El caso de Jimena es conmovedor y paradigmático. Desde que denunció a su ex pareja por violencia de género, su vida se tornó una pesadilla. Se tatuó en un brazo su número de DNI por “miedo a terminar en un descampado” y reveló a jueces y fiscales que su agresor aplicaba la picana eléctrica sobre el cuerpo de tres de sus cuatro hijos. La última advertencia fue la visita de dos matones que le gatillaron varias veces en la cabeza para amedrentarla. “Quiero justicia hoy, no quiero que mi papá y mi mamá vayan a Tribunales con una remera con mi foto a decir ”, pidió en forma desesperada.