El lanzamiento del chatbot ChatGPT convirtió a OpenAI, la empresa desarrolladora, en una de las compañías tecnológicas más relevantes de la actualidad. Es por esto que, durante los últimos días, generó una gran repercusión en la industria la decisión que tomó su junta directiva al despedir a Sam Altman, exCEO de la firma que nació como una organización sin fines de lucro para investigación y desarrollo en materia de Inteligencia Artificial (IA).

Aunque hasta el momento no queda claro cuáles fueron los motivos que llevaron a los directivos a remover a Altman de su cargo, lo que comunicaron oficialmente fue que se tomó esta determinación porque el cofundador de la empresa "no fue consistentemente sincero en sus comunicaciones con la junta, lo que obstaculizó su capacidad para ejercer sus responsabilidades".

En este sentido, sostuvieron que como consecuencia de esto Altman había "perdido confianza" en su liderazgo, según dice un comunicado oficial publicado en la web de OpenAI. Desde el éxito que representaron ChatGPT y otras aplicaciones de IA generativa como DALL-E, surgieron debates internos sobre qué productos son los que lanzan y de qué manera lo hacen para mantenerse alineados con sus objetivos fundacionales, que básicamente proponen un desarrollo responsable de estas tecnologías.

La ambición por crear una Inteligencia Artificial General


 

La junta directiva de OpenAI estaba integrada por seis personas, entre ellas el propio Altman y también otro cofundador, Greg Brockman, quien renunció tras el despido del exdirector ejecutivo.

Ilya Sutskever, científico jefe de la empresa y también exmiembro de esa junta, sugirió que la situación fue necesaria "para garantizar que OpenAI desarrolle AGI –que en inglés quiere decir Inteligencia Artificial General– que beneficie a toda la humanidad".

Algunos empleados interpretaron este comentario como un indicio de que el despido podría haber estado relacionado con la preocupación de que la empresa estuviera acelerando el desarrollo de esta tecnología para incrementar ganancias sin tener en cuenta su potencial impacto negativo.

Sam Altman junto a Satya Nadella, el CEO de Microsoft.

Se sabe que la empresa está en la búsqueda de desarrollar una AGI, que a grandes rasgos funciona para múltiples tareas que van más allá de la generación de texto e imágenes, con un nivel equiparable al desempeño humano. Esto implicaría que muchos empleos correrían el riesgo de ser automatizados.

A esta cuestión se refirió Emmett Shear, el nuevo director ejecutivo interino de OpenAI, que publicó en X que "la junta no destituyó a Sam por un desacuerdo específico sobre seguridad" en el desarrollo de la AGI.

"Falla en la comunicación"


 

Entre las posibles razones que desataron este conflicto también se barajó la posibilidad de que Altman estuviera pensando en proyectos de hardware como la financiación y el desarrollo de un chip de IA. Esto podría haber preocupado a algunos ejecutivos, por el hecho de que quizás el CEO de la compañía había asumido compromisos sin consultarlos.

También se habló de que el éxito cosechado tras el lanzamiento de ChatGPT y sus actualizaciones posteriores estaban poniendo el interés lucrativo por delante de los principios de OpenAI, que nació en 2015 como una organización sin fines de lucro para "garantizar que la AGI beneficie a toda la humanidad". Años después, en 2019, se estableció una nueva rama de la compañía que se ocuparía de las operaciones que sí buscaban generar beneficios, e internamente se definieron límites a los rendimientos de los inversores.

En pocos años, Altman llevó a la empresa de ser una iniciativa de investigación sin fines de lucro a convertirse en una empresa con un valor de hasta 90 mil millones de dólares para los inversores.

Sam Altman fue removido de su cargo por la junta directiva de OpenAI.

Al parecer los miembros de la junta directiva tenían cierta preocupación ante la posibilidad de que Altman estuviera dando prioridad a la rápida comercialización de productos como ChatGPT, GPT-4 y Dall-E 3, dejando en segundo plano la cuestión de la seguridad.

Esto tendría sentido dado que, durante este año, OpenAI tomó varias decisiones para mantener su ventaja competitiva en la industria de la IA. En su reciente conferencia para desarrolladores, por ejemplo, anunciaron una nueva funcionalidad para crear chatbots personalizados en base a los objetivos y necesidades de cada usuario, y esto habría enfurecido a Sutskever.

En el medio de estas versiones, el director de operaciones de la empresa, Brad Lightcap, descartó el sábado muchas explicaciones posibles y atribuyó la situación a la mala comunicación. "Podemos decir definitivamente que la decisión de la junta no se tomó en respuesta a mala conducta ni a nada relacionado con nuestras prácticas financieras, comerciales, de seguridad o de privacidad", dijo a los empleados, y remarcó: "Esto fue una falla en la comunicación entre Sam y la junta directiva".

Apoyo de los empleados y traspaso a Microsoft


 

Tras conocerse la decisión de la junta de OpenAI, casi todos los 770 empleados de OpenAI –más del 95% de ellos– firmaron una carta en la que amenazaron con renunciar a menos que Altman fuera restituido.

En esa carta, los trabajadores sostuvieron que los miembros de la junta le habían dicho "al equipo de liderazgo" que "permitir que la empresa sea destruida «sería coherente con la misión»".

Los compañeros y compañeras del exCEO de la compañía también manifestaron públicamente su apoyo hacia él en la red social X, en donde postearon el mensaje: "OpenAI no es nada sin su gente".

Microsoft, por su parte, jugó un papel importante en esta situación. El gigante tecnológico no solo ha invertido miles de millones de dólares en OpenAI y les brindó infraestructura para el desarrollo de su modelo de lenguaje, sino que además utilizó ese desarrollo para impulsar sus propias herramientas de IA, incluido un chatbot integrado en su motor de búsqueda Bing.

Es por esto que se entiende que hayan decidido abrirle las puertas tanto a Altman como a Brockman para que estén al frente de una nueva división de investigación de IA dentro de la firma, evitando que lleven su conocimiento y habilidades a la competencia. Además, no sorprendería que varios de los ahora excompañeros de ambos también den el salto hacia Microsoft.

Al parecer, Microsoft está dispuesto a igualar el salario de cualquier empleado de OpenAI que desee dejar la empresa, una manera de quitarla del tablero sin tener que salir a comprarla.

Según Havemeyer, analista de Macquarie, OpenAI podría resurgir como una organización de investigación mucho más pequeña que siga más de cerca su misión fundacional. Y algo como esto dejaría una gran incógnita para el futuro de ChatGPT, que atrae a más de 100 millones de usuarios semanales.