El periodista rosarino Gerardo Rozín murió este viernes a los 51 años. Enorme dolor para Rosario, donde se crió y donde también siempre volvía, porque la amaba. Fanático de Rosario Central, ex alumno del Superior de Comercio, Gerardo era un tipo querido, querible, y que también amaba a su familia, a sus hijos, a sus amigos.
Se fue temprano pero vivió la vida. Hizo lo que le gustaba. Y le fue bien. Se lo merecía, por talentoso y trabajador.
Era un gran productor, un entrevistador sensible, un periodista agudo, un conductor divertido, de humor ácido.
Hace muchos años, en Rosario, Gerardo era Gerardito. Un pibe gordito, jodón, el más gracioso de todos los pibes del Superior de Comercio. Sensible, muy sensible. Jugaba con su judaísmo, con su altura, con su humor. Se divertía y divertía a quienes lo rodeaban. Siempre agudo, irónico e inteligente.
Abrazó el periodismo desde chico y empezó a despuntar el vicio en la escuela secundaria, con una revista que se llamaba "La gallina prolija", en la que participaban otros que siguieron siendo compañeros de la ruta de los medios, como Juan Pablo Mascali y Alvaro Torriglia. Con el Colo Mascali eran una dupla imbatible. Algunos pocos privilegiados pudieron disfrutarla, por ejemplo, en una revista universitaria que se llamaba "Trazo fino".
Ya entonces mostraba un talento extraordinario. De adolescente nomás se arrimó a otros pibes más grandes, que ya trabajan en radio y televisión, como Osvaldo Bazán, otro con el cual compartió luego aventuras laborales en Buenos Aires.
Brilló en la primera Redacción de Rosario 12, donde era el más chico de todos, y comenzó a incursionar en radio y televisión. Siempre brillaba.
Tanto que duró poco hasta que los medios porteños le echaron el ojo. Primero hizo una experiencia en el diario La Prensa y después comenzaron sus trabajos como productor de televisión.
El primer gran salto fue con el programa de Nicolás Repetto Sábado Bus. No solo fue el productor de un éxito histórico en la televisión sino que además comenzó a mostrar sus dotes de entrevistador desenfadado, con un segmento que se llamaba "La pregunta animal".
A partir de ahí la televisión nacional lo abrazó para siempre. Todos los querían en su programa. Hasta con Mirtha Legrand trabajó.
En el medio, fue editor de Humor del primer diario Perfil, un producto de excelencia en el periodismo gráfico nacional.
Pero de a poco la tele pudo más. Ya como conductor encabezó programas periodísticos y de entrevistas y encontró su traje justo con Morfi y La peña de Morfi, donde pudo unir su trabajo como periodista, como productor, con otra de sus pasiones: la música. Gerardo era un melómano empedernido y los músicos agradecieron el espacio impensado que les abrió en la pantalla chica.
Así, se convirtió en una figura clave de la tele, de la difusión cultural. En estos días hasta Marcelo Tinelli le dedicó palabras amorosas.
Pero él siempre se mantuvo humilde. Amigo de sus amigos. Y fiel a su ciudad, Rosario, que como dice la canción siempre estuvo cerca.
Venía no cada tanto, todas las veces que podía. A ver a Rosario Central, a su familia, a sus amigos. Defendía la ciudad a capa y espada.
Es que Gerardo era un luchador, un verdadero guerrero. Le sobraban las armas. Los últimos meses se aferró a la vida. Todo lo que pudo. Pero hay cosas con las que no se puede, con las que nadie puede.
Gerardito, ese pibe del Superior que comenzó a visitar a los medios a los 15 años, y que desde entonces deslumbró a cualquier persona con la que se cruzara, se convirtió en Gerardo. Un tipo grande. Un grande. Te vamos a extrañar. Irte fue tu última canallada.