“Cristo sana, él tiene el poder. No me vengan a buscar a mí, busquen a Cristo”.
Faltan diez minutos para las ocho de la noche. A lo largo de la manzana en la que está emplazada la parroquia de la Inmaculada Concepción, en Ricchieri al 200, hay gente que espera -algunos desde el mediodía, llegados desde distintas provincias del país- recibir una bendición de Leda Bergonzi. Entonces ella sale a su encuentro, se para frente a la multitud y les asegura que nadie se irá sin su abrazo, pero les deja una advertencia que no se cansa de repetir: ella solo es un puente para conectarse con dios.
Para esa hora, cuando el frío ya aprieta mucho más y cae la noche cerrada sobre los techos de chapa del edificio religioso, la mujer que encabeza el grupo de oración Soplo de Dios Viviente y a quien se le adjudican sanaciones corporales al igual que dolencias y pesares espirituales, ya hacía rato que estaba llevando adelante bendiciones a aquellas personas que lograron ingresar al predio y colmarlo una hora antes: son unas 550 que tomaron asiento en el templo y otras 500 más que fueron acomodadas en el gimnasio lindero.
Tanto adentro como afuera, pura humanidad latiendo. Una multitud de necesidades distintas, que no dejan de ser las mismas: intentar estar mejor. Las horas largas de espera disuelven aun más las distancias y las diferencias, la charla se vuelve amena, las historias se cruzan y con ellas, los deseos de que llegue el “milagro”.
Algunos trajeron reposeras y mate para amenizar tanta intemperie, otros se cubrieron con mantas, sobre todo, los que están enfermos y se desplazan en sillas de rueda. Los colaboradores y colaboradoras de Soplo de Dios Viviente arriesgaron una cifra aproximada para darle alguna forma posible a esta marea humana que ondea alrededor de la iglesia: unas 5 mil personas acudieron este martes a la ceremonia.
Entre ellas Claudia, de Trenque Lauquen, quien viajó hasta Rosario para que su nieto, un bebé de pocos meses, reciba la bendición de Leda tras sufrir un derrame cerebral. O Jorge, un habitante de la ciudad, quien desde las 14 formó la extensísima fila para poder agradecer lo que él aseguró fue una curación. Según reveló, padecía unas tumoraciones en todo el cuerpo que le habían obligado a tratarse con diversas drogas, y a partir del martes pasado, tras participar de la oración en la capilla Sagrado Corazón, habían desparecido. Las experiencias se apilan, son miles y miles.
La larga espera y la multitud creciente generó algunos roces y tensiones entre las personas, ya que todos querían ingresar al templo cuando la capacidad estaba colmada. También, de acuerdo a testimonios recogidos, se presentaron algunas personas ofreciendo turnos a cambio de dinero, aprovechándose de la vulnerabilidad de personas urgidas por hallar consuelo. Desde la comunidad espiritual descartaron rotundamente este tipo de organización y pidieron a los asistentes no caer en este tipo de estafa.
Oración y bendición
Este martes fue la primera jornada de Leda y su grupo en la parroquia Inmaculada Concepción. Hasta ahora, desarrollaban sus encuentros en la capilla Sagrado Corazón de 3 de Febrero al 1900, lugar en el que fueron acogidos tras la última bendición que Leda realizó en la catedral.
Avalada por el arzobispo de Rosario Eduardo Martin, la comunidad fue recibida por el sacerdote Víctor Pratti, al frente de la parroquia de Pichincha. El espacio se ajusta más a la convocatoria creciente que despierta Leda y a fin de mejorar las condiciones de acceso y permanencia de los fieles, se dispuso un plan de movilidad en el predio, así como también se sumaron a los colaboradores y colaboradoras del grupo, voluntarios y voluntarias de los Colegios Sagrado Corazón y San Miguel Garicoits.
Pasados unos minutos de las 20, Leda dejó la puerta de ingreso del templo de calle Catamarca, tras tranquilizar a quienes estaban esperando ingresar. A muchos los bendijo en el lugar y les aseguró que en lo posible, accederían a medida que se fueran retirando quienes ya estaban en el templo.
Como es costumbre del grupo, Leda encabezó una oración cantada, mientras que la gente, desde los bancos atestados, acompañaba en silencio y recogimiento. Se trata de una instancia de introspección durante la cual se eleva un mensaje espiritual.
A continuación, se inició la bendición, el momento que la mayoría de la gente reunida allí esperaba con emoción. Leda se detuvo en cada uno de los presentes, tocándolos, abrazándolos, y hablándoles o cantándoles muy cerca.
Fueron miles los que esta noche se abandonaron a una fe, renovando un ritual espiritual que conmueve e inquieta la razón. Un modo particular y novedoso de conexión que crece semana a semana y que se extiende más allá de las fronteras. Un verdadero fenómeno religioso que sacude al catolicismo, recarga de preguntas la existencia y remueve el corazón a quienes se animan a mirarlo de cerca.