Por orden del gobierno entrerriano, la quema de pastizales está prohibida hasta fin de febrero y señalaron que los incendios de ahora son producto de rosarinos que acampan sobre la ruta. Una imagen de la NASA mostró que los incendios ilegales se ubican isla adentro. Sin embargo, detrás del humo se esconde un problema gravísimo, complejo y viejo. También los responsables de resolverlo.
La imagen tomada por un satélite de la NASA y aportada por la organización El Paraná no se toca, muestra dónde están los focos de incendio de los últimos cinco días: isla adentro.
“En una zona de difícil acceso”, precisó la periodista especializada en ambiente, Jorgelina Hiba, a Rosario3. Fue Hiba quien compartió la imagen en su cuenta de Twitter para poner de manifiesto la contradicción (o desidia) del gobierno entrerriano que había prohibido hasta el 29 de febrero cualquier quema.
La quema de pastizales es una práctica propia de la ganadería pampeana, que también se realiza en los humedales entrerrianos y para la cual, de ese lado del río, se necesitan permisos especiales. Y control. Parece que no hubo ni lo uno ni lo otro.
El cuadro se agrava –llamó la atención Hiba– si se recuerda que se trata de un área protegida. Y si se miran los variados y múltiples efectos de la quema, que no sólo daña la flora y fauna de los humedales, sino que supone un problema de salud pública, por el humo que afecta las vías áreas; y de seguridad vial, por la humareda negra que atraviesa la ruta.
Sin control estatal, y un clima que no acompaña –sequía, viento norte y calor–, hay que agregar además la falta de recursos.
Un informe reciente de la Fundación Argentina de Recursos Naturales (Farn), que analiza las partidas presupuestarias de Nación destinadas a aspectos de protección del ambiente año tras año desde 2013 hasta 2019, detectó una disminución considerable.
En el sitio especializado dosambientes.net, se muestran dos ejemplos: el programa “Acciones de Protección Civil, Prevención de Emergencias y Alerta Temprana a Desastres” pasó de tener una partida de 92 millones de dólares en 2017 a 57 millones dos años después. Además, cuando el manejo del fuego pasó de la órbita de Ambiente a Seguridad los fondos se redujeron hasta un 90% en dólares.
“Es algo medio loco que sigamos dependiendo de la lluvia y el agua”, observó Hiba. Pero por más descabellado que parezca, en pleno 2020, la única solución parece tener que venir del cielo.
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