Las personas investigadas y allanadas en Rosario, Funes y Mar del Plata en la mañana de este miércoles por presuntas estafas a través de criptomonedas habían sido denunciadas en diciembre de 2021 en Buenos Aires. Las maniobras, de acuerdo a la causa que lleva adelante el fiscal Mariano Ríos Artacho, se hicieron mediante una operación llamada "Rug Pull".
En la jerga cripto, un Rug Pull es una maniobra de estafa que consiste en crear un token—una criptomoneda o criptoactivo que en la mayoría de los casos se desarrolla sobre una cadena de bloques de terceros, como BTC, ETH o BNB, la smart chain de Binance—, inflar su valor a través de publicidad engañosa para conseguir inversores, y cuando se genera un determinado colchón de dinero, desarmar el fondo de inversión y desaparecer con la plata, ya sea en moneda real o criptos.
La traducción literal de Rug Pull es “tirar de la alfombra”, algo así como sacar el mantel de un tirón con la mesa servida. ¿Por qué funcionan y son comunes este tipo de maniobras fraudulentas en el mundo cripto? En principio porque el fraude se monta sobre una cadena de bloques —blockchain o smart chain— reconocida y confiable del mercado cripto.
La estafa desarrollada por un grupo de programadores con base en Rosario, Funes y Mar del Plata funcionó justamente porque se montó sobre la smart chain de Binance. Esto dotó de confianza al proyecto frente a los ojos de los más de 6 mil inversores que llegaron a generar un fondo de 2.610.312 millones de dólares.
Binance es algo así como un banco o una casa de cambios internacional para el mercado digital de criptoactivos. A este tipo de compañías financieras se las denomina “exchanges”. Estas entidades financieras del mundo digital funcionan como intermediarios entre quienes desarrollan criptos/tokens y las personas o entidades que quieren comprarlos con dinero fiduciario (real).
Este tipo de inversión puede tener variados objetivos, los más comunes son crear una reserva de valor (ahorro o plazo fijo) o servir como medio para comprar y vender activos en el mercado cripto. Misma mecánica que la del mercado financiero tradicional.
Lo que el grupo de supuestos estafadores locales hizo fue crear el proyecto cripto Beast Masters sobre la smart chain de Binance, lo que les permitió generar su propio token: $Master. La criptomoneda servía a los inversores para comprar y vender NFT (tokens no fungibles en su traducción al castellano) que eran la base con la que se generaba ganancias.
Por lo que se desprende de la investigación, el juego nunca existió; lo que se buscaba (y se logró) era crear un fondo de inversión, respaldado en la smart chain de Binance, que permitiría desarrollar el videojuego.
Los NFT, en tanto, son un desarrollo reciente dentro del mundo cripto pensado para dotar de valor al arte digital al emular la singularidad de las obras físicas.
Es algo así como un título de propiedad de una pieza de arte digital. Quien compra el NFT de una obra digital se transforma en dueño del original y sus reproducciones (su copia) pueden generarle un retorno de dinero.
Pese a esto, cualquier pieza de arte digital puede ser reproducida hasta el infinito sin por esto generar ingresos para quien la creó de cero. Para que una obra de arte digital sea considerada NFT tiene que cumplir ciertos pasos y requisitos que establecen los mercados donde se comercia este tipo de token.
Beast Masters era promocionado por sus creadores como un videojuego similar al exitoso Pokemón. Según información aportada por los investigadores, los sospechosos de estafa desarrollaron el sitio web www.beastmasters.io en el que se publicitaban las “bestias” del juego junto con un banner de preventa y se explicaban las reglas y acceso a los fundamentos técnicos del proyecto, lo que se conoce como whitepaper, en un link externo.
La pesquisa detalló que la mejora de estas “bestias” se hacía en "gimnasios" que se vendían como NFT a los que se podía acceder con el token $Master. El entrenamiento servía para mejorar las habilidades de los monstruos del juego, pero principalmente para ser vendidos a nuevos jugadores que no querían invertir ese tiempo en prepararlos o que no tenían el dinero para comprar un gimnasio. A su vez, el acceso a estos espacios de entrenamiento por parte de nuevos jugadores, implicaba un retorno para el dueño de ese NFT.
El circuito de la estafa funcionó porque para comprar los NFT era necesario acceder al token del proyecto ($Master) que al estar montado sobre la smart chain de Binance quedaba dotado de confiabilidad a los inversores. Para lograr esto, los investigados por la Justicia abrieron cuentas con sus nombres reales en Binance, registraron el proyecto, crearon la criptomoneda del juego y salieron a publicitarlo en redes sociales.
Una vez alcanzado un pozo superior a los dos millones y medio de dólares, los apuntados como estafadores hicieron la maniobra rug pull. Retiraron todos los fondos que levantaron de los 6 mil inversores damnificados sin dar aviso, dieron de baja la web del proyecto y dividieron el dinero —en formato token BNB, la moneda digital de Binance— en distintas cuentas de su propiedad.
Lo que llama la atención es el descuido de los supuestos delincuentes para no prever que, al estar registrados en un exchange centralizado de la reputación de Binance, sus movimientos e identidades iban a quedar expuestas rápidamente.
La investigación permitió conocer que las víctimas del rug pull enseguida reportaron la maniobra ante Binance y la Justicia argentina. La primera acción del exchange fue suspender las cuentas de los sospechosos. Luego, se solicitó a los damnificados que denuncien el hecho ante las autoridades de sus países para poder tomar nuevas acciones que permitan devolver los fondos inmovilizados.
Mientras esto sucedía, el valor del token $Master cayó a cero debido al rug pull, y se estima que un número no precisado de víctimas perdió todo lo que había invertido por estar posicionado en ese criptoactivo.
Ante este movimiento de las víctimas, los presuntos estafadores se pusieron en contacto con los damnificados y se ofrecieron a devolverles el dinero sustraído del fondo de inversión para el desarrollo del proyecto.
Sin embargo, lo que no se termina de entender y los fiscales no logran explicar del todo, es cómo, pese a que los sospechosos se ofrecieron a reintegrar los fondos sustraídos –más de 2 millones de dólares–, quedó un pasivo de 600 mil dólares. Por eso, se mantiene la sospecha de estafa.