Sabrina Ferrarese / Rocío Baró

Desde 2008, Rosario y la zona lindera es territorio de cocinas de drogas. Hasta entonces, el narcotráfico se limitaba a distribuir y comercializar sustancias ilegales. Sin embargo, debido a cuestiones de “mercado”, se asentaron estas pequeñas fábricas de cocaína en manos de “cocineros” que experimentan con recetas, muchas veces extraídas de la gran red, y ponen en aprietos al control policial ya que implican una mayor y más eficaz distribución. Rosario3.com buscó destapar la olla de esta problemática que afecta fuertemente a los consumidores, que se ven expuestos a una calidad de droga que la vuelve más peligrosa para su salud.

“Es como cocinar una comida; algunos cocineros responden a la técnica y les sale mejor, pero a otros no. En una palabra, el mejor cocinero no se hace con estudio sino con la experiencia”. El licenciado Néstor Pozzi es el jefe del Gabinete Técnico del Laboratorio Químico de la Dirección General de Prevención y Control de Drogas Peligrosas de la Policía de Santa Fe. Hace más de 20 años que analiza las sustancias ilegales secuestradas en los operativos anti-droga. Mira, pesa, desintegra y encuentra esencias. Consultado por Rosario3.com, explicó: “Una cocina es un lugar donde se fabrica droga pero hay que definir bien. Las cocinas pueden ser cristalizadores o estiradores o el lugar donde se fabrique la cocaína. Hay fabricación cuando se parte de un producto como la pasta base, que es un sulfato, y la transformamos en un clorhidrato. Cuando decimos que estamos estirando o cristalizando es cuando partimos de clorhidrato de cocaína, la mezclamos con ciertos solventes y le agregamos distintos cortes y obtenemos una cocaína con mayor volumen pero con menor pureza”, precisó.

“En Rosario y la zona fueron encontradas cocinas. Se ha secuestrado pasta base, el ácido clorhídrico que es fundamental para formar el clorhidrato y se han encontrado otros solventes para disolver la pasta base y mezclarla con el ácido y los distintos cortes. Uno de los cortes más clásicos encontrados fueron la cafeína y el manitol. Lo que hacen es abultar el clorhidrato de cocaína pero con una pureza menor”, indicó.

Al igual que en una cocina donde se preparan delicias, para la elaboración de cocaína se precisan distintos ingredientes y se recurre a algunos utensilios. Un agente policial que prefirió que su nombre se mantenga en reserva por cuestiones de seguridad reconoció que no existen patrones: “Hemos allanado una cocina como la de Colastiné (12 de julio pasado) que funcionaba en un barrio de tipo residencial, adelante estaba la familia tipo con el perrito y atrás estaba la gran cocina de cocaína”, sostuvo. La otra cara es la cocina desbaratada este año en La Tablada: “Funcionaba en medio de la villa, en un pasillo interminable”, aportó la fuente. En ambos casos –reconoció– se dificulta la investigación, uno por el perfecto camuflaje y el otro por lo inaccesible.