“El estudio no te hace mejor ni peor que otra persona. No te hace ‘alguien’, porque todos ya somos ‘alguien’ en la vida; lo que el estudio permite es formarte una coraza para combatir la vida”.

La frase que encabeza este artículo no la dijo ningún pensador de la educación ni algún otro intelectual argentino. Salió de boca de Gastón Barrios, un joven rosarino que hoy enseña violonchelo en el colegio San Juan Diego, ubicado en el corazón de barrio Travesía, quien para poder llegar a ser profe de música debió hacer grandes esfuerzos y contar con la ayuda de otros, ya que la situación económica de su familia no le permitía moverse con libertad.

Mientras cursaba el secundario, en 2013 Gastón se anotó en un programa de orquestas escuela y empezó a tomar clases de violín. Su desempeño con el instrumento fue tan bueno que llamó la atención de una “mediadora” de la fundación Fonbec, una fundación que tiene filiales en todo el país y que conecta a chicos con gran potencial y bajos recursos con “padrinos” o “madrinas” que los apoyarán económicamente para poder cursar sus estudios. Esa recomendación de la mediadora fue el puntapié inicial para que dejara de pensar en el dinero que iba a necesitar para formarse y se enfocara en cumplir su sueño.

El surgimiento de una gran idea

La fundación Fonbec (Fondo de Becas para Estudiantes) nació en Córdoba, en 1999, de la mano de su actual Director Ejecutivo, Facundo Garayoa. Su idea fue conseguir personas que quisieran apoyar económicamente a niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad socio-económica que tuvieran ganas de estudiar. Hoy Fonbec tiene más de 2.000 becarios en 16 ciudades de Argentina y 2 ciudades de Bolivia, que gracias a ese incentivo económico pueden llegar a ser profesionales.

El libro "Soñar sin límites", que se editó este año,  recopila y cuenta la historia de 16 jóvenes que “le ganaron a la adversidad, apostaron al estudio y encontraron su lugar en el mundo”, según dice en su tapa. Son chicos y chicas de todo el país que crecieron en ámbitos complicados, a los que se les murieron sus padres siendo muy pequeños, o su familia no tenía un ingreso económico suficiente, y que mostraban notables habilidades en diferentes campos de la cultura. Todos ellos, incluido Gastón Barrios, pudieron hacerlo gracias a sus mecenas.

Héctor Nucifora fue uno de los primeros padrinos de Fonbec y es voluntario de la filial Rosario, que viene trabajando en la ciudad desde hace 12 años. “Cuando me llegó la información de qué es lo que se hacía en esta fundación, me contacté con la encargada de la filial Rosario y me ofrecí a apadrinar a un joven. En ese entonces, había solo dos chicos apadrinados acá. Me ofrecieron el tercero y desde ahí, hemos logrado crecer hasta alcanzar un número superior a los 200 chicos, algo que nunca pensamos”, dijo Nucifora en Punto Medio, por Radio 2.

El sistema es de tipo “scouting” y tiene facilitadores de la información de los potenciales becados en todos los barrios: se les llama “mediadores”, y son docentes o vecinos voluntarios que por el conocimiento personal de los estudiantes son quienes proponen a Fonbec a los candidatos a recibir la beca. También cumplen un rol preponderante una vez que se les asigna la ayuda: son quienes pagan las becas, hacen un seguimiento personalizado de los estudios y facilitan las reuniones entre padrinos y becarios.

Según Nucifora, “lo que se da es una ayuda económica, pero no se queda sólo ahí. El aporte no le va a salvar la vida: lo enriquecedor es el acompañamiento que se hace a la persona ayudada. A partir de que el chico escribe una carta al padrino, presentándonse y contando qué sueños tiene, nosotros promovemos el encuentro entre ellos y después de eso, empieza a edificarse la relación humana a lo largo de su vida”.

“Los chicos se integran a tu familia, nosotros participamos de sus logros y se va generando una unión hermosa. Y así llegamos a que chicos que vinieron de la pobreza se reciben en el ámbito terciario o universitario”, añadió.

Los chicos reciben un aporte económico para poder estudiar. 

Gastón, el profe de violonchelo

“La ayuda de la fundación llegó a mi vida cuando yo estaba en cuarto año del secundario a través de Inés Rizzo, la coordinadora de la filial Rosario y una de las mediadoras”, dijo Gastón en Radio 2.

“Yo en ese entonces hacía mis primeros pasos musicales dentro de la escuela orquesta San Juan Diego, donde estaba estudiando como instrumento principal el violín, y ya en ese año me había anotado a la nivelación del profesorado de música. Pero lamentablemente se me dificultaba costear el gasto de transporte. La situación económica de mi familia era complicada, como la de muchas otras personas que se quieren plantear una salida educativa y no pueden. Mi mamá es madre soltera y no podía encontrar trabajo al estar a cargo de chicos tan jóvenes como mi hermana y yo. Así que no tenía muchas expectativas de poder lograrlo”.

Pero Gastón recibió un llamado que le cambió la vida: a través de la ayuda de un padrino, al que no conocía, iba a poder cursar el profesorado. “Fonbec ha sido un pilar importante para mi desarrollo académico y me ha dado una mano cuando más lo necesitaba. Fue un gran aporte para la formación de esa coraza de la que hablé  y para poder estar un poco más cerca de la meta de vida que siempre quise alcanzar”, dijo emocionado.

Gastón llegó a Rosario a los 6 años procedente de Quitilipi, Chaco, junto a su mamá (recién separada) y su hermano. Recién en 2014 pudieron dejar la vivienda de chapa en la que vivían los tres y mudarse a una casita propia, dentro del barrio que formó parte del proyecto de Madres de Plaza de Mayo de reparación histórica del derecho a la vivienda digna para pueblos originarios. Gastón, ya convertido en profesor de música, no se olvida de sus orígenes.

“Actualmente soy el coordinador de mi comunidad Qom, estoy al frente de 130 familias en la zona norte de Rosario, y es un desafío poder llevar adelante la gestión comunitaria, ejecutando todo lo que tenga que ver con la juventudes indígenas y la educación intercultural bilingüe. Es completamente ad honorem y lo hago para reivindicar a las comunidades originarias”, dice el profe.

¿Por qué?

Héctor Nucifora dijo que su motivación, tanto como la de los otros padrinos y madrinas que hay en el país, es muy simple: ayudar al otro y pensar a la educación como pilar del progreso del país: “Nosotros entendemos que el avance de estos chicos en la vida es a través de la educación: no hay otra. Ellos sienten que no pueden, pero sólo necesitan que alguien los convenza de que sí pueden desplegar sus sueños. Una vez que se convencen de eso, son imparables, porque tienen valores incorporados como el esfuerzo, el sacrificio, la humildad. Una vez que alguien que no los conoce, les dice 'creo en vos, vení que te acompaño', ahí explotan de una manera increíble. Y eso nos enriquece a los chicos tanto como a nosotros. Crecemos todos”, comentó.

“Quienes deseen ayudar no necesariamente tienen que tener una buena posición económica: lo único que no puede faltar es ganas. Hay padrinos que son personas individuales pero también hay empresas que apadrinan a varios becarios. Y a estas empresas les pedimos que algún empleado cumpla el rol de padrino, más allá del aporte económico de la empresa, para que no se pierde el contacto personal”.

Según se manifiesta en la página web de la Fundación, su misión “es educativa, integral, circular y vinculante. Educativa porque creemos en este medio como la herramienta básica de transformación y promoción social del ser humano; integral porque sabemos que el progreso del estudiante genera un impacto positivo en él, en su familia y entorno; circular porque promovemos que nuestros egresados se comprometan con la educación de otras personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica (como hoy hace Gabriel en su comunidad Qom); y vinculante porque buscamos personas que quieran y puedan ayudar a estudiantes que lo necesitan, con aportes económicos mínimos, promoviendo una buena comunicación entre ellos”.

Un auténtico círculo virtuoso. Un soplo de aire fresco en el país del “acá no se puede” o “acá está todo mal”. Una luz de esperanza: porque no todo está perdido mientras haya alguien que viene a ofrecer su corazón.

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Fonbec tiene su sede en el coworking La Maquinita (Rodríguez 101) de lunes a viernes de 9 a 13. Los interesados se pueden contactar también a través de sus propias redes sociales (Instagram y Facebook). Su página web es Fonbec.org.ar.