Desde el año 2001, un grupo de cinco profesionales encabezados por el profesor de Trabajo Social I e investigador del CONICET, Alfredo Carballeda, recorren el territorio bonaerense detectando aquellas regiones donde el fenómeno del despoblamiento avanzó hasta el límite de dejar al los pueblos al borde de su desaparición.
El “vaciamiento” de los pueblos como problema marca una particularidad que se expresa en movimientos de población que van desde las pequeñas localidades a las ciudades de cabecera de partido y desde allí a grandes aglomerados urbanos. En el caso de Buenos Aires, esta migración está estrechamente vinculada con el crecimiento de los barrios de emergencia en el conurbano.
Para Carballeda “nuestra experiencia nos indica que hay cada vez menos poblaciones rurales y periurbanas y cada vez más migración hacia las grandes ciudades; en la región pampeana incluso están desapareciendo localidades”. Desde que comenzaron sus investigaciones, los profesionales de la UNLP ya recorrieron más de 35 pueblos en riesgo trazando un diagnóstico preciso de cada caso a partir del contacto directo con sus habitantes.
Uno de los síntomas más característicos de este fenómeno es la presencia de una población envejecida conformada casi exclusivamente por jubilados. “La consecuencia inmediata de esta situación demográfica es la progresiva desertificación económica y el deterioro de la capacidad de autosuficiencia de los pueblos: comienzan a desaparecer los servicios, se cierran negocios y hasta las escuelas”, explica Carballeda.
El especialista señala que la desaparición de las escuelas medias “es una de las claves para entender el éxodo de los jóvenes, que se ven obligados a trasladarse a la ciudad cabecera para poder estudiar; en muchos casos, esos adolescentes ya no regresan a sus pueblos porque las grandes distancias y el mal estado de las vías de comunicación atentan contra esa posibilidad”.
De acuerdo con estudios estadísticos recientes, en la Provincia de Buenos Aires hay unos 360 pueblos y parajes con menos de 2.000 habitantes. Son localidades en “riesgo” para los investigadores de la UNLP. En la última década casi no han crecido o –incluso- han disminuido su población estable.
En este marco, Carballeda asegura que es fundamental ofrecer a los habitantes alternativas para quedarse. “Es necesario que el Estado apoye y fomente la creación de emprendimientos productivos que permitan aprovechar la mano de obra disponible y resulten a su vez de utilidad para la zona”.
Por ejemplo, propone el desarrollo de tecnología solar: “si se capacita a los vecinos en la utilización y fabricación de paneles solares no sólo se solucionarían los problemas de energía de los parajes olvidados; también es posible pensar en un pueblo que recobre su vitalidad a partir de transformarse en un polo de producción de este tipo de tecnología para toda su zona de influencia”, explica.
No obstante, el investigador de la UNLP insiste en que este tipo de iniciativas no puede dejarse librado a las reglas del mercado, sino que requiere una fuerte presencia del Estado. “Es totalmente factible instalar una fábrica de bicicletas en una pequeña localidad, pero para ello se necesita el aporte de organismos oficiales”. Los cambios demográficos se vinculan además con la precarización del empleo, las dificultades de acceso a la salud, a la educación, a bienes culturales, y tecnologías de información.
La desaparición de los ramales ferroviarios y vías accesibles de comunicación; la desindustrialización y consecuente pérdida de fuentes de trabajo; y actualmente el auge de la soja en el campo, se cuentan entre las principales causas del despoblamiento. Según los datos del censo 2001, el despoblamiento afecta al 50% de los poblados rurales de la Argentina. Los especialistas estiman que la cantidad de localidades con menos de 2 mil habitantes y en riesgo de desaparecer supera las 600.
Fuente: Universidad Nacional de La Plata