Este fin de semana, en el fútbol brasileño, se produjo una de las simulaciones más ridículas e inverosímiles de la historia. El cruce fue entre el delantero de Flamengo, Paolo Guerrero, y el defensor del Bahía, Lucas Fonseca, que fue el protagonista del patético episodio.
Fonseca saltó a cabecear con la pierna en alto y golpeó a Guerrero, que enojado se dio vuelta y amagó con agredir al zaguero. El tipo, sin ponerse colorado, se tiró para atrás como para pelear por la medala de oro al mejor piletazo en los Juegos Olímpicos.
Pero la teatralización le salió mal a Fonseca, que se enredó en una discusión con Guerrero sin reparar en que ya tenía amarilla. El árbitro les mostró a los dos el cartón amarillo, que para el defensor fue el segundo.
Así las cosas, Fonseca tuvo la chance de volver a tirarse un rato después, pero en las duchas del vestuario.