Nadie duda de que en un marco de pandemia por un virus para el cual aún no se conoce vacuna, y que causa miles de muertes en el mundo, la prioridad debe estar puesta en la salud. Cómo logra, en ese marco, continuar o reiniciar cada persona su oficio, su profesión o su actividad económica es un interrogante cuya respuesta recién empieza a escribirse. La historia de Julián y del grupo de artistas que lo acompañan, es quizás una muestra de esa búsqueda en la que –desde hace un mes– estamos todos.
Julián es payaso de profesión. Su público lo conoce como Chimichurri. Es profesor de circo y artista escénico. Hace cinco años que se dedica al oficio de entretener y hacer reír, tarea no menor en un mundo cargado de problemas y conflictos. “En 2011 dejé todo –cuenta a Rosario3–, trabajaba como secretario en un Instituto de salud mental y como acompañante terapéutico y ese año empecé a formarme como artista”.
Su trabajo consiste en crear espectáculos de entretenimiento, con rutinas de destreza física y arte escénico para todas las edades y junto a su socio, Patricio (el payaso Cabalaza) dirige un espacio cultural –Puerta Naranja– situado en Av. Presidente Perón y Cafferata, donde además de dar talleres de danza, circo integral (acrobacia de piso, malabares, trapecio) tela, danza contemporánea, parada de manos, ramka, alambre tenso y yoga, entre otras actividades, llevan adelante espectáculos a modo de varieté, con artistas invitados.
En Puerta Naranja trabajan fijos once docentes, pero circulan permanentemente artistas de distintas disciplinas que desarrollan sus actividades en ese espacio, de forma temporaria (entre 30 y 40 por año). Los destinatarios de los talleres son niñas, niños, adultas y adultos, en especial de los barrios Bellavista y Echesortu que desfilan de lunes a sábado buscando aprender su destreza favorita. También concurren a Puerta Naranja artistas circenses que asisten a los seminarios buscando perfeccionarse cada uno en su disciplina.
No es fácil sobrevivir en este tiempo de cuarentena para ningún trabajador independiente; tampoco lo es para Julián, quien se autodefine como “un trabajador multioficios” que estudió hasta 5° año de la carrera de Psicología, pero también sabe pintar, hacer instalaciones eléctricas, tareas de plomería y resolver distintas cuestiones domésticas que a veces también suman algún ingreso a su presupuesto económico.
Es padre de una niña pequeña que apunta de fondo a las respuestas que su artista preferido nos va dando, e integra la agrupación Taer (Trabajadores Autogestives de las Artes Escénicas en Rosario) que cuenta con 150 participantes.
Cuarentena y crisis
Las actividades culturales con el formato presencial al que estábamos acostumbrados, están suspendidas. Como es lógico en el marco de pandemia por el coronavirus, el presupuesto municipal está apuntado a la salud y es un momento crítico para mantenerse a flote, sobre todo para aquellas actividades que no venían funcionando con soportes tecnológicos que facilitan la interacción a distancia y de un día para otro, se encontraron a la deriva y sin recursos para transformarse.
Todo está parado y hay que barajar y dar de nuevo. Julián vive en Timbúes. Se levanta todos los días a las 8 y se pone a cocinar viandas que su padre –que tiene un bar– reparte entre los trabajadores del puerto. Con eso asegura también el almuerzo y la cena de cada día, en su casa. “Hoy por hoy estoy zafando como cocinero, aunque no lo sea”, dice, y cuenta que el resto del día lo dedica a ver, junto a sus colegas, de qué forma se reinventarán los artistas para procurar seguir adelante con sus espacios culturales.
Tendremos que mutar.
La agrupación que integra viene manteniendo reuniones con el subsecretario de Industrias Culturales y Creativas de la Municipalidad de Rosario, Federico Valentini, para tratar de conseguir apoyo para capear el momento.
y el reclamo es diverso: exención o reducción de tasas e impuestos, subsidios, asistencia en la publicidad de las actividades que se dictan actualmente online, creación de una plataforma virtual para la promoción y difusión de los espacios de la ciudad de Rosario, crédito a tasas subsidiadas, permisos de circulación para revisar el estado de los espacios físicos, posibilidad de usar las instalaciones municipales o provinciales que cuenten con soporte técnico para el desarrollo de clases on line y grabaciones audiovisuales y/o equipamiento de los espacios para dicha tarea, capacitación o asesoramiento para garantizar medidas de cuidado, higiene y prevención con la vuelta a clases.
“Todo se está conversando, pero tenemos que resolver lo antes posible, porque nuestras necesidades económicas, deudas y alquileres tienen plazos concretos”, dicen los artistas.
El día después del levantamiento de la cuarentena
Nada será igual el día en que el aislamiento social se levante y de a poco empecemos a salir de nuestras casas a retomar lo que alguna vez hicimos. Julián, como tantos artistas, lo sabe e imagina un escenario totalmente distinto al que dejó en marzo hace apenas un mes.
“Creo que tendremos que mutar. Tendremos que empezar a generar contenido audiovisual, llegar a las familias con clases on line y vamos a tener que aggiornarnos con la tecnología y con el medio. Pienso que el regreso después de esto va a ser muy duro porque la situación económica de las familias va a estar complicada y lo que hacemos los artistas no es considerado una necesidad básica. Por lo tanto, cuando no hay recursos, lo nuestro es una de las primeras cosas que las familias recortan. Si miro hacia delante veo mucho trabajo nuevo, mucha deuda que pagar y la veo complicada. Pero tengo fe en que vamos a salir, como siempre pasa con las crisis”, dice Julián convencido.
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