Leda Bergonzi volvió con su rito de oración cantada y bendiciones, y su regreso, tras dos semanas del último encuentro en la catedral, fue acompañado por miles de personas en medio de una tarde- noche helada y desapacible. El mensaje que dieron sus seguidores y seguidoras fue contundente: no importa el lugar, van a seguir al grupo espiritual Soplo de Dios Viviente que la mujer encabeza, a donde vaya.
La escena que se reprodujo este martes al caer el día en la capilla del Sagrado Corazón (3 de Febrero 1998) fue muy similar a la que Rosario3 relató desde la basílica de Córdoba y Buenos Aires el pasado 21 de junio. Una multitud en búsqueda de paz, de una espiritualidad que los complemente o de la sanación de alguna enfermedad. Por qué no, un cambio de vida. Solo varió el escenario en el que se desarrolló el rito, luego de dos semanas de ausencia tras quedarse sin un lugar donde reunirse.
El grupo espiritual Soplo de Dios Viviente solía congregarse en la catedral de Rosario hasta que el pasado 27 de junio fue retirado debido a que las autoridades de la parroquia más representativa del catolicismo en la ciudad, desistían de la forma en que llevan adelante sus oraciones. Sin embargo, el obispo de Rosario Eduardo Martín consideró que Leda podía continuar con sus acciones y surgió la posibilidad de reunirse en el oratorio de la institución educativa.
La misma fe
Pasada la una del mediodía, bajo la lluvia fría que enriquecía la humedad en el aire y en medio de ráfagas de viento, empezaron a llegar los primeros seguidores de Leda con la intención de obtener un lugar cercano a la mujer durante el ritual de oración. Muchos se sentaron a esperar en reposeras, bajo paraguas y abrigados al punto que era difícil verles las caras. Con el paso de las horas, las cuadras que rodean la capilla se repletaron de más y más fieles. Cerca de las 19, el horario de la convocatoria de Soplo de Dios Viviente, el pequeño templo estaba rodeado.
La capilla, dividida en dos alas asimétricas, cuenta con una capacidad para unas 750 personas sentadas, pero como la cantidad de fieles superaba el mil, los colaboradores y colaboradoras hicieron lugar en los pasillos ante la orden de Leda de que nadie se quedara afuera, menos aún con la baja temperatura reinante. Personal del colegio prestó su ayuda voluntaria con la logística, que hasta incluyó la colocación de baños químicos en uno de los patios.
Las personas se acomodaron como pudieron, restándole importancia a la comodidad, y como en otras oportunidades, se pudo advertir gente de todas las edades, muchas en sillas de ruedas o andadores, algunas mujeres con sus hijitos en brazos, otras con fotos de familiares apoyados en el pecho.
Fabrizio, el esposo de Leda, hizo una lectura bíblica y como en las otras ocasiones, compartió una serie de reflexiones sobre la fe, las necesidades humanas, las posibilidades de modificar el rumbo espiritual. Hacia las 19.30, el oratorio estaba colmado y se había apostado un nutrido grupo de personas afuera. Fue entonces que apareció Leda con dos compañeros: un joven que toca la guitarra y una chica que hace los coros, para iniciar el rito de oración cantada.
“Deja esa preocupación. Ven, debes pensar de una manera diferente”, se escuchaba cantar a Leda, mientras que los seguidores y seguidores se replegaban más y más, en un silencio admirable. “¿Qué más esperas? Deja de decir que tu vida es desagradable y que me he olvidado de ti”, continuó la mujer a quien le adjudican ser el puente por el cual se han concretado sanaciones corporales y mejorías anímicas. Durante estos rezos musicales, la mujer intercala frases en una lengua indescifrable con exaltaciones a las figuras religiosas de Jesús y el Espíritu Santo. “Nadie te ama como yo”, exclamó en otro de sus cantos, como si diera un mensaje divino. “Deja de pedir amor donde no te lo van a dar”, aconsejó.
A las 20, la hermana melliza de Leda se sumó al coro, para sucederla en el altar. El sacerdote Juan José Calandra, tal cual, solía hacer en la catedral, acompañó a la mujer, a la que muchos llaman “sanadora” por sus carismas de liberación y sanación, durante la oración con la exposición del Santísimo Sacramento.
La bendición
Leda dejó el micrófono y comenzó a bendecir a cada uno de los presentes, quienes, a pesar de las ganas y necesidad de acercarse, guardaron distancia, esperaron sus turnos, respetando las indicaciones de los colaboradores.
La bendición es una instancia peculiar, una especie de entrega y de relajación, pero también de intercambio. Sin bien, algunas personas lloran, otras tantas sonríen, muchas se desvanecen y también están quienes abrazan a Leda, como si fueran ellos quienes intentaran contenerla. La mujer le posa sus manos en distintas partes del cuerpo, hablándoles o cantándoles a los oídos. La mayoría se deja llevar, se abandona por un momento.
Unas dos mil personas fueron bendecidas este martes en el Sagrado Corazón, un espacio transitorio hasta que se encuentre uno más grande. La mayoría dejó el pequeño templo en silencio, todos visiblemente conmovidos con una experiencia espiritual que interpela, sensibiliza e inquieta la razón. El martes que viene se repetirá el ritual, y con este la esperanza de que suceda el milagro, ese personal y privado deseo de conseguir vivir mejor.