“No encuentro nada más valioso que darte, nada más elegante que este instante de silencio. Silencio. El índice vertical entre la boca y la nariz, el eco en la catedral, la brisa en la enredadera. Entremos en el sonido hasta el penúltimo matiz, hagámosle caso al gesto de la foto de la enfermera.
Y cuando el ruido vuelva a saturar la antena y una sirena rompa la noche, inclemente; no encontraremos nada más pertinente que decirle a la mente: detente.
Silencio. Silencio. Shh, shh, shh”.
(Silencio, Jorge Drexler)
El silencio de la madrugada fue roto a pedazos por la alarma de una casa vecina. Enseguida, los perros de la manzana ladraron imparables y los gatos maullaron mientras galopaban por los techos, casi como cada noche. Esta postal es un momento preciso en Pichincha, bajo la luna. Pronto, el sol despertará a los pájaros y el ruido del tránsito y la actividad comercial les harán competencia. En otros puntos de Rosario, la postal sonora fue, es y será diferente, como también lo es en Pichincha los fines de semana. En algunos rincones se escucha la inmensidad de la naturaleza y en otros los fogonazos de las balaceras que aterrorizan, hieren y matan. La diversidad de sonidos y ruidos es inmensa y varía de acuerdo a horarios y estaciones.
Rosario3 le preguntó a 4 especialistas en sonido ¿a qué suena la ciudad? Rosario suena, y fuerte, a tránsito vehicular, según coinciden Adolfo Corts, creador e impulsor del Banco de Sonidos de Rosario (SDR), Gabriel Data, compositor, diseñador acústico, docente e investigador de la Escuela de Música de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Pablo Miechi, ingeniero electrónico con especialización en acústica y sonido, ingeniero de sonido, grabación y mezcla, diseñador acústico, docente e investigador y Federico Miyara, ingeniero electrónico, docente de la UNR, escritor, compositor y pianista. “El principal ruido que tenemos es el provocado por el tránsito vehicular que está de fondo y es constante, inclusive en horario nocturno, lo que varía es el nivel, de acuerdo a si la zona tiene más avenidas o es una zona más residencial. Está distribuido en toda la ciudad, pero también aparecen ruidos más focalizados que predominan, uno es el de la actividad nocturna. Todo lo que es bares con terrazas y la circulación que genera un bar también está focalizado en Pichincha o Pellegrini y en horarios nocturnos y los fines de semana”, indicó Miechi y agregó: “Otro es el ruido de las obras de construcción también focalizado, es decir, puede provocar molestias en el entorno, no creo que en su conjunto afecten el nivel de ruido de fondo de Rosario. Otra cosa que tenemos todavía es la actividad de pequeñas industrias que se encuentran mezcladas en la ciudad, que no se fueron a un área. Tienen carga y descarga de camiones, equipos y grupos electrógenos”.
El ingeniero Miyara advirtió que estos ruidos localizados son irrupciones sonoras llamadas "manchas acústicas”. “Algunas son tristemente célebres, como la asociada al Autódromo Municipal, que despierta reacciones encontradas entre sus defensores fierreros y los habitantes de las inmediaciones que ven afectados su descanso. También ha merecido ataques el ruido de la ambientación musical de las aguas danzantes del laguito del Parque Independencia (bulevar Oroño y avenida Pellegrini)”, comentó.
Por otra parte, señaló que “existe lo que podrían llamarse micro manchas, a menudo asociadas a personas individuales o pequeños grupos que escuchan música o radio mientras pasan un rato al aire libre en plazas y parques, y en ocasiones subvierten la búsqueda de un momento de tranquilidad en contacto con la naturaleza que intentan otras personas”. En este sentido, también mencionó “la publicidad callejera o aérea mediante altoparlantes, desde oferta gastronómica y de entretenimiento hasta política, pasando por compradores de chatarra, también es una postal sonora característica de una ciudad que, pese a haber alcanzado dimensiones cosmopolitas, conserva, especialmente en los barrios, cualidades de una época que no termina de extinguirse. Constituyen manchas móviles o dinámicas que se van desplazando lentamente de un lado a otro”.
“Los espectáculos deportivos de gran convocatoria, como el fútbol –se explayó– también tienen su sonido característico. Además, se escuchan con cierta frecuencia en diversos sectores de la ciudad el ruido de bombas de estruendo y fuegos artificiales, a veces motivados por algún evento o efeméride deportiva, otras por fechas patrias. Y el ruido de las balaceras, a veces difícil de diferenciar del ruido de petardos para el lego, también configura un ingrediente del ruido nocturno que se está instalando cada vez más”, completó el profesional.
En resumen, consideró que “Rosario, como toda ciudad de cualquier tamaño no tiene un único sonido, es decir, no tiene mucho sentido pensarlo, por ejemplo, como un único instrumento musical en el que uno percibe un "timbre" característico”. Por el contrario, aseguró: “Hay una gran heterogeneidad de situaciones, depende de los momentos del día y de la época del año en que se escuche, así como de la ubicación geográfica donde esté el oyente”. Sin embargo, concedió: “Si debo dar, de todas maneras, una respuesta representativa de la mayor parte de estas situaciones, suena a tránsito, por lo que no difiere de otras ciudades excepto, quizás, La Cumbrecita, en la provincia de Córdoba, donde no hay circulación vehicular. También podría dar una respuesta conceptual y decir que suena a música, por la cantidad de música que se crea y promueve en Rosario”, manifestó.
Sonidos que llenan el alma
Si la ciudad despide ruidos, también emite sonidos agradables que conectan al ser humano consigo mismo y con los demás. Federico Miyara manifestó al respecto: “Tenemos toda una serie de sonidos considerados benéficos o sedantes, como los ruidos naturales, los cantos de los pájaros, las fuentes de agua en algunas plazas y parques, el viento suave agitando las hojas de los árboles e incluso el ruido de la lluvia”.
Si alguien le ha puesto la oreja a la sonoridad rosarina es Adolfo Corts, quien junto a un grupo de colaboradores y colaboradoras graban y recopilan una multiplicidad de piezas de sonidos registrados en las calles locales. “Cada barrio tiene su sonoridad, cada plaza también –expresó a Rosario3– en la Plaza de las Luces (avenida Pellegrini 4200) la sonoridad es la de los transformadores de la EPE; a menos de 200 metros la Plaza Chiodi (Cochabamba 4350) es un concierto de pájaros; en la Plaza las Heras (avenida del Rosario y Bermúdez) están las cotorras punkys”, enumeró entre risas. “Después –agregó– hacemos usos de esos espacios, la Plaza Provincia de Corrientes (Buenos Aires 6451) suena diferente a la Plaza de la Cooperación (Mitre, Tucumán y Pje. Zabala), la Lucio Fontana (Bulevar 27 de Febrero 800) a la Fontanarrosa (Laguna y Oncativo), el Parque Urquiza (Mendoza, avenida Belgrano, Chacabuco y avenida Pellegrini) explota de chicharras en verano y el de la Independencia en el Laguito la voz del altoparlante anunciando que al bote 36 se le terminó el turno, entre tantos y diferentes sonidos y texturas sonoras como los churreros, chatarreros, botelleros, heladeros, el avión de Circo Rodas, los helicópteros de las fuerzas de seguridad, los sirenas de ambulancias, policías, bomberos y propaladoras en tiempo de elecciones, entre otras bocinas. Las agotadas aguas del río Paraná es el sonido constante de la ciudad. El que más me gusta”, determinó.
La ciudad que dejó escuchar la pandemia
Para Corts, “lo que se escucha en la ciudad, en gran parte es la actividad del neoliberalismo y cuando la máquina se detuvo por el covid/cuarentena podíamos escuchar las noches, los pájaros y los grillos, las voces de vecinos y vecinas a 70 metros. Pero volvimos a la normalidad y volvió la contaminación sonora”.
El investigador Gabriel Data también observó este fenómeno: “Resultó notable el cambio de paisaje sonoro en la etapa de aislamiento con el resurgimiento de una gran cantidad de sonidos que antes, por el ruido de tránsito, resultaban enmascarados o ausentes: el trinar de la variedad de pájaros pueblan la ciudad, por ejemplo, pero también manifestaciones sonoras distantes. Con el nivel de ruido urbano apabullante de la cotidianidad la sensación de espacialidad en el exterior se reduce, dándonos la impresión de estar confinados en uno muy reducido, pero al atenuarse la percepción se modifica y nos da una idea de la multiplicidad de eventos sonoros presentes a la distancia y con ello una mayor sensación de libertad. Creo que esto, con sus particularidades, fue un efecto notable en toda la ciudad”, dijo.
Conciencia sonora
¿Cómo se conforma la sonoridad de una ciudad? Data mencionó dos puntos centrales: el individualismo creciente y la falta de políticas de cumplimiento efectivo que traen consecuencias tremendas en todos los ámbitos de la vida cotidiana, inclusive en el paisaje sonoro. “El ruido no es un fenómeno simple de definir ya que lo que es agradable para uno puede ser muy indeseable o desagradable para otros. Pocas veces tomamos conciencia de los sonidos que nosotros, individualmente, producimos e introducimos en el paisaje sonoro general. Somos muy poco conscientes de nuestro aporte a la “polifonía sonora urbana”, allí falta una educación ciudadana al respecto”, observó.
“Creo que el primer paso a la resolución de un problema es la toma de conciencia del mismo y reconocer que la forma en la que suena una ciudad es parte de esta primer acción”, apuntó y concluyó: “Tenemos muy poca conciencia de nuestras acciones en lo sonoro y esto lleva a que la ciudad “suene” como somos, un gran cúmulo de individualidades que, como tales, lo que logramos es aportar al caos del cual nos quejamos pero del que nos auto percibimos como ajenos”.
Un mapa que hace ruido
El académico y docente Pablo Miechi alertó sobre la situación sonora urbana: “Lo grave de Rosario es que no tenemos un mapa de ruido que nos permita estudiar cómo es la ciudad, planificar la ciudad, saber qué nivel de ruido tendría que haber en una u otra zona para tomar acciones a futuro. Pero no se puede si no sabemos qué ruidos tenemos hoy, no se puede generar un plan urbanístico para mejorar el nivel acústico de la ciudad”. De acuerdo a lo que explicó, existe una ordenanza de la década del 70’ “que se quedó en el tiempo con la evolución de la mitigación del ruido en el mundo, por lo que hoy no tenemos ninguna herramienta que nos permita a los profesionales de la acústica trabajar y llevar ciertas situaciones a un ámbito controlado”, acusó.
“Rosario no tiene la densidad poblacional de Capital, no vamos a tener el mismo nivel de ruidos. Rosario de noche descansa más y entonces el nivel de ruido baja. Pero no hay ninguna acción que permita decir que no va a empeorar. No hay control de ruidos. Para mí la tendencia es que haya más porque hay más personas, más actividad, más autos circulando”, subrayó al dar un panorama futuro.
Por su parte Miyara destacó al respecto: “En Rosario, desde la Universidad hemos medido el ruido de tránsito y hemos hecho algunos relevamientos de determinadas zonas, pero el objetivo era más bien poner a punto metodologías. Ofrecimos en numerosas oportunidades la realización de un mapa de ruido a la Municipalidad sin que hubiera el menor interés oficial al respecto. En años recientes, sin embargo, la Municipalidad encaró la realización de un mapa de ruido con recursos propios. En el documento Plan Local de Acción Climática Rosario 2030, descargable del sitio web municipal, se muestra una versión de baja resolución de ese mapa, y se propone su actualización permanente. No está clara la metodología empleada”, criticó.
Y, advirtió a continuación: “Realizar un mapa de ruido es costoso, aquí y en cualquier lugar del mundo, y esta es una razón, no la única, por la que a la Municipalidad no le interesa convocar expertos externos para hacer un mapa de ruido. Otra razón –resaltó– es que tiene miedo de que los resultados la obliguen a poner el ruido verdaderamente en la agenda ambiental (y no, como figura en el documento citado anteriormente, dedicándole 7 líneas de buenas intenciones en un documento de más de 200 páginas). Realizar un mapa verdaderamente útil requiere una estrategia y un nivel de conocimiento y especialización considerables, igual que su interpretación”.
Para el profesional, un estudio correcto permitiría prever “los efectos que podrían resultar de determinadas intervenciones, por ejemplo, un cambio en los recorridos del transporte público, y así comparar diferentes escenarios antes de su implementación. Y si se hace mejor todavía, no sólo pueden obtenerse datos para informar a la población, sino que se puede proveer datos avanzados a arquitectos e ingenieros que permiten predecir el nivel de ruido interior en los edificios que proyectan y empezar así a pensar también los espacios habitables en términos de calidad acústica”, indicó en su defensa.