciona la especialista es la gran cantidad de estudiantes que abandonan la escuela: “Las tasas de deserción en la escuela secundaria son muy altas.  Los alumnos en América Latina llegan a la escuela, pero se van o no aprenden todo lo que tienen que aprender. Esto devela no solo los factores mencionados anteriormente, si no que supone reflexionar acerca de cómo se forman los docentes hoy y si están preparados para esta nueva realidad.  Pero esto no implica culpabilizar al docente por la crisis de la escuela secundaria, esa crisis está en el origen del mismo sistema que fue armado para otro tipo de sociedad y hoy no responde a las necesidades actuales”.

Otro aspecto que menciona Lugo como característico de esta tendencia, tiene que ver con la conectividad en las escuelas: “No es lo mismo tener dispositivos conectados que no conectados. Salvo Uruguay, el resto de los países de la región no tienen resuelto el problema de la conexión en las escuelas. Hay que pensar estrategias de mediano plazo para garantizar conectividad de calidad y bajo costo en todas las instituciones para poder hacer realidad la inclusión digital”.

Con respecto a la incorporación de nuevas tecnologías a las aulas en todos los países latinoamericanos, la investigadora sostiene que lo importante no son los dispositivos sino qué hacemos con ellos: “Celebro que los gobiernos de América Latina estén promoviendo políticas de inclusión digital en las aulas, pero también creo que promover la inclusión de tecnología implica pensar qué hacemos con los dispositivos que se están entregando. Esto hace al capital cultural necesario para poder hacer un uso potente de la tecnología y no ser solo consumidores si no poder generar propuestas creativas y relevantes”.

Lugo postula que actualmente en la escuela se percibe una brecha que tiene que ver con la apropiación, el uso de los dispositivos digitales, afirmando que “no es lo mismo tener un libro, que saber leer”: “Creo que estamos en un momento de oportunidad muy grande, con la entrada de las tecnologías en las escuelas, en el cual podemos tratar de revertir esta brecha entre el consumo masivo y la posibilidad de producir tecnología, hacer un uso emancipador y crítico de la tecnología”.

“Pensar que la tecnología es la panacea que nos va a resolver las deudas pendientes de la educación, es una ilusión, pero es necesario que haya tecnología en las aulas y, sobre todo, tecnología que pueda ser llevada a la casa. Hay datos de pruebas PISA y TERCE, que nos indican que el mayor uso se da en el hogar y eso permite ver qué hacen los chicos con los dispositivos en relación a lo escolar, donde la familia adquiere relevancia en el mismo proceso”, explica Lugo.

Lugo explica que no hay que usar la tecnología como una herramienta pedagógica para hacer lo que veníamos haciendo, si no que tenemos que pensarla como un nuevo entorno de aprendizaje: “La tecnología está cambiando la manera de construir conocimiento, el modo en que nos relacionamos con los otros, nuestra propia subjetividad, cómo nos vemos y vemos a los demás; es un impacto que va más allá de utilizarla como herramienta para seguir haciendo más de lo mismo. Para eso en la mochila del formador hace falta que haya claridad acerca de qué es enseñar con tecnología.  El riesgo es trabajar un contenido digital en la lógica analógica; hacer lo mismo pero en un pdf”.

La investigadora sostiene que, en relación con la tecnología muchas veces el modelo que se aplica es el de solución-buscaproblema: “Encontramos una solución tecnológica y vemos a qué problema educativo vamos a tratar de articularlo. Yo creo que hay que hacer al revés, hay que pensar cuáles son las necesidades, y ver qué soluciones tecnológicas se pueden aplicar. Tenemos que promover un modelo de ecología de dispositivos que permita ver qué podemos aprovechar de lo que tenemos, qué podemos cambiar y qué podemos mantener. Innovar por innovar, no tiene sentido. El riesgo es correr atrás del tiempo que nos impone el mercado y no tener en cuenta que tenemos que ver las prioridades educativas de un país”.

Con respecto al rol del Estado en posibilitar las transformaciones, Lugo sostiene que actualmente hay un desafío, a nivel de políticas de formación, que tiene que ver con poder ocuparnos no solamente de los profesores que están actualmente en servicio si no aprovechar y hacer una transformación a fondo de lo que les estamos enseñando a los nuevos docentes. Esto es un punto a fortalecer en los países latinoamericanos: “Ser docente es una tarea social y colaborativa. La posición del docente no es exclusivamente personal, individual, tiene que ver con un compromiso con los colegas, con los alumnos, con la sociedad.  La unidad del cambio del sistema es la institución educativa en su conjunto. En ese sentido, hay que mirar mucho más los problemas de las instituciones y pensar cómo ese colectivo docente, con el equipo directivo a la cabeza, pueden hacer transformaciones de fondo. Pero tampoco pueden lograrlo solos, se necesita de un Estado presente, con políticas claras vinculadas con la formación docente, con la validación de los contenidos digitales de calidad”.