La evaluación formativa es una expresión que en el último tiempo se menciona cada vez más en las aulas y que está íntimamente ligada a la evaluación competencial o por competencias. Parte de la base de que la evaluación, por encima de todo, debe ser útil para aprender. Pero además, también debe tener un finalidad reguladora, es decir, debe ser capaz de regular el propio proceso de aprendizaje.
Concretamente, la evaluación formativa se refiere a todas aquellas actividades que llevan a cabo los profesores y alumnos cuando se evalúan ellos mismos, y que dan información que puede ser utilizada para revisar y modificar las actividades de enseñanza y de aprendizaje con las que están comprometidos, según consignó el sitio Justifica tu Respuesta.
Desde un punto de vista tradicional, se ha tendido a entender a la misma como aquella centrada en identificar los errores de los alumnos. Así, la regulación de este tipo de evaluación se centra en:
- Refuerzo de los aciertos
- Reconducción de los errores a partir de la realización de más ejercicios o tareas de un aprendizaje concreto
Esta visión ha hecho que en muchas ocasiones se relacione la evaluación formativa con pruebas o exámenes convencionales que el docente corrige y puntúa. Sin embargo el concepto también puede abordarse desde una perspectiva cognitivista, centrada en llegar a entender por qué un alumno no entiende un concepto o no sabe realizar una determinada tarea.
Esta visión lo que nos da a entender es que hay un interés mayor de los procedimientos, más allá del resultado en sí. Aquí el feedback que el docente da al alumno se convierte en algo esencial porque las tareas se devuelven con comentarios enriquecedores, pero también incidiendo en los aciertos.
A partir de esta visión, el profesor se basa en diseñar estrategias que no se fundamenten en la repetición y se centren casi exclusivamente en una determinada dificultad de aprendizaje, es decir, se incide en la retroalimentación más que en la repetición. Y esto queda demostrado en gran parte cuando a un alumno se le devuelve una prueba con una sola nota. ¿Qué tipo de mejora puede haber con esta única nota?
En cambio, cuando hay un retorno de un prueba o tarea en la que aparecen comentarios enriquecedores de lo que se ha hecho bien y de lo que es mejorable, la predisposición del alumno para el cambio es sensiblemente mayor.
Para eso es importante destacar tres etapas:
- La evaluación inicial: analiza la situación de cada estudiante antes del proceso de enseñanza-aprendizaje. Permite al docente y al alumno tomar conciencia de cuál es el punto de partida y de qué manera se deben adaptar los contenidos a partir de las necesidades detectadas.
- La evaluación mientras se está aprendiendo. Busca que el alumno sea capaz de detectar sus dificultades, comprenderlas y autorregularlas. Por tanto, se insiste más en el proceso que en el resultado.
- La evaluación final. Está destinada a ayudar a los alumnos a reconocer aquello que han aprendido, además de tomar conciencia de las diferencias entre el punto de partida y el de llegada de un contenido.