Nino ya es una estrella de la esquina de San Martín y Lamadrid. Casi un rock star. La gente que pasa por allí lo saluda, le suelta una frase amistosa, le toca bocina. Y cada vez son más los que paran y le compran una plantita o le entregan una bolsa con ropa o mercadería. “Desde que salí en el Facebook, me compran un montón”, dice este hombre paraguayo de 65 años, a punto de cumplir 66. Basta una sola pregunta para que Nino arranque y no pare más. Y en su relato se mezclan Dios, Paraguay y su curtida vida en estas tierras.
“Tengo 65 y el 22 de enero cumplo 66”, confió Benigno Espinoza Buyón, como es su nombre completo. “Llegué de Paraguay con 16 años. Me vine a la Argentina, acá tengo los hijos y los nietos”, relató a Rosario3, en medio de los bocinazos y del sol picante de enero en Rosario.
“Hace tres meses que vendo plantines. Antes de la pandemia yo barría veredas y hacía jardines, pero ahora me tuve que tirar a hacer esto porque otra cosa no puedo hacer; no tengo jubilación, no tengo pensión, nada”, describió el simpático personaje de la zona sur.
Nino compra los plantines “en un vivero de Presidente Roca y Uriburu”. Y agrega que va “todos los días a comprar y los revendo”.
“La gente me compra, desde que salió en el Facebook me compran un montón. Y además me ayudan con ropa, con mercadería, recibo un montón de cosas”, se alegra Benigno.
Una experiencia religiosa
Benigno abraza desde hace muchos años la religión evangélica. Pero su fe se reforzó al extremo cuando atravesó por un episodio que casi le cuesta la vida. “Yo tuve una experiencia con Dios”, afirmó. Y luego amplió: “Me caí de cabeza de un segundo piso el 9 de diciembre de 2016. Estuve en coma 19 días, cuatro meses con pañales y un día se dio el milagro”. Y no duda en decir: “Soy un milagro de Dios”.
“El 4 de enero de 2017 me dieron el alta. Me habían dicho que me iba a quedar paralítico, pero Dios hizo el milagro”, sentenció.
Nino vive en el barrio con sus hijos, en una humilde casa de la calle Gaboto. “Yo estoy todo el día acá, ahora me quedo un poco más tarde porque al mediodía hace mucho calor”, avisa.
Con una sonrisa ancha sobre la cara curtida, Nino agradece la breve entrevista callejera y también la generosidad de todos los que pasan por allí: “Toda la gente me ayuda, me quieren mucho”, dice justo antes del siguiente bocinazo, que suena como una caricia.