Diariamente, una cantidad variable y poco precisa de pescadores de barrio Tablada, y de ciudades aledañas como Villa Gobernador Gálvez y Pérez, se acercan a la costanera central, en la ex Zona Franca Boliviana, para tirar sus cañas a la suerte y sacar dorados, mojarritas, moncholos y sábalos. Algunos hacen pesca deportiva y otros para comer o vender en su barrio. 

Desde cuándo, es difícil saber, pero por lo menos desde que el terreno volvió a manos de la Provincia, las autoridades tienen conocimiento que ocurre. Antes, y desde 1969, era propiedad de la República de Bolivia (regalado por el gobierno de Facto de Juan Carlos Onganía), por lo que ningún gobierno local tenía injerencia. Pero es sabido que la pesca es una práctica arraigada de generaciones en sectores rosarinos y de la región litoraleña.

En plena pandemia, la zona tuvo un incendio que se desconoce cómo comenzó, pero que tuvo como consecuencia la caída de unos ocho metros del muelle al río, situación que agravó el estado de ese sector de la costanera. Probablemente haya sido producido a partir del usufructo de quienes sortean el vallado.

El encargado de la guardia de la sede central del Club Náutico de Rosario, donde funciona el restorán Deck, precisó que “a veces se ven decenas de pescadores, depende el día”. Y agregó que el pasado fin de semana largo “explotaba” de la cantidad que eran. Sucede que desde la terraza al río Paraná del restorán, se puede ver de manera privilegiada hacia ese sector debajo de la barranca, y oculto a la ciudad, donde permanecen pilotes del muelle de madera del siglo XVIII, derruidos, al igual que el propio muelle, caído en la mayor parte del terreno.

El guardia aseguró que “no hay horarios, los pescadores vienen a toda hora”, aunque aclaró que “suelen estar más por la tarde o la noche, ya que muchas veces por la mañana no quieren ser vistos por los jardineros de Parques y Paseos que van a cortar los yuyos”.

Es difícil precisar cuántos son, y aunque desde la Municipalidad conocen el asunto y Obras Públicas suele emparchar los vallados asiduamente, tampoco tienen conocimiento sobre sus identidades.

A lo largo de los más de 500 metros de vallado se pueden ver los carteles de “prohibido pasar”, "zona peligrosa", “prohibida la pesca” y “prohibido nadar”. Pero esto no amedrenta a los pescadores, que realizan toda clase de artimañas para arrimarse a la costa y bajar al muelle derruido: des-soldan tornillos, doblan algunos de los palos del hierro, saltan por arriba, y ahora también excavan debajo. Todo eso puede verse con solo caminar por el Paseo 20 de junio, que rodea ese sector de la costanera junto a la avenida Belgrano.

En una jornada ventosa de la semana, Rosario3 pudo acercarse a cuatro pescadores para conocer un poco más sobre quiénes son y por qué arriesgan sus vidas en una barranca con riesgo de derrumbe. Todos habían saltado el vallado (hay también pescadores que arriban en sus botes o lanchas), y ninguno pareció reconocer que corría riesgo de caer en ese terreno visiblemente inestable.

Los hombres oriundos de Pérez relataron que aprovechan sus jornadas de franco laboral para hacer pesca deportiva y charlar con amigos en este terreno que es menos populoso de la costa. (Ana Isla/Rosario3)

Los Juanes de Pérez, de pesca deportiva en su franco

Este medio dialogó con dos treintañeros oriundos de Pérez, que además de amistad comparten nombre: ambos se llaman Juan y sus apellidos comienzan con A. La ex Zona Franca es su lugar elegido para descansar en sus días de franco, durante las horas que sus hijos van al colegio.

“Sabemos que se puede pescar en la zona del parque España, pero no nos gusta. Va mucha gente, y no pescás nada”, explicó uno de ellos, mientras su amigo homónimo prefirió seguir pescando. A veces van los dos solos, otras con algunos amigos más, pero el río y la pesca, aseguraron, “ayudan a descansar la mente”.

En esa jornada, el río estaba "picado" por el viento, y no parecía que fueran a sacar algo. Pero consultados, aseguraron que han pescado "sábalos, moncholos y mojarritas".

El caso de los “Juanes” es solo por disfrute, ya que los dos tienen trabajos formales en industrias de la región, y por eso en su caso la pesca es absolutamente deportiva. “En general salen peces más chicos, pero siempre los devolvemos. No buscamos comerlos ni venderlos, sino disfrutar del descanso”, finalizó el Juan más desenvuelto, mientras el otro realizaba un movimiento hacia adelante y atrás con su caña.

Si bien ellos los suelen devolver, Juan aseguró haber visto pescadores más osados que prendían fuego en un costado del muelle, para cocinar y comer en el momento la pesca del día.

Los adolescentes de Tablada contaron que suelen venir tras cursar en la escuela, y luego comen lo pescado, siempre que sea una presa grande. (Ana Isla/Rosario3)

Los primos de Tablada que aprendieron a pescar con su abuelo

Más al fondo, casi llegando a la Terminal Portuaria, en un sector del muelle que no estaba caído, se veían dos adolescentes enfrascados en su pesca, colocando lombrices que sacaban de una lata oxidada.

Vladimir y Maxi son alumnos del Colegio Constancio Vigil, en el barrio Tablada. Salieron de cursar ese día de sol y viento, almorzaron y se llevaron las cañas a la ex Zona Franca. Una de gran porte color verde fluorescente, de nivel profesional, y otra mas pequeña y blanca, más liviana.

“La primera vez que vinimos fue hace dos días con dos amigos más”, dijo Vladimir entusiasmado. Consultado sobre por qué decidieron volver, destacó con orgullo: “Esa vez pescamos un dorado y dos moncholos bastante grandes, y después nos los comimos. Nos gusta pescar, y nos llevamos lo pescado para comerlo con la familia”.

“¿No les da temor cruzar el vallado, que está prohibido?”, les preguntó esta cronista, a lo cual Vladimir respondió: “Para nada. Es muy fácil saltarlo, y pasamos las cañas y listo”.

Uno de los sectores del vallado, vulnerado con excavaciones de los pescadores para poder llegar a la orilla. (Ana Isla/Rosario3)

 

Una pesca conocida a ojos de todos

Tanto los vecinos de barrio Martin como los funcionarios municipales saben de los pescadores que saltan el vallado para “hacer su trabajo”, poniendo en riesgo su integridad física. “Conocemos el problema –aseveró el secretario de Obras Públicas, consultado por Rosario3–. Yo los veo diariamente cuando voy por avenida Belgrano a las diferentes obras".

Sobre el tema aseveró: "Estamos atrás del asunto porque sabemos que puede ocurrir un accidente. Y hacemos mucho para evitar que pasen, pero es difícil controlar las evasiones de los pescadores”.

“Vivimos emparchando las rejas para mejorarlas –agregó–. Ahora los pescadores dejaron de hacer el esfuerzo en des-soldarlas y directamente excavan la tierra por debajo y se meten como haciendo un túnel. Entonces vamos y lo rellenamos cada vez que lo vemos”.

Conde dio un panorama sobre el estado del sector de embarcadero: “Cuando asumimos y vimos el predio, estaba lleno de escombros, basura, y los galpones abandonados, y no vislumbrábamos aún el muelle en descomposición. No estábamos debidamente informados sobre su estado. A partir de que removimos todas las construcciones pudimos divisarlo. Sacamos los galpones, mampostería, hormigón y no quedó más que el suelo del muelle, que estaba destruido. Lo hemos nivelado, y lo mantenemos limpio desde entonces”.

Algunos pilotes antiguos de madera que permanecen debajo del ex muelle derruído (Ana Isla/Rosario3)

Cualquier proyecto de parquizado sobre este sector, que representa casi 54 mil metros cuadrados, se estima que tendrá un costo millonario, sobre todo por el trabajo anterior de reparación y puesta a nuevo del muelle, que necesita pilotes de hormigón de gran diámetro para dejar de ser una zona de derrumbe.

El diputado José León Garibay, autor de un proyecto de ley que buscaba donar definitivamente el predio de Provincia al municipio, fue consultado también sobre el peligro de derrumbe y la presencia de pescadores. Afirmó: “Se los ve. Estuve en el río y los vi. A veces algunos se quedan a la noche en una especie de cuevita, y eso es lo que pudo haber generado aquel incendio. Un poco de controles hay que hacer”.

Finalmente destacó que “nunca se trabajó en identificar dónde es el límite de la barranca que es relleno”.