La idea del gobierno provincial de reflotar el proyecto del Puerto de la Música pero en un lugar distinto al pensado originalmente –en el municipio de Granadero Baigorria, pegado a Rosario, y con articulación público-privada–, entusiasmó a actores políticos de peso y empresarios. Pero generó un fuerte rechazo en el universo arquitectónico local y también entre quienes fueron los colaboradores del autor del diseño, el brasileño Oscar Niemeyer, y que hoy están a cargo de su estudio.
“No nos consultaron nada; nos enteramos por ustedes de la posibilidad de que cambie la locación. El proyecto fue hecho para un lugar y debe hacerse en ese lugar”, dijo a Rosario3, desde Rio de Janeiro, Jair Valera, que como responsable técnico de las obras de Niemeyer –tarea que sigue desempeñando en el estudio que encabezó hasta su muerte, en 2012, el creador de Brasilia– estuvo en Rosario en los años 2009 y 2010 para supervisar las tareas que finalmente nunca pudieron comenzar porque la administración de Cristina Kirchner nunca destrabó el traslado hacia el sur de las actividades portuarias que se realizaban en el predio elegido: tres hectáreas ubicadas en la costa entre Pellegrini y Cerrito.
En el mismo sentido se expresan quienes trabajaron a nivel local el tema: el grupo de arquitectos que integraba la Unidad de Proyectos Especiales del Ministerio de Obras Públicas provincial, que estaba a cargo de Silvana Codina, que era además pareja de Hermes Binner y que acompañó al ex gobernador en el “operativo seducción” para convencer a Niemeyer para que hiciera el proyecto.
Objeciones
Antes de que la ex ministra de Cultura Chiqui González, la concejala Verónica Irizar y el Colegio de Arquitectos expresaran su oposición a la idea de relocalizar el Puerto de la Música en la zona de la cabecera del Puente Rosario-Victoria pero del lado de Baigorria, Codina escribió un texto que circuló entre colegas suyos y dirigentes del socialismo con argumentos que explican la localización elegida en 2008 y cuestionan el eventual traslado.
Allí se describe el Puerto de la Música como “una unidad con el contexto, la ciudad de Rosario, y una unidad constituida por dos esferas que se ensamblan interiormente a nivel del río Paraná sin barrancas: allí donde la llanura se funde con el agua, sin más”.
Para ella, como para el Colegio de Arquitectos, llevar ese proyecto –y en realidad cualquier otro de autor– fuera del lugar para el que fue pensado lo desnaturaliza. Más en este caso, donde los terrenos tienen características muy diferentes. Por ejemplo: uno, el de Rosario, está al ras del agua, el otro, el de Baigorria, tiene una barranca pronunciada que alejaría el edificio del agua. “A más de 10 metros de distancia del agua en altura, sobre una barranca, se perdería el ensamble entre materia y forma, se perdería su interioridad y de esta forma se estaría afectando también su espiritualidad”, señala el escrito.
Pero además, también los contextos urbanos son diferentes: el Puerto de la Música fue concebido como el final de todo un paseo costero que la ciudad recuperó en un proceso que duró décadas y que requirió, como se plantea en este caso, el traslado de las actividades portuarias que se desarrollaban desde Puerto Norte al sur. En esa lógica, Niemeyer lo complementó con otro proyecto suyo que quedó en la nada: el Paseo de las Artes Lucio Fontana, una pasarela con réplicas del gran artista rosarino que conectara el Puerto de la Música con el Anfiteatro Humberto de Nito y el Monumento a la Bandera, con parada obligada en El Sembrador, la gran obra de Fontana ubicada en la barranca del parque Urquiza sobre avenida Belgrano.
Otra cuestión que señala Codina, que en 2008 realizó el proyecto ejecutivo a partir del anteproyecto de Niemeyer y tres veces se reunió con él en Brasil para revisarlo, es la vinculación que se había pensado entre la obra, y la actividad cultural allí prevista, con el corredor gastronómico de avenida Pellegrini.
Si bien hay otras fuentes arquitectónicas consultadas por Rosario3 que se mostraron más abiertas a la posibilidad del traslado de una obra pensada para un lugar a otro, en este caso en particular ponen reparos: “Hay cuestiones éticas, porque acá el arquitecto que hizo el diseño falleció y no se lo puede consultar. Entonces, ¿quién va a ser el arquitecto que ponga la firma para esto?", dicen. Pero además también consideran, como Codina, que es fundamental el tema de las alturas y las diferentes características de los terrenos: “En Baigorria, sin ese diálogo directo con el río que pensó Niemeyer, va a ser como un chajá con una frutilla arriba”.
Jair Valera es claro en ese sentido: “Si se decidiera en otro lugar hay que redefinir el proyecto. Hay varios componentes de la obra pensados de acuerdo al sitio en el que fue programado. La opinión del equipo de Niemeyer es que se debe hacer en el lugar original; nunca supimos de otro lugar”.
La oportunidad
La pregunta es si ante las dificultades ya planteadas en su momento para hacer el Puerto de la Música en los muelles de avenida Belgrano y Pellegrini y el abaratamiento de costos que implicaría hacerlo en Baigorria, no vale la pena igualmente intentar que se concrete el único proyecto de Niemeyer, uno de los grandes maestros mundiales de la arquitectura moderna, en la Argentina. Algo que, en base a experiencias en otros lugares del mundo como el efecto que tuvo la instalación de una sede del museo Guggenheim en Bilbao, se espera que genere no solo beneficios culturales sino también económicos para la ciudad y la región.
En ese sentido, el intendente Pablo Javkin, que participó junto a su par de Granadero Baigorria Adrián Maglia en reuniones con el gobernador Omar Perotti en las que se analizó este tema, dijo que “serìa importante que esa obra se pueda hacer, es un sueño de Hermes Binner con la que todos los que tenemos responsabilidad de gobierno nos tenemos que comprometer”, y remarcó dificultades que plantea la locación original: la principal es la situación de los muelles.
“En la ex zona franca de Bolivia (lindera al terreno que se había pensado para el Puerto de la Música) hemos despejado la vista al río pero no podemos sacar las rejas y que la gente transite por allí porque en ese lugar hubo hundimientos e incendios”, explicó. Y estimó que eso solo ya implica sobrecostos de entre 40 y 45 millones de dólares solo para el arreglo de esos muelles.
“Cuando se pensó el proyecto no existían los problemas de bajante y hundimiento de muelles que tenemos ahora”, recordó. Y si bien dijo estar dispuesto a discutir otras posibles locaciones si la provincia avanza hacia la concreción de la obra –algo que aun cree que está verde y que por lo tanto el debate es “abstracto”– dejó muy en claro que la locación junto al puente Rosario-Victoria le parece más que potable. “El parque de la Cabecera es un proyecto metropolitano donde ya se estudió esta posibilidad. No nos es ajeno, forma parte del tejido metropolitano de la ciudad”, insistió.
En el mismo sentido, la concejala peronista Norma López, si bien fue cauta porque aún no hubo un anuncio oficial y cree que también hay que contemplar el contexto económico general, consideró que en el lugar original van a aparecer las mismas dificultades que ya frenaron la obra, pues el terreno en cuestión sigue teniendo actividad portuaria. Y opinó que si existe la oportunidad de hacerlo en la cabecera del puente hay que tomarla. “Para todo lo que significa Rosario ponerlo en un ámbito tan cercano y que valoriza a toda la región podría ir”, respondió ante la consulta de Rosario3. Y se pronunció a favor de abrir un diálogo con todos los sectores que hacen a la cultura, la economía y la producción para analizarlo.
En la otra vereda, su colega socialista Verónica Irizar sostuvo que el Puerto de la Música es “un proyecto de la ciudad”, que así se soñó, y que la Nación debería hacerse cargo del arreglo de los muelles para que se pueda realizar en el emplazamiento original.
Fuentes que trabajaron en el proyecto técnico, en tanto, aclararon que el muelle donde fue pensada la obra es de piedra, y si bien requiere tareas de adecuación, las mismas ya habían sido previstas en la licitación que en su momento se completó para iniciar los trabajos (las empresas ganadoras no pudieron ingresar al predio porque lo impidieron trabajadores portuarios). Igualmente, el arreglo de los muelles que mencionó Javkin, los de la ex zona franca, serían imprescindibles para que también el entorno del Puerto de la Música sea transitable y se complete todo el entramado previsto por Niemeyer, con el Paseo de las Artes Lucio Fontana incluido.
Los planes, las posibilidades
Otro argumento de quienes defienden la localización original es que el proyecto estaba contemplado en el Plan Estratégico Rosario (PER) desde 1998. En rigor, en ese documento lo que figura es la iniciativa de construir un “Estadio de la Música”, un espacio para realizar espectáculos de nivel internacional, pero sin definir ubicación. En el de 2008, ya con el diseño de Niemeyer realizado, sí se incluyó el Puerto de la Música en avenida Belgrano y Pellegrini.
En el PER de 1998, además, se contempla una posibilidad que es eje central de la idea que ahora se plantea Perotti para la cabecera del Puente Rosario-Victoria: que el financiamiento se realice a través del aporte de privados, que –en el plan del gobernador– a cambio obtendrían tierras fiscales ubicadas en la misma zona para realizar allí emprendimientos inmobiliarios, en un modelo que ya se aplicó en de caso de la reconversión del Batallón 121. “El Estadio (de la Música) puede ser parte de un complejo que cuente también con otros espacios, instalaciones y servicios vinculados a la diversión, la recreación y el esparcimiento, los que pueden contribuir a garantizar la rentabilidad del emprendimiento. Este proyecto podría ser encarado por el sector privado con apoyo del sector público local y provincial o por la Municipalidad con participación del sector privado”, sostiene el documento del 98.
Claro, la realidad hoy es muy otra. Porque la respuesta que las gestiones locales dieron a ese planteo de 24 años atrás se convirtió en un proyecto concreto, el Puerto de la Música. Que, como dijo Irizar, es un sueño que la ciudad tomó como propio y que fue pensado para un tiempo y un espacio determinados por dos personas que ya no están: Binner y Niemeyer.
Entonces, si no se hace de la manera tal como fue planeado por ellos, ¿muere junto a sus mentores también la posibilidad de hacer la obra? ¿O hay que tomar la oportunidad con las posibilidades que se plantean en este otro tiempo y en este nuevo espacio? La arquitectura y la política tienen, al menos por ahora, respuestas diferentes.