Martes 5 de marzo. Cerca de las 11 de la noche. Matan a tiros al taxista Héctor Raúl Figueroa en Flammarion al al 5100, en la zona sur de la ciudad. Rosario se queda sin servicio de taxis durante la madrugada y la mañana del día posterior.
Miércoles 6 de marzo. Alrededor de las once y media de la noche. Asesinan de la misma forma a otro taxista, Diego Alejandro Calentano, en Alvear y Garmendia, también en el sur rosarino. En estado de total consternación, los conductores de taxis vuelven al paro.
Jueves 7 de marzo. Poco antes de la siete de la tarde, todavía a plena luz del día. Un joven para un colectivo de la línea K en Mendoza y Méjico, zona oeste. Cuando la puerta se abre, sin que le tiemble el pulso le descerraja al menos tres disparos al hombre que manejaba el trole. Alcanzan a trasladarlo al Heca en estado desesperante. La UTA ordena guardar todos los coches y se decreta un paro del transporte urbano e interurbano, que todavía continúa.
Mismo jueves. Seis impactos de balas en las paredes de la comisaría 15, en Sarmiento y Ameghino. Minutos después, prendieron fuego un taxi en Pasco y Liniers.
Viernes 8 de marzo. Por el temor reinante a nuevos atentados, comienzan a suspenderse actividades. Se anuncia la postergación de la marcha por el 8M, que prometía ser multitudinaria, porque siempre lo es y porque el contexto nacional así lo anticipaba.
Mismo viernes. Desde el gobierno provincial salen a anunciar que, en diferentes allanamientos, logran detener a unas 20 personas que estarían vinculadas con los asesinatos de los taxistas y con el ataque al colectivero. El gobernador Pullaro dice que seguirá luchando “sin tregua” contra las mafias y el narcotráfico y el ministro de Seguridad Cococcioni asegura que no se sentará “a negociar con la ranchada”. La ministra Bullrich anuncia que se activa el Comité de Crisis y que enviará refuerzo de Fuerzas Federales a Rosario, con logística del Ejército Argentino.
La Justicia elige ser cauta. Buscan pruebas, testigos, indicios, patrones. En esa tarea, logran determinar que los dos taxistas fueron asesinados por la misma arma, con balas policiales. El dato es impactante. Tan impactantes como las fotos que el gobierno provincial decidió hacer públicas, de presos de alto perfil alojados en el penal de Piñero, con los torsos desnudos, esposados y sentados en el piso, al estilo Bukele en El Salvador. Las imágenes se publicaron el martes por la tarde y los asesinatos a trabajadores comenzaron esa misma noche. La Fiscalía no descarta esta hipótesis como posible móvil de los crímenes que enlutan y conmueven a Rosario.
Ese viernes por la noche, cuando se respiraba un ambiente muy pesado en la ciudad, la noticia fue la fuerte tormenta que azotó a la región. El aguacero, el granizo, las ráfagas de viento, para muchos fueron un desastre. Para otros, un alivio.
Sábado 9 de marzo. Mientras la ciudad intentaba recuperar un poco de clima festivo con el partido de Central en el Gigante o el Cumbión del Paraná en la ex Rural, otra vez un sicario apareció como un fantasma, esta vez para matar a sangre fría a un joven playero de la estación de servicio de Mendoza al 7600. Dos balazos en el pecho y uno en la cabeza. Inmediatamente, todas las estaciones de Rosario dejaron de expender combustible y colocaron conos frente a los surtidores. La ciudad empezaba a quedar inmóvil por el terror.
Domingo 10 de marzo. La sensación es insoportable. Circulan muchos rumores, trascendidos, fake news, sobre nuevos ataques. Dolorosamente, una de las informaciones que se filtran se transforma en realidad: pasado el mediodía, desde el Heca confirman que muere el colectivero Marcos Daloia, que había sido atacado el jueves en zona oeste. Otra familia queda desolada.
Mismo domingo. Balean el Order, como se conoce al complejo penitenciario de bulevar 27 de Febrero al 7600. No hay heridos pero sí hay nota. En este caso, apuntada a personas que se encuentran privadas de la liberdad.
La ciudad entra en pausa por el terror. Será un lunes sin clases en todos los niveles, sin colectivos, sin taxis, sin recolección de residuos, sin médicos en los centros de salud provinciales. Rosario, paralizada por el terror.
Esa sensación de inmovilidad se rompió allá por las nueve de la noche de este domingo. En el tenso ambiente de la ciudad, sonaron las cacerolas, los bocinazos, los aplausos. El reclamo nació en el centro y fue capilarizando hacia los márgenes de la ciudad. Duró un rato, pero fue fuerte.
Este es un comienzo de semana con conmoción. En realidad, las palabras se acaban ante este tipo de circunstancias. Se requieren acciones. Este lunes llegarán a Rosario la ministra de Seguridad de Nación, Patricia Bullrich, acompañado de Luis Petri. Darán una conferencia junto al gobernador Pullaro y el intendente Pablo Javkin. Vendrán muchos uniformados. O al menos eso se espera, para empezar.
Por ahora, el terror va ganando. Y ya se sabe; el terror paraliza.