Buenos Aires, enviadas especial.- Las luces de la plaza del Congreso estaban encendidas y todavía no eran las 6 de la tarde. La lluvia persistente oscurecía tempranamente la tarde y la hacía más fría. Pero ni el viento ni el agua echaban atrás a nadie. Ni a los que respaldan el proyecto que se discute en el Senado ni a los que están en contra. Por el contrario, con el paso de las horas ambos sectores se fortalecían en número y también en entusiasmo.
Un rato antes, el paso por calle San José, hasta hacía minutos el puente entre el verde y el celeste, se encontraba cercado de policías de la Ciudad que impedían el acceso a los que portaban alguna prenda verde. Así de simple y contundente era el influjo de ambos colores. Porque tampoco los celestes podían circular por el área de los que defienden el proyecto de legalización del aborto.
A medida que se acercaba la votación en el Senado y a pesar de los augurios, la resistencia en ambos sectores se reforzaba. La esperanza de que la balanza se inclinara a favor se alimentaba más allá de cualquier conteo.
A pesar de las diferencias insalvables, tanto verdes como celestes renovaban energías con fórmulas parecidas de arengas, bailes y bombos. Bengalas incluidas de parte de los "provida". Sin importar el tiempo y sus inclemencias, ni siquiera los adversos discursos legislativos que se replicaban en televisores, por todos lados.