Hay partes del cuerpo que nos hacen únicas e únicos; irrepetibles.  A las ya conocidas huellas dactilares  –que quedan marcadas con tinta a la hora de confeccionar el DNI y que ya en el año 300 a.C. eran implementadas en China– se suman otras características físicas que manifiestan nuestra unicidad.

Las orejas, por ejemplo, en cada persona tienen curvas y crestas bastante singulares. A diferencia de las huellas dactilares, que pueden quedar cicatrizadas o desgastadas, el patrón general de las crestas de nuestros oídos se mantiene igual pese a la edad, según una investigación de la Universidad de Southampton.

En la institución elaboraron un estudio –a cargo del investigador principal Mark Nixon– que permitió desarrollar un algoritmo llamado “image ray transform”  que puede identificar a una persona entre otras 252 con un 99,6 por ciento de precisión.

Junto con los escáneres de huellas dactilares y de retina, los escáneres de iris se han convertido en otra herramienta útil para proteger información y áreas altamente seguras.  

El iris es la membrana coloreada y circular del ojo que separa la cámara anterior de la cámara posterior. Posee una abertura central de tamaño variable que comunica las dos cámaras llamada pupila.  Su función principal es controlar la cantidad de luz que penetra en el ojo.

La exploración del iris es útil porque mientras "la coloración y la estructura del iris podría tener lazos genéticos con nuestros parientes, los detalles del patrón no lo son", informa el portal 20Minutos (que cita informes del FBI)

La lengua también forma parte de nuestra unicidad. Un informe en la revista Advances in Biometrics sugiere que el órgano puede ser una herramienta útil para la identificación de personas ya que es "única para cada persona en su forma y en sus texturas superficiales". 

Además, su forma no cambia y casi permanece igual durante toda la vida.