María Noelia Santinello tiene 41 años. Es docente y mamá de Glenda, de 11. Sus días transcurren entrando y saliendo de consultorios de distintos profesionales que intentan recuperar su salud: tiene el 20 por ciento de su cuerpo quemado porque sufrió un intento de femicidio

“La señora que está atrás tuyo se da vuelta a cada rato, me mira mal”, dijo Noelia a Rosario3 intentando disimular y riéndose a la vez. Sin embargo, no quiso irse del bar dónde transcurrió la entrevista porque en todo caso quien quiera saber qué le ocurrió a su rostro y sus manos “puede preguntar”. 

Su historia estalló en todos los medios: fue "la seño Noe" que sobrevivió a un intento de femicidio. Carlos M. M., de 48 años, la prendió fuego y luego la llevó al Heca sin avisarle a nadie.

Glenda dejó de ver a su mamá aquel 28 de julio en el departamento de calle Ayacucho al 1700 y se reencontraron un mes y medio después, el 11 de septiembre, día del cumpleaños de Noelia y día del docente también, cuando las heridas ya eran otras. 

Un amor que derivó en violencia

 

El 9 de diciembre de 2019 Noelia y Carlos se conocieron por redes sociales. Ella nunca había estado en pareja con nadie, llevaba adelante su maternidad sola y trabajaba incluso hasta en tres turnos para que no le faltara nada a su hija.

“En él yo encontré todo lo que buscaba”, sostuvo recordando los comienzos. Complicidad, similitud en ideas, proyectos, contención y amor. Pero con el tiempo las cosas cambiaron. “«Hoy sabemos que hasta los mejores recuerdos son mentiras», me dijo mi hija y tiene razón”, agregó.

Noelia junto a su hija antes del intento de femicidio.

Con el correr de los meses, todas las virtudes de ese hombre se esfumaron. Primero comenzó alejando a Noelia de su familia, luego cerró sus cuentas de redes sociales, llegaron las agresiones verbales, los encierros y también los golpes. “Él tenía vida social, yo era menos que un trapo de piso”, expresó. 

Noelia remarcó dos cosas dónde se debe hacer foco: el poder que tiene el discurso de la persona violenta y la situación de pandemia en donde "debías quedarte en casa” como sinónimo de resguardo por el coronavirus pero expuesta ciento por ciento a las agresiones y los golpes, dos factores que consideró esenciales mencionar a la hora de hablar de violencia de género. 

Entre lágrimas “la seño” trajo una escena de su internación: “Un día lloraba a mares en el Heca, lo llamaron al psicólogo porque no me podían contener y llegó Ariel, un hombre de dos metros que me agarró de los hombros y me dijo: «Él nunca te amó, tu amor fue unidireccional. Su problema es con las mujeres. No te lo hizo a vos, se lo hizo a la mujer»”. Después de un silencio, Noelia agregó: “Ahí me dije de acá para adelante porque vas a tener que demostrarle a la gente que lo que él dice es mentira; yo no me quería matar, nunca”. 

“Soy sobreviviente. Sobreviví a una persona que intentó matarme muchas veces y que la última vez casi lo logra”, agregó la mujer que debe acudir cuatro veces por semana a Terapia Ocupacional, dos veces a kinesiología, una a terapia psicológica y además se nebuliza cuatro veces por día para poder respirar, tiene lagunas de memoria por los reiterados intentos de ahorcamiento y el 20 por ciento de su cuerpo quemado. 

El horror

 

“El día del ataque yo estaba desmoldando un budín y tenía masitas en el horno que había hecho para que se lleve al Ministerio de Educación” (dónde trabajaba Carlos). Primero le dijo que iba a revisarle el teléfono y Noelia le respondió que hiciera lo que quisiera, mientras intentaba abrir la puerta del departamento para huir junto a su hija. Fue un intento fallido porque él se encargó de romperles las llaves", según recuerda la docente. 

Empecé a gritar y me llevó ahorcándome a la pieza. Cuando vi sus ojos pensé, hoy me mata”, describió. Noe intentó defenderse arañándolo y pegándole una piña. Se escapó hasta la cocina, tomó agua pero el agua no le pasaba por la garganta. Prendió la luz para ver si alguien la veía de afuera, pero no tuvo respuestas. “Me mandó al baño”, recordó. Algo que a Noelia no le sorprendió porque “después de pegarme siempre me mandaba al baño y me filmaba desnuda insultándome”

Yo lloraba y le pedía a mi mamá muerta que me ayude”, dijo Noelia y agregó: “Es mi último recuerdo, después me desperté en un lugar oscuro, intenté levantarme pero no podía moverme”.

La voz de la mujer se quebró y llevó su mano hacía la cabeza donde tiene una profunda deformación por la cual la fiscal dedujo que sucedió tras un fuerte golpe que la dejó desmayada. Todavía no pudieron determinar si su cuerpo fue rociado con alcohol o con ácido fosfórico, pero el fuego llegó a su rostro, cuello, piernas, brazos y manos. 

El violento aseguró ante la Justicia que le quiso "salvar la vida". La dejó recién quemada en el Heca, sin avisar que Noelia era alérgica a sulfamida y penicilina ni que hacía 12 días la habían operado de la vesícula. Además, volvió al lugar del hecho y eliminó las pruebas, incluso “cambió el inodoro por uno nuevo”, con la hija de Noelia como testigo. 

“Los primeros 15 días me estuve muriendo, por las heridas suturaba agua, los órganos fallaban, los pulmones estaban colapsados. Tenía la mirada perdida”, dijo. Y añadió: “Para mí hoy tener manitos de cangrejo y cara de palito de la selva es una joda a comparación de cómo estuve”. De inmediato mencionó la ayuda y contención que recibió de los médicos, los enfermeros y ante todo de sus alumnos y los padres de ellos que no la dejaron sola en ningún momento. 

Estuvo días sin poder hablar, aunque aseguró que aprendió a manifestarse y todos la entendían. Tenía pesadillas constantes en las que veía que Carlos la iba a buscar. No podía mirar el techo porque se mareaba y lo único que le daba un poco de paz era saber que su hija estaba cuidada. 

Quiero que la mujer que está viviendo una situación de violencia pueda ver que yo soy el resultado de no salir a tiempo, que se puede seguir pero que soy casi un milagro

Fue operada. Tiene una traqueotomía, injertos cadavéricos y autoinjertos de piel. Actualmente espera fecha para las próximas operaciones que necesita para seguir en pie. Noelia pasó el 31 de diciembre y el 1 de enero internada en el Sanatorio de la Mujer porque no podía respirar. Ese día el médico que la atendió le contó que se estaba haciendo cargo de su sobrino porque su hermana había sido víctima de femicidio y le recordó que ella seguía viva, mientras le enseñaba a destapar el traqueótomo que Noelia lleva en su garganta.

El amor que cura

 

Es imposible contenerse, las lágrimas vuelven con cada gesto de amor que recibe y ahora revive en esta conversación con Rosario3. “Casi todas las personas que me atendieron o acompañaron, lamentablemente tuvieron un caso de violencia en su familia. Yo toda la ayuda material la tengo, ahora me pregunto qué pasa con todas las mujeres que quedan en el camino y no pueden salir porque a ningún Estado (Municipal, provincial, nacional) le importamos. Cada internación mía son 10 mil pesos, el certificado de discapacidad te cubre hasta cierto límite. Tengo un sueldo de maestra, no alcanza”, sentenció. 

Casi sin poder hablar de la emoción, Noelia insistió: “Para mi el amor es todo. Yo estoy viva por la gente que me quiere. Vuelvo a ver los videos de las marchas que hicieron mientras estuve internada y la primera línea son mis alumnas que hoy siguen estando ahí para mi defendiéndome con uñas y dientes, ellas y sus madres y sus padres estuvieron sosteniéndome”. 

Familiares, amigos, alumnos y docentes llevaban carteles y velas al Heca pidiendo por Noe.  (Alan Monzón/Rosario3)

A veces se pregunta qué hubiese pasado si le decía a la gente que la rodeaba que sufría violencia de género y se responde sola recordando: “Yo le tenía mucho miedo”.  Sin embargo, sostiene que ella sale a la calle y se enfrenta a las miradas ajenas porque “quiero que la mujer que está viviendo una situación de violencia pueda ver que yo soy el resultado de no salir a tiempo, que se puede seguir pero que soy casi un milagro”. 

En ese sentido sostuvo que muchas chicas en distintas circunstancias se acercan a ella, la reconocen y que incluso le manifiestan situaciones de violencias que viven. Y recordó que el 8 de marzo en la marcha por el Día Internacional de la Mujer al ver la Catedral de Rosario rodeada de policías se preguntó “¿Y si el Arzobispo estuviese al lado mío ahora? ¿Si me viera así? Si supiera que yo amo profundamente transmitirle a mis alumnos lo que es el perdón, si nos hubiese visto practicar incansablemente la comunión”. Las lágrimas regresaron, la voz se entrecortaba. 

Recobró fuerzas y siguió: “Una señora que marchaba detrás mío les gritó que en lugar de proteger la Catedral deberían haberme protegido a mi, yo vi la cara de los policías que me miraban y sé que los obligan a estar ahí pero…". Noelia no pudo terminar la oración. Luego apuntó: “Sé que no son todos iguales, hubo oficiales que me protegieron a mí y otros a él”. 

"La seño Noe" usa el humor como bandera. Autodefine su cuerpo como “un flan desarmado”, debe usar remeras mangas largas y pantalón largo de enero a enero, nunca más podrá exponerse al sol y hace desde el 28 de julio del año pasado que no acaricia a su hija o no la peina porque la puede lastimar sin querer con sus manos. Sin embargo, insiste con que esa es la única forma de salir adelante: amando. 

Tiene días buenos y también algunos malos, va sacando fotos de su evolución y se las manda a amigos y familiares para que queden guardadas. A veces se levanta contenta y una mirada ajena en un colectivo o en un bar hacen que la angustia vuelva, pero aseguró que cada vez le duele menos. Ruega que sus operaciones sean antes del juicio, espera ansiosa el nacimiento de su sobrino y sobre todas las cosas exige justicia porque para ella, si él queda en libertad “va a querer terminar lo que empezó”.