Aunque hoy lo veamos como algo natural, existe una condición primaria y excluyente para que ocurra un debate presidencial: un sistema de gobierno democrático que lo permita. Es éste el que da lugar a la pluralidad de ideas para que florezcan, se compartan, se debatan y se mejoren. Afortunadamente, y hace ya 40 años, es algo con lo que hoy Argentina cuenta. Si no miren a Cuba, Venezuela, Irán, China y otros tantos países donde un disenso puede a alguien llegar a costarle la cárcel o quizá la vida. 

Hace ya varias décadas los debates presidenciales comenzaron a presentarse como un ritual de la política democrática moderna. Es uno de los momentos más destacados del ciclo electoral y puede considerarse sin dudas, como un acto más de campaña. En nuestro país, el primer debate electoral se dio apenas volvió la democracia, y cuando el fantasma de la guerra volvía a acechar. 

No fue éste un debate presidencial, sino para un plebiscito, que se realizaría diez días después. El gobierno de Raúl Alfonsín trataba de aprobar el "Tratado de paz y amistad", propuesto bajo el Laudo Arbitral del Papa Juan Pablo II, y evitar un conflicto con Chile por el Canal de Beagle. Se realizó en el estudio de Canal 13 y también lo transmitió la televisión estatal ATC. La conducción estuvo a cargo del periodista Bernardo Neustadt.

Los debatientes eran el entonces canciller Dante Caputo, que reivindicaba el acuerdo como el mejor que se podía alcanzar, y dejaba para Chile las tres islas en disputa. Del otro lado, se encontraba el titular del bloque del peronismo en el Senado, el catamarqueño, Vicente Leónides Saadi. Éste acusaba al gobierno de traición a la Patria por relegar soberanía. Entonces, sobresalía una realidad incontrastable: después de la guerra de Malvinas los argentinos sólo deseaban paz.

El ministro Caputo se mostró resuelto y consistente. En tanto, el senador Saadi se manifestó alterado y levantando la voz en más de una oportunidad. Finalmente, el plebiscito fue aprobado con el 81,13 por ciento de los votos. Ante más de siete años y medio de gobiernos autoritarios, florecía el debate y nuevamente el voto popular. Éste intercambio nos regaló dos frases de Saadi que aún resuenan en la memoria colectiva: “Se está yendo por las nubes de Úbeda” y  “Basta de cháchara”

La siguiente contienda, ya de carácter presidencial, quedó solamente un intento. Fue mérito de Carlos Saúl Menem. En 1989, el programa de televisión Tiempo Nuevo, conducido por Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, intentó que el futuro presidente peronista y el candidato radical Eduardo Angeloz, intercambiaran ideas. Este debate frustrado se conoció como "silla vacía" aunque en realidad era un atril. El cual permaneció vacío al tiempo que Angeloz desenfundaba algunas de sus propuestas.

Desde entonces, pasaron más de dos décadas y media hasta que se llevó a cabo el siguiente debate, donde también hubo una silla vacía: la de Daniel Scioli. Fue en 2015, cuando cinco de los seis candidatos a la presidencia asistieron al encuentro organizado por la ONG Argentina Debate. Allí estuvieron presentes Mauricio Macri, quien finalmente resultó electo. Y también Sergio Massa, Nicolás del Caño, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá. El gran ausente fue quien mejor media en las encuestas y no quiso arriesgarse

Finalmente, Mauricio Macri y Daniel Scioli se terminaron enfrentando en un segundo encuentro de cara al balotaje. El cual también nos dejó algunas frases memorables. Como la del candidato de “Cambiemos” cuando le expresa a su contrincante del “Frente para la Victoria”: “¿En qué te has transformado Daniel?”. O cuando éste le responde “No pudiste terminar con los ‘trapitos' y querés terminar con el narcotráfico”

Los debates presidenciales son vitales en las sociedades actuales. Se parte de la coincidencia, en que hay una necesidad de deliberar sobre las diferencias. Al debatir se está reconociendo que existen desacuerdos. Discutir, refutar, contradecir y argüir ideas es una actividad pacífica y democrática. Nos permite analizar, argumentar, razonar, rebatir con aquel que no piensa como uno. Y esto puede dar lugar a ideas superadoras. Debatiendo se anula la violencia como medio para zanjar diferencias

La democracia de hoy tiene muchas deudas. Hay déficits de todo tipo, no sólo económicos y de pobreza. También de justicia, educación, inclusión, derechos humanos, transparencia. La lista es grande y sigue. Está abierta, podemos rebatirla, polemizarla, contradecirla y hasta enemistarnos con ella. Pero no olvidemos algo: tenemos la fortuna de contar con un marco de estabilidad democrática donde absolutamente todo está abierto al debate. Opine quién opine. Opine lo que opine.