El Parque Scalabrini Ortiz tiene un bosque propio, un puñado de árboles que concentra aún más el verde circundante, una especie de refugio de sombra que, paradójicamente, arroja luces. Hace 22 años atrás se sembró la primera semilla y prendió. La tierra fértil abrigó ésa y otras muchas más que cada 24 de marzo, en medio una ceremonia amorosa y emotiva, se fueron plantando en el lugar. Así nació y creció el Bosque de la Memoria, ese espacio público que Rosario riega con recuerdos y promesas de no olvidar nunca.
Hoy, unos 500 árboles integran el Bosque de la Memoria de Rosario que este miércoles, en el marco de la conmemoración del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, es enriquecido con la plantación de jóvenes ejemplares de parte de representantes de organizaciones de Derechos Humanos, funcionarios provinciales y municipales e integrantes de instituciones sociales. Se trata de un ritual provisto de simbología: la capacidad de recordar –no olvidar–se siembra, se nutre y crece y hacerlo, es llenarse de aire puro.
El Bosque forma parte del Museo de la Memoria de Rosario, una institución municipal emblemática de la ciudad en materia de Derechos Humanos. Su directora, Viviana Nardoni lo describe como “un homenaje a los desaparecidos y asesinados durante los años de la última dictadura militar” y explica, en diálogo con Rosario3: “Más de 500 árboles plantados en su memoria, a lo largo de los últimos años en fechas significativas del calendario, son protagonistas esenciales de este empeño”.
Esta ceremonia comenzó el 10 de diciembre de 1999 cuando se plantaron los primeros diez árboles, luego cada año se plantan cinco árboles de diferentes especies nativas como sina sina, aguaribay, ibirapitá, ejemplares autóctonos, de la zona, recomendados por los ingenieros de Parques y Paseos de la Municipalidad. Con la ceremonia de plantación, “proponemos pensar este espacio como sagrado, que necesita de cuidados, de protección, que nos congrega, que familiares y amigos eligieron para que sus seres queridos fueran recordados, recuperando así la memoria colectiva, a través de árboles como símbolo de vida, de cambio, de permanecer firme ante las adversidades, echando raíces firmes en la tierra que los vio nacer, que cuando brota y florece nos hace reflexionar en torno a las causas por las cuales las y los militantes desaparecidos luchaban y anteponían el proyecto colectivo de una sociedad con justicia social a sus proyectos de vida personales”, continuó en relación al destino de este bosque especial y único.
“Los árboles allí plantados son un testimonio del compromiso de las jóvenes generaciones de la ciudad de Rosario con los valores de libertad, justicia y democracia. La memoria es un deber. Las sociedades que reniegan de su pasado no pueden afrontar los desafíos del presente y menos aún pensar en un proyecto de futuro”, observó quien estuvo detenida desaparecida en el centro clandestino La Calamita y en el Servicio de Informaciones de Jefatura.
“El negacionismo que hoy vemos expresado en algunos sectores sociales nos hacer reafirmar el compromiso para que el pasado dictatorial y las consecuencias del genocidio, tan expuestas hoy, no sean tomadas livianamente sino como un objetivo a desmontar. Una gran parte del Poder Judicial en estado de descomposición obtura la verdad, trata de diluir la memoria. Por eso reclamamos una profunda reforma judicial que incluya a todas las fuerzas de seguridad que ejecutan la violencia institucional a diario contra los sectores más vulnerados de nuestra sociedad”, concluyó.