A la última pandemia que tuvo lugar en el mundo (entre las que oficialmente son decretadas como tal por la OMS) supimos perfectamente cómo combatirla: barbijo, reclusión social y vacunas. Pero la humanidad atraviesa otras pandemias distintas a la de Covid 19, mucho más difíciles de diagnosticar y, por ende, de darles pelea: por ejemplo, la del desánimo, de la falta de sentido, de la carencia de un “¿para qué?”, algo que los especialistas en salud mental aseguran que le está ocurriendo cada vez a más personas en el mundo.
En Argentina, a esa matriz universal hay que agregarle los problemas propios (los vinculados a la inseguridad o al descalabro económico, por citar sólo dos ejemplos) para buscarle una explicación al resultado del último informe sobre salud mental realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), del que se desprenden conclusiones inquietantes: 2022 fue el peor años en términos de salud mental y emocional de 2010 a esta parte, con rasgos como malestar psicológico, infelicidad y aislamiento social presentes en la población.
Ese trabajo, llamado "Desigualdades y retrocesos en el desarrollo humano y social 2010-2022", buscó dimensionar el estado emocional de quienes habitamos nuestro país analizando nuestras capacidades socio-afectivas, los recursos cognitivos, el estado de salud y sus hábitos preventivos y la atención en salud, y le sumó consideraciones sobre la democracia y confianza en las instituciones (que como deben imaginar, no fueron para nada satisfactorias).
El resultado de la investigación intranquiliza: el estado de salud general de los argentinos, según su propia percepción, ha declinado tras la peste de coronavirus y (sobre todo) al calor de la crisis económica y social. Estamos más tristes y preocupados que nunca (al menos, en los 12 años que abarca el estudio) y lo peor, el futuro no es tan prometedor.
¿Para qué?
Para Juan Manuel Sialle (M 7204), psiquiatra, ex Director de Hospitales Psiquiátricos y de Salud Mental de la Provincia de Santa Fe, el trabajo de la UCA “tiene mucha rigurosidad y expresa lo que vengo viendo: la salud mental en el mundo, no sólo en Argentina, es muy complicada”.
Pero el doctor se permitió pensar en algunas razones que van por fuera de la coyuntura de crisis económica y de seguridad que nos afectan nuestra calidad de vida y que también tienen su peso en nuestras cabezas. “¿Cuál es el problema que tiene el ser humano en general en estos tiempos? ¿Le falta plata, trabajo? Sí, está bien, pero hay un tema que es esencial y que no se tiene tanto en cuenta: es una experiencia que nosotros hemos llamado ‘desánimo’. Y es una experiencia humana universal”.
En Punto Medio, por Radio 2, expresó: “El desánimo es una experiencia que lleva a preguntarse ‘¿Para qué?’, que refiere a la falta de sentido de nuestras acciones. ‘¿Para qué voy a estudiar? ¿Para qué voy a trabajar?’ Y hace que vivamos en el puro presente. Generalmente, nuestras acciones cotidianas responden a algún proyecto: estamos acá porque queremos recibirnos, casarnos, tener hijos, una casa, trabajo. El hombre se proyecta. Y un ser humano sin proyecto es un ser totalmente abortado en esa capacidad fundamental”.
“Freud decía que desde tiempos inmemoriales el hombre ama y trabaja: ahí radica la salud mental. Ser saludables mentalmente es tener la capacidad de amar y de trabajar. Cuando el hombre no hace eso se transforma en un ser mediocre, errante, receloso, enojado, hostil, que no puede compartir, egoísta, onanista, desanimado. Hoy la gente trabaja, pero no ama. Los afectos están muy deteriorados entre nosotros”, señaló.
¿Por qué?
Lo que el doctor Sialle refiere es que el problema que tenemos es mucho más sustancial y profundo de lo que pensamos. Casi diríamos que es existencial: “Volviendo a aquella frase de Freud, hay mucha gente que trabaja, pero mucha que no ama tanto. El desarrollo del vínculo afectivo está muy estropeado. Y al ser humano le está faltando esa pata”.
“Son todas apariencias del amor, sublimaciones del amor, pero el encuentro no ocurre…. Porque ¿qué es el amor? Y no hablo del deseo, que tiene que ver con la sexualidad, sino del amor, que es ni más ni menos que la sensación de que puedo contar con otro. Eso está bastante dañado entre nosotros. El otro debiera ser alguien con quien me complemento y soy solidario para soportar, y sostener y transformar la vida. Sin embargo, la hostilidad prevalece entre nosotros por sobre la solidaridad. En general, el otro es un enemigo hasta demostrar lo contrario. Eso parece ser la relación humana actual. Y vivir así, con ese desánimo, es insoportable. Y justamente por eso aparecen otras calamidades, como la droga, a la que se recurre para darle un sentido a todo lo demás”, teorizó.
Sialle no puede definir razones ni adjudicar responsabilidades: “¿Eso a qué se debe? ¿Cómo se construye? ¿Quién tiene la culpa? Es muy difícil encontrar al culpable, si es que lo hay. Es una época: es nuestra época”.
Juntarse más
Otro de los rasgos característicos de la humanidad siglo XXI es el de la virtualidad, propiciado por el auge de las redes sociales: comunidades en las que la gente no puede verse ni tocarse y en la que se persiguen patrones de comportamiento para "pertenecer". Para Sialle, ahí hay otra punta a tener en cuenta: “El hombre está acostumbrado a vivir en grupo, no en serie. Las redes nos serializan. Somos una cosa amorfa, anónima, y nos desconocemos. No es la manera natural del hombre de integrarse a otros, pero ya está entre nosotros. Habrá que encontrarle el modo para que eso sirva para la salud mental: hasta ahora no se la hemos encontrado, al contrario”.
Según el especialista en salud mental, hay un remedio natural mil veces más potente que cualquier medicamento: “Hay que volver a encontrarse. Juntarse con el otro es la clave. Si nosotros tuviéramos un visor para ver cómo está el ser humano hoy, veríamos que está solo, encerrado en su auto, en su habitación, no interactúa. La cave es interactuar, encontrarse con el otro. La supervivencia siempre está con el otro. Pero estamos viviendo una época en la que el otro poco existe, poco importa. La clave es esa”.
“Yo la recomendación que hago es esa: invitar a los hijos a comer, reunirse con los amigos. Ese es el mecanismo reparador más importante. Cuando un paciente me dice que se hizo de un amigo o de una novia, le digo que tiene el cincuenta por ciento de la recuperación asegurada. Porque la gente que va a ver a un terapeuta es gente que está sola y desanimada. Muchas veces me dicen ‘te voy a dejar de venir a ver porque me puse de novio’. Fantástico, es esa la clave. No hay pastilla milagrosa ni droga milagrosa, el milagro está en el encuentro con el otro ser humano”.