En toda historia de superhéroes, los buenos son recontra buenos. Y esta es así. Instrucciones: abrir el mapa argentino, buscar Paraje Santa Ana en El Impenetrable chaqueño. Un despejado en medio del monte a 90 km de Taco Pozo, el pueblo más cercano que alberga con comodidades domésticas a su población.
En el medio del monte donde muchas cosas pasan en puntitas de pie, sin que se nadie se entere, atiende el teléfono Gloria Cisneros, una maestra que vive lejos de su familia de lunes a viernes, para vivir en una escuela a dar clases. En el mes de la educación es una de las “caras” de la campaña con la que Fundación Varkey busca reconocer la tarea de los docentes del país. Para ellos, desde paraje La Sara, Gloria es una de las mejores maestras del mundo.
“La verdad es que acabo de leer el anuncio, los papás de los chicos están como locos de alegría. Para mi es un orgullo que destaquen una labor tan importante como la docencia. Esto es de todos”, dice desbordante Gloria.
Destacar la labor de los maestros rurales es mucho más que una distinción para la docente. Es una medalla enorme para el sistema que intenta educar a los niños más postergados y vulnerables de la Argentina. En el nombre de Gloria hay cientos, tal vez miles, en todo el país.
“Siempre viví en Taco Pozo, mi familia es de allí. Pero prácticamente la escuela es mi casa. Estoy acá de lunes a viernes y vuelvo al pueblo los fines de semana. Mi marido trabaja en el campo, tengo una hija en la universidad en Tucumán y otro niño más pequeño. Nos vemos poco, pero también nos tocó esto. Cuando nos podemos reunir estamos felices”, dice Gloria.
En moto recorre los 90 kilómetros que separa su pequeña ciudad del paraje rural en el medio del Impenetrable. Es docente por necesidad. Descubrió su vocación estudiando el magisterio ya siendo madre de dos niños porque necesitaba dinero. En el cursado sintió como un latigazo en el cuerpo develando esto que hoy hace. Enseñar a leer y a escribir a los más pequeños.
“Siento que trato de hacerlo desde lo que tengo. Nunca pienso en lo que no tengo. Los acompaño para que no abandonen los estudios y sigan en la escuela. Conseguirle una computadora, una beca, los calzados, una colcha o un colchón para la noche. Son tantas cosas que puedo ayudar desde mi posición”, explica desde el monte la docente.
La fundación Varkey es una organización global cuya misión es que cada niño tenga un gran maestro. Cree en una educación de calidad y trabaja para mejorarla día a día. Para ello diseña e implementa programas de formación dirigidos a directivos de escuela y docentes promoviendo la excelencia educativa. En su campaña le piden a la población: ¿Conocés a un gran docente? Contános brevemente su historia y lográ que su rostro sea conocido en todo el país. Así llegó Gloria.
“El lunes no como porque no tengo tiempo. La distancia entre la casa y la escuela no me deja tiempo para eso. Son 90 kilómetros, llego en moto apurada muchas veces, me saco el polvo del camino, me pongo la chaqueta y doy clases hasta las cinco y media de la tarde. Acá las docentes somos una segunda mamá, muchos de los chicos se quedan aquí a dormir y hay que cuidarlos. En el albergue se crea un hogar donde a los chicos intentamos que no les falte nada”, explica Gloria.
Cada niño tiene un potencial único. Ninguno de ellos es un caso perdido. Tenemos que ser capaces de descubrir ese potencial, apoyarlo y alentarlo
Para los que destacan el simbolismo que representa el trabajo de Gloria, los maestros tienen a cargo la mayor responsabilidad social en el país. Educar y acompañar a los más chicos. La campaña #GraciasDocentes, les agradece a nuestros maestros por su labor diaria, con rostros reales que le pongan cara a la educación argentina.
“Soy docente de 15 alumnos, de primero a séptimo grado”, explica Gloria. “Vienen a la mañana, damos clases de apoyo a la tarde. Tengo alumnos oyentes de 3 a 5 años, que también les doy clases a la tarde para prepararlos para primer grado: cómo agarrar el lápiz, cómo escribir en los renglones, enseñarles el mecanismo de aprendizaje”, explica con pasión la docente.
En Taco Pozo, la ciudad más cercana, viven poco más de 8000 habitantes. En el paraje rural La Sara son poquísimos. No llegan a 20. Metidos en el medio del monte la maestra pide a la distancia lo que le falta.
“Nos falta de todo. Porque los recursos se agotan siempre. Logramos refaccionar el albergue donde viven los chicos, pero nos faltan utensilios de cocina, ollas, cubiertos, elementos para cocinar. Y los chicos mientras crecen siempre necesitan ropa, calzados, abrigos, útiles. Nunca alcanzan las cosas”, dice.
A mil trescientos kilómetros del corazón del país, donde se deciden muchas veces donde poner los escasos recursos del estado, Gloria no pide nada, solo cuenta que a veces nadar en el medio del monte es difícil. Enseñar a leer y escribir y sobre todo insistir a las familias que no dejen que sus hijos abandonen la escuela. Es su lucha sobre todas las luchas. Evitar que los chicos dejen la escuela.
“Cada niño tiene un potencial único. Ninguno de ellos es un caso perdido. Tenemos que ser capaces de descubrir ese potencial, apoyarlo y alentarlo. Esos niños necesitan apoyo, comprensión y mucha dedicación. Tenemos que aprender a mirar el potencial de nuestro niño y trabajar con eso”, explica emocionada Gloria antes de perder señal desde el monte.
Gloria Cisneros, maestra rural del Impenetrable chaqueño del paraje Santa Ana. Me tuvo que enviar en vivo su ubicación, porque era difícil encontrarla en el Google maps. Perdidos, disfrutando de una pelea, en la que claramente, no están solos.