Este martes por la tarde dieron con el cuerpo sin vida de Luis Ariel López, después de más de 40 horas de trabajo que incluyó la demolición de lo que quedaba de la casa derrumbada en zona norte, una decisión difícil de tomar pero necesaria para proteger a los rescatistas que se abrían paso a través de túneles en una estructura muy inestable.
Hacia las 10.30, con la ayuda de la retroexcavadora, los brigadistas derribaron el paredón que daba a calle Superí y lo que quedaba de la vivienda de tres pisos que se desplomó el domingo pasado cerca de las 19.
Según había señalado el titular de Defensa Civil, Gonzalo Ratner, era una estructura que estaba en un punto de equilibrio muy inestable y que suponía un riesgo para los propios rescatistas. Descartados los otros puntos con ayuda de perros y de trabajos manuales con baldes, creían que Ariel estaría en ese lugar.
El hombre de 52 años había quedado atrapado entre los escombros tras salvar a su padre. Según trascendió, escuchó el crujir de la estructura y empujó a su papá, de 88 años, afuera, pero él no pudo salir.
Luis resultó relativamente ileso. De hecho esa noche se quedó en casa de un pariente, mientras que el inquilino que vivía con ellos, Facundo, fue internado en el hospital de Emergencia Clemente Álvares con politraumatismos y “síndrome de destrucción muscular”.