Unos estudiantes del interior, en la década del 60, convivieron, en alguna pensión o en algún departamento, con la radio de socia, de tablero, de código civil; aún cuando estaba inventado el Autocad pasaban su tiempo con el foco de luz, el termo, la noche larga, una espiral, siempre con la radio ahí.
Un muchacho en 1985, con un cassette en punta, un radiograbador traído de Uruguayana está a la espera de poder grabar la canción de moda. El locutor, por instinto, se mete unos segundos antes privándolo de poder obtener el tema entero, esa desgracia vintage que será motivo de infinidad de comentarios y de evocaciones cuarenta años después en distintos sitios de las redes sociales.
Una terraza en la década del 80, las chicas tomando sol, con una mezcla de sapolán y de algunos ungüentos extraños, y la radio ahí, al costado. Seguramente suena Sensaciones, o algún otro programa de “música moderna” y las locutoras anuncian imperdibles noches en discotecas rosarinas y localidades aledañas: surgen los nombres de “Calahorra”, “Kalahari”, “Acuarela” en Carcarañá, “Wacro´s”, todos ellos con la firme promesa de noches inolvidables.
Un domingo década del 70 en algún barrio rosarino, la voz de Enrique Gallardo anuncia el Almacén La Candelaria; unos tipos en el centro rosarino tratan de sintonizar La Oral Deportiva, pero el conjuro de un cielo de fluorescentes impide una sintonía fina. Escuchamos los partidos de visitantes y la voz desafiante de Pablo Zaro a kilómetros de nuestro receptor, ese día en que, si no hubiese sido por la “impresentable tarea del árbitro Abel Gnecco”, Central hubiera vuelto con una sonrisa de la cancha de Vélez mientras Newell ́s era robado en cancha de Ferro, generando un domingo de dolor y bronca.
La radio, la aparición de la FM en Rosario –allá… por la primavera del 80– y esas primeras locutoras y locutores seduciendo con su voz engolada dentro de un Renault 12, de un Fiat Europa, o de alguno de esos importados que andaban por la calle como el Mitsubishi o el Datsun.
Juan Gerardo Mármora, despertando a medio rosario con su Buen día País, acompañado por un sonido de tango elocuente, por lo sublime de la orquesta de Garello para el paladar tanguero; así como en algún momento escuchamos a Penny Lane por Los Beatles en el programa de Nacho Suriani –socio matinal que viene de la radio y que invita a chicos de distintas edades escolares a recordar esas mañanas rumbo al colegio–. El inolvidable Felix Reinoso, con “i latina”, haciendo La Linterna en las primeras trasnoches de la 2.
La radio, el boca de urna, el corresponsal en Carlos Paz, la temporada en Mar del Plata, el enviado a la cancha de Temperley, la probable formación del Charrúa para enfrentar a Luján, los que llaman para saludar uno a otros. Y vinieron los años 90, y el dial se multiplicó en frecuencias y en cada cuadra alguien hacía o quería hacer radio.
Aún cuando los aplicativos modernos que están en tu celular, como Spotify o Youtube Premium, te permiten acceder rápidamente a lugares que eran insospechados hace tiempo, sea un recital de Luis Miguel en un casino en Las Vegas, un Julio Sosa cantando en una fiesta en Firmat, Caetano Veloso hablando de Piazzolla, una grabación de Baglietto con Irreal cuando ensayaban frente a la Plaza Buratovich; siempre será más lindo que te sorprenda en la radio, siempre es maravilloso que mientras vas manejando aparezca “Year of the Cat”, “Trasnochados Espineles”, o la aparición de ese primer sonido de Coldplay que hace de ese momento una experiencia aún mejor. La inmediatez y el repentismo de la radio sigue siendo insuperable.
La radio, los tiempos modernos, la posibilidad de hacer un vivo en Instagram o en Twitter, sitios como RadioCut que permiten revivir lo ya escuchado: la misma ceremonia de siempre, la misma que tuvieron todos los programas que escuchaste desde que tenés memoria. Entramos a un estudio, una luz roja se enciende y a hacer lo nuestro.
En homenaje a esa Radio Tonomac, la que sigue teniendo mi vieja en un rincón de su cocina, la que tenía el auto de mi viejo y nos acompañaba en esas largas travesías con desperfectos mecánicos (incluIdas las que nos llevaban hasta la costa y que nos hizo conocer todos los pueblos y talleres mecánicos de la provincia de Buenos Aires). En homenaje a una maravillosa radio JVC que un día decidió perderse, la que se sintonizaba de manera invasiva escuchándole en todo el barrio y que tenía como función acompañar las tardes del natatorio del Club Echesortu.
Y sobre todo un homenaje a aquel muchachito que hace ya casi cuarenta años daba vueltas por “aquella Radio 2” de calle Dorrego, que levantaba pedidos de los oyentes, como el de la canción “El Amor Desolado”; aquel que vio nacer la FM 97 Especial, aquel que quería ser parte del asunto, aquellos años 80 con un estudio de un lado pasando el tango Mala Junta por Pugliese y del otro lado “Sailing” por Christopher Cross. Aquel muchachito le pedía permiso a un gigante como Gerardo Quilici para poner algunos tangos.
Pasó la vida, como le gusta decir al maestro Nebbia, hicimos Asunto Tango, un programa que bien podría haber sido un ciclo y se transformó en el mayor productor de contenidos del género del siglo 21 con la resonante frase: Hecho en Rosario. Hicimos El Lado Clásico dándole un lugar inédito a los espacios culturales rosarinos; y un día le buscamos la vuelta con Juan Pedro, Flor Celman y Fede Matteucci para que los archivos y la memoria de la ciudad tengan forma de cultura artesanal, ya no tan institucionales, y apareció en la vida de los rosarinos Captura de Pantalla… Y llegó la hora de hacer radio.
Desde el domingo 7 de mayo de este 2023 el desafío será la radio, nada de cambio de nombres, sigue “Domingo para Armar” el programa que el querido y admirado Pablo Montenegro creó para tonificar las mañanas de este día tan particular. Todas las formas que tiene un domingo: las de las reuniones familiares, los que tienen largos turnos de trabajo, las de idas y vueltas con los hijos y amigos a deportes y clubes lejanos. El mate, el café en sus distintas variantes, los desayunos modernos, las ingestas desmedidas, el que queda en un sillón hipnótico mirando por tv circuitos ciclistas en Europa, el que pone música de los 80, el montículo de diarios, el que desde el primer minuto del domingo se pone mano a mano con el teléfono para ver cómo anduvo de visualizaciones su historia de Instagram, la señora que viene con el paquetito de masas para los nietos y las infaltables reuniones de los domingos donde se harán, mito a futuro, las pastas, las picadas y los asados. No todos los domingos son iguales en todas las personas que conocemos, pero la radio acompaña por igual.
Allí estaremos, Domingo para Armar, con María Belén Álvarez que aparte de ser una excelente profesional conoce “la atmósfera del domingo” a la perfección, con el Negro Dante Paredes, identificado con el programa de su minuto uno, y la producción de Maxi Gierbaudo y Lucas Zampino.
Vendrá Willy, la sensación Willy de Locos x la Cocina, que tiene medio millón de rosarinos siguiendo sus recetas en redes sociales; y estará Juan Guido Giaccaglia, porque el fútbol, aunque se juegue ya a cualquier hora y cualquier día, es sinónimo de domingo; y sigue Bibi Pacilio, que nos mete en la atmósfera de los libros; y por supuesto Lisandro Maronna y su Frecuencia Náutica.
El domingo 7 de mayo, Domingo para Armar, otra etapa, siempre en Radio 2.