En el Día mundial de la pasta, te contamos algunos trucos básicos para que el amasijo con prestigio planetario no se pegue ni se pase.

Se trata de seis consejos que van del aceite a la sal y de la olla al fuego.

Antes de cocinar pasta –¡y cualquier otro alimento!–, conviene mirar el recipiente. Para cocer tallarines, ñoquis, ravioles o lo que te gusto, necesitás abundante agua

Se calcula, en general, un litro de agua por cada 100 gramos de pasta. El que haya una buena cantidad de agua permitirá que ésta no se pegue (entre sí) y que termine en el plato bien hidratada.

Ojo con la sal. La recomendación es de una cuchara y media por cada dos litros de agua.

Ni manteca ni aceite. Uno de los errores más comunes a la hora de preparar la pasta es echar aceite al agua donde vamos a cocinarla. El aceite provoca que la pasta adquiera una película escurridiza que no la favorece (volvemos al primer consejo: para que no se pegue, respetá la cantidad de agua).

¿Cuándo tirar la pasta al agua? Cuando rompe el primer hervor y después de añadir la sal. Si echás los fideos antes, casi seguro terminarán “pasados.”

Y por último, la pasta no es guiso. Es decir, la removés una sola vez y comenzás a calcular el tiempo de cocción en función de lo recomendado. Si es “de paquete”, lo tenés estimado. Y si no, fijate en la receta o preguntá en el comercio donde la compraste.

El tiempo de cocción y todos los pasos anteriores son fundamentales para conseguir una buena textura, "al dente." Es decir, cuando a parte central de la pasta no está cocida del todo. Lo otro, es puré de harina.

La última recomendación es que, una vez que comprobaste que está al dente, tenés que apagar el fuego. Ahí agregás un vaso de agua fría al recipiente. Segundos después, pasás la pasta por un colador.

Y, ¡buen provecho!