Barbijo, protocolo, ingresos separados, alcohol, toma de temperatura, distanciamiento, burbujas, bancos sin compañero y recreos con espacios determinados para evitar el covid. Todo esto, y un tobogán de sensaciones vivieron las niñas y niños que regresaron a la escuela.

“Como siempre, los chicos nos sorprenden. Realmente siempre te dan una mirada diferente a la realidad que uno cree ver. Están sumamente contentos viniendo a la escuela, están disfrutando de estar”, afirma Susana Quarticelli, licenciada en Calidad Educativa y directa desde 2005 del nivel inicial y primario del colegio Edmondo de Amicis, Nro. 1296, al analizar cómo transitaron los alumnos la primera semana de escolaridad presencial.

Destaca que en la escuela se habla “de lo que se siente, de lo que se piensa y de lo que se hace, porque en este momento el hacer es cuidarnos, entonces de eso tenemos que hablar mucho, pero sin perder de vista lo que sentimientos. Ellos están ante algo que no se ve, ante algo que cuentan los adultos cómo es ”y agrega que “no podemos hacer de cuenta que es todo normal pero con barbijo. ¡No!. La realidad cambió, entonces hay que abordarlo de una manera en que todos sepamos que nos estamos comprendiendo. En la escuela circula mucho lo que sienten y circulan mucho las emociones. Si están cansados porque no pueden respirar mucho por el barbijo, pueden decir qué les pasa, y encontrar que hay otro que los contempla, los ve, y les dice lo que hay que hacer”, agrega.

Quarticelli fue, en 1987, la primera maestra que tuvo la primaria de la escuela cuando inauguró. Hoy además de ser directora, es docente de Filosofía de 1º, 2º y 3º grado, clase donde abordan las emociones, y buscan soluciones a posibles conflictos. Afirma que en ninguno de los grupos que transitaron la primera semana en la burbuja, “se nota una angustia”, pero dijo: “Se nota mucha responsabilidad de ellos en lo que hay que hacer, porque ellos no se paran en la queja, es muy raro que un niño se pare en la queja”.

Sobre el mueble detrás de su escritorio en el primer piso de la escuela, está Winnie, un oso con uniforme escolar, que se ajusta al protocolo anti covid con barbijo y máscara, como usan las docentes frente a las aulas. El jueves durante la clase de filosofía con segundo grado, el oso fue presentado a los alumnos para charlar sobre cómo se sintieron, las emociones experimentadas en tiempo de pandemia y repasar los protocolos. “Les dije que le íbamos a tomar la temperatura ya poner alcohol en gel en las manitos. Comenzamos a analizar qué pasaba si tenía temperatura, y así abordamos el protocolo: si tiene temperatura lo a llevar a la sala de aislamiento, vamos a llamar a los papás y como no tiene ficha de datos, le vamos a armar una al oso para que lo vengan a buscar. Le pusimos el alcohol en gel, le tomamos la temperatura, y tenía 0 grados. Ahí comenzó el debate, llegaron a la conclusión de que no es un ser vivo. Terminamos hablando de eran eran los seres vivos y salimos al patio a tomarle la temperatura a las plantas, a ver qué pasaba. Y a pesar de ser seres vivos, la temperatura era 0. Todo eso disparó la conversación: el barbijo, la temperatura y los cuidados ”, relata sobre una de las clases que tuvo a cargo.

Primera prueba


Quarticelli afirma que los alumnos “no vienen con temor, no juegan con temor, ni están en clases con temor, pero también dependen mucho del adulto que tienen enfrente. Nosotros tampoco se los tenemos que infundir. Decirle a un chico que pronto vamos a volver todo para atrás, oa estar encerrados todos de nuevo, no va. Vamos a apostar a lo otro, vamos a apostar a mayor presencialidad, a que todo va a estar mejor ”.

Además asevera que el tiempo será fundamental para saber si la escuela es un lugar de contagio o no y que el hecho de que hayan podido concurrir a clubes y colonias, les dio un marco de seguridad. “Los niños también cambiaron la percepción sobre la enfermedad. A veces cuentan que 'fulano tiene coronavirus', o 'la mamá de mengano está enferma', pero ahora es algo a transitar. Saben que está la vacuna circulando, y estuvimos hablándolo. Saben que todos estamos haciendo algo en pos de estar mejor, y me parece que eso les crea seguridad, es un abanico que se abre diferente”, se explaya.

La importancia de la mirada


La directora afirma que hablaron mucho en las reuniones virtuales con las familias, antes del comienzo. “La escuela es un lugar seguro, como es casa, tenemos que rescatar y volver a tener lugares seguros. Estamos haciendo todo lo posible, sabemos que no tenemos una fuerza superior que va a evitarlo (al coronavirus), pero si vamos a hacer todo lo posible para que ellos estén bien. Como docente pienso que el niño hace todo lo posible para aprender, todos estamos haciendo lo mejor”, asegura.

“Les pedimos a las familias que vengan tranquilas. Porque también está el temor de los papás que no es el mismo temor que tienen los niños. Les pedimos que los niños vengan con sus propios temores, no con los de los de los padres, porque esos son imposibles de cargar. Si hay alcohol para las manos, si hay distancia, si hay barbijo, se reduce al mínimo la cuestión del contagio”, expresa.

De los 435 alumnos que tiene la primaria, están concurriendo la mitad y los padres no pueden ingresar, salvo en casos especiales que así lo requieran. “El protocolo se está cumpliendo en su totalidad, pero no hay que olvidar que son niños”, resume.

Sabe que no es fácil para los padres dejar a sus hijos, en medio de la pandemia y en un momento donde los casos positivos de covid suben en la ciudad, pero afirma que “ninguna familia manifestó que no iba a traer”. “Creo que todos entendimos que de esto salimos juntos entre todos, y entre todos están los chicos. No es familia y escuela, es familia, niños y escuela. Todo esto para mí es muy rico para trabajar en Filosofía con los chicos, pero hay que abordarlo de una manera muy sana, y el adulto tiene que tener un eje que a veces, es difícil”, destaca.

Un lugar común


La docente afirma que los niños rescatan que ven a sus compañeros, la presencialidad y si bien afirma que en su caso la comunicación fue muy fluida el año pasado, reconoce que “les faltaba el amigo al lado, el compañero, y las dificultades que se tienen día a día. También cargaron con cuestiones organizativas de las familias que a veces eran muy difíciles de llevar adelante, ahora también los horarios no son fáciles, pero lo compensan con ver a su par. El año pasado hablábamos de algo totalmente desconocido y cada uno en su casa lo hacía como podía, este año hay un lugar común para hablarlo, que es la escuela”.

El recreo y los nuevos juegos


La popa, las escondidas o los juegos de contacto, no están permitidos dentro del protocolo escolar, por eso se pensaron otras alternativas para los dos momentos en que los chicos no están en el aula. “Les planteamos un ta-te-tí donde cada uno tenga sus tapitas de gaseosa de color, entonces se comparte nada más que el tablero y después los juegos que tienen que ver con pintar o dibujar. Pero vemos que ellos lo que disfrutan es la charla en común. Los vemos, desde los más chiquititos, a los más grandes, sentados en el piso charlando y compartiendo el recreo, eso es lo que más los vuelve al lugar central de la escuela ”, explica.

Los niños te muestran que el entorno te condiciona, pero no te determina. Ese es el desafío que ellos nos plantean cada día al entrar a la escuela”, resume.

Protocolo escolar


Si un docente tiene síntomas, éste se aísla de la burbuja, se queda en su casa y se hisopa. La burbuja escolar sigue funcionando con otro docente, no se aísla. Si al docente le da positivo, se queda en su casa hasta que le den el alta, pero los chicos siguen en la escuela.

En el caso que un niño tenga un familiar con covid, el que se aísla es ese niño en su casa. Se aislará la burbuja del grado cuando haya varios casos positivos en niños. Si no, la burbuja sigue funcionando. “Si detectamos que hay un niño con temperatura al ingreso, durante la mañana, se aísla en una sala especial y se llama a los papás para que lo vengan a buscar”, agrega Quarticelli.