El vacunatorio montado por el gobierno provincial en el predio de la ex Rural está a pleno este martes de agosto. Con una dinámica ajustada, fabril, la gente entra, es vacunada y se retira con su carné al día. Un comprobante de inmunidad que hoy, con la variante Delta en el horizonte, es un pasaporte a la vida. En medio de las hileras de sillas donde toca esperar el pinchazo, una mujer va y viene con pasos cortos, esos que dejan dar los tacos altos.

—Es tu segunda dosis de Sputnik, ¿cómo te fue con la primera? Ahá, bueno. Acordáte, paracetamol para los dolores.

Habla con quienes aguardan su momento esperado, algunos le hacen preguntas, otros le toman las manos y hay hasta quienes le piden hacerse una selfie para inmortalizar el instante. Ella acepta y los ojos delineados se achican delatando una sonrisa debajo del barbijo. Se acerca a un joven y hablan. Cuando lo deja atrás, el chico pregunta:

—¿Quién es la señora?

Cuando se le dice que es la ministra de Salud de Santa Fe, señala: —Claro, la Martorano.

Rosarina, médica neonatóloga terapista, 62 años. Dos hijos varones –uno vive en España, el otro en la ciudad –, dos nietitos de 2 y 4 años. “Tenían una abuela muy presente, más allá de que siempre trabajé mucho –fui muchas cosas (se ríe) — siempre he tenidos 4 trabajos, pero tenía mucho tiempo para mis nietos. Ahí costó un poco más, pero entendieron, el tiempo que tengo se los dedico”, mencionó cuando Rosario3 le preguntó sobre aquello a lo que había renunciado o postergado por haberse convertido en ministra de Salud en medio de una pandemia mundial de covid-19.

La entrevista se concreta en una habitación improvisada en el mayor vacunatorio covid de la ciudad, en un alto que la funcionaria hace de sus recorridas por los puestos, instancia en la que acompaña y monitorea la aplicación de las dosis. Cada una es una conquista, una pequeña victoria contra el virus que cambió el mundo. También su vida. Porque según contó, asumió como secretaria de Salud en diciembre de 2019 y era la primera vez que tomaba un cargo ejecutivo en un gobierno: hasta entonces había sido neonatóloga, terapista, auditora y presidenta del Colegio de Médicos.

Fue ocuparme mucho. Fue terrible. Tengo recuerdos de estar sentada estudiando y leyendo las noticias de cómo evolucionaba el virus en el mundo”, resumió sobre las sensaciones que la embargaban entonces. “No había barbijos ni camisolines, así que empezamos a trabajar con el Ministerio de Producción y de Ambiente, para armar una gran compra. Mi preocupación era que los profesionales tuviesen cómo protegerse y cuidarse. Yo lo cuento así, pero fue terrible”, remarcó y agregó: “Tampoco teníamos las camas, los respiradores, el recurso humano formado. Se tuvo que fortalecer todo el sistema de salud, que no es que no estaba, lo teníamos, aunque no estaba preparado para una pandemia. Y sí, nos cambió la mirada”.

“Nos aterraban las imágenes que veíamos, gente muriéndose en la calle en otros lugares –recordó–. Bueno, no ocurrió nada de eso, todos estuvieron en un sanatorio o en un hospital, fue un gran trabajo de articulación público privada. Los dos sistemas funcionaron como uno”, destacó.

Si conseguir protección para los trabajadores de salud fue un momento crítico, advierte que hubo otro, igual de estresante. “Cuando estábamos con el cien por ciento de ocupación de camas, en la segunda ola”, dijo sin titubear. “Fue tremendo, como en las guardias de pediatría en las que curiosamente el espasmo más grande viene a la noche, nos quedábamos sin camas. He estado despierta noches enteras. No solamente yo, sino el equipo entero para hacer un trabajo de ingeniería donde los segundos niveles fueron importantes más allá de las camas de terapia. Era buscar respiradores y ponerlos en las camas o equipos de alto flujo, pasar camas de clínicas a terapia intermedia”, precisó.

“Hubo días que no terminaban nunca, fines de semana que nos quedábamos planificando y planificando”, reveló en relación a los momentos en que los casos se dispararon y el colapso sanitario era una posibilidad latente. Para la ministra, la clave fue la logística y el trabajo en equipo. ¿Pero qué le pasaba a ella, cómo tramitaba la situación? “La fuerza te la da la necesidad, había que ponerse al frente. Me pasó de que era secretaria y tuve que pasar a ser ministra. Lo que primó fue la conciencia social, sabía lo que se venía y que era muy grave. Y sí, si pensaba en mí, salía corriendo, pero claramente tenía que estar en este lugar a pesar de lo difícil que era”, admitió.

Terapista

Desde el inicio de la pandemia, Martorano tuvo un rol protagónico en la comunicación sobre los casos, el comportamiento del coronavirus y también de las medidas restrictivas que el gobierno provincial fue tomando. Su cara y su voz se hicieron conocidas a través de la radio, diarios, canales de televisión y portales digitales. “Fue más intuitivo, viene de mi formación de neonatóloga donde teníamos que comunicar”, comentó sobre cómo se planteó este aspecto de la función pública. “Me tocó a mí y me basé en ir con la verdad siempre. E intenté no llevar miedo, y creo que lo logré. Esta esto, okey, entonces nos cuidamos entre todos”, sostuvo.

“Yo siempre digo algo que fue muy criticado, pero es real–prosiguió– y lo sigo sosteniendo: fue gestionar incertidumbre. Estábamos gestionando algo que no sabíamos si venía, cuándo, cuánto. Ni siquiera sabemos ahora cuándo termina”, agregó dejando en evidencia lo expuesto arriba.

“Tenés que tener la cabeza muy fría, si no, no podés”, continuó. “Hay que saber, tener los indicadores muy claros, saber lo que está pasando y actuar rápido. Eso es muy de terapista. Si sos terapista tenés que tener primero un diagnóstico rápido y actuar fríamente. Y creo que se usó esto mucho en la pandemia”, observó.

Delta

La ministra brindó un diagnóstico actual de la pandemia de coronavirus: “La foto de hoy es fantástica, pero es una foto. Hay que vacunar y lo estamos haciendo, ponemos más puestos, descentralización y vacuna que llega, vacuna que se coloca. Pero, necesitamos dos dosis para poder responder a la cepa Delta. Y la vacuna sola no sirve, es vacuna más cuidado. Entonces en este momento donde casi todo está habilitado y empieza el tiempo más lindo que el aire libre nos ayuda no podemos relajarnos con ninguna medida”, apuntó.

La tercera ola ¿viene? –se preguntó. “Creemos que sí. No sabemos con qué intensidad, de la segunda se hablaba que iba a ser intensa y corta y fue así. Pero, si se va a comportar de forma grave no lo sabemos. Estamos preparados para reactivar rápidamente las camas”, aseguró y añadió: “Lo que sí sabemos es que la Delta es muy transmisible. Una espera que bastará con vacunación de dos dosis –nos están faltando muchísimas – pero, si la situación lo amerita, se cerrarán actividades. En eso no va a haber ninguna duda”, manifestó.

En ese aspecto, ¿sintió alguna vez la presión social Sonia Martorano? “Sí, han presionado –dijo sin dar precisiones– pero yo tengo algo muy claro: ver el agotamiento en mis colegas en hospitales y en sanatorios. A veces sabíamos que no había resto físico y psíquico en el recurso humano, más allá de las camas. Siempre tuve claro que había que cuidarlos”, respondió y ahondó: “No me desalienta el reclamo de la gente, a mí me preocupa lo que piensa el equipo médico. Tengo muy claro que el objetivo es cuidar a la gente, la vida y la calidad de vida. Hay que concentrarse en eso”.

¿Pero hasta cuándo? El espíritu eleccionario reinante por estos días entusiasmó a algunos que ya la ven en carrera hacia 2023. Incluso, la prensa se lo ha preguntado abiertamente. Rosario3 también y Martorano se rio.  “Estoy muy enfocada en esto, no ha sido fácil. Hay que ponerle energía, entonces, no pienso en eso. Soy médica, sé de organización porque estudié gestión, pero ahora estamos dedicados a esto”, remarcó usando una vez más el plural.

“Vení que te presento a estas chicas, son las guardianas de las vacunas, hacen un trabajo bárbaro”, invitó y cambió de tema. Empezaba así una nueva recorrida por el vacunatorio. Desde lejos parecía un pez en el agua. También, una candidata en campaña.