Leda se ríe con una boca blanca. Alarga la carcajada, la suelta por chistecitos simples, algún comentario o episodio confuso. Casi todo le da gracia, incluso ella misma si se piensa cómo esa Leda que cada martes congrega a miles de personas en busca de un milagro, a quienes abraza y de quienes recoge sus pesares. Es que hay dos en una, la “mujer normal”, como se define, la emprendedora, mamá y esposa; y la otra –que es ella misma– la que 8 años atrás sintió que su conexión con dios se intensificaba al punto de convertirse en su instrumento, mujer puente, a la que muchos le adjudican sanaciones corporales y espirituales.

Leda se acomoda parte de su pelo liso y negro detrás de las orejas. Una y otra vez. Así, su cara jovial queda despejada. Es la primera vez que esta mujer de 44 años brinda una nota periodística y está algo inquieta. La tranquiliza María, su colaboradora e integrante del grupo de oración Soplo de Dios Viviente que Leda encabeza, quien reza a su lado en voz baja, pasando sus manos por las cuentas de un rosario, y la presencia de las estatuillas de una virgencita y del Padre Pío, a las que les prendió una vela.

Los últimos meses fueron vertiginosos. El 26 de junio pasado, Rosario3 publicó una crónica en la que se mostró, por primera vez, la intervención espiritual del grupo que convocaba a cientos de personas en la Catedral de Rosario. Fue entonces que se reveló el obrar de Leda Bergonzi, una mujer laica, con carismas de sanación y liberación dones que de acuerdo al credo católico recibe una persona de parte de dios– de la que sus seguidores no requerían explicaciones, pero que para muchos comenzaba a dibujar un enigma. Al día siguiente, el templo se vio desbordado de gente y, paradójicamente, ese martes fue el último encuentro bajo ese techo: la forma en que Leda ora y despliega su bendición generó controversia dentro de la Iglesia Católica.

Quince días después, Soplo de Dios Viviente fue acogido en la capilla del Sagrado Corazón y desde entonces son miles las personas que concurren, al punto que cada martes, desde muy temprano, se forma una extensa fila que transforma la escena cotidiana de la esquina de Moreno y Mendoza.

En esta entrevista realizada por Radio 2 y Rosario3, Leda habló de sus deseos, de su relación con dios, de los “dones” que despliega, y compartió su mirada sobre lo que considera que es lo más importante en la vida.

—¿Quién es Leda?

Es una mujer normal igual que todas, con el mismo anhelo, con los mismos problemas e historias. Una mamá, una esposa y con esta búsqueda de un objetivo que me impulsa.

—¿Cómo fue tu infancia?

Tuve una infancia feliz rodeada de mi familia. Ya de muy chica empecé a sentir a dios, creo que me marcó el tener estos encuentros personales, era mi búsqueda ya de muy chiquitita. Cantábamos en misa con mis hermanas y amigas. Esperaba el domingo con mucho anhelo. Una familia también con algunos problemas, pero bueno, ahí una abuela con mucha fe muy Mariana. Creo que ella fue la que nos sembró esta semillita de lo que era búsqueda de dios.

—¿Tu vínculo con la Iglesia Católica empieza por tu abuela?

—Mi abuela era muy Mariana. Yo también iba a Misericordia, una escuela católica. Y bueno, teníamos momentos en el oratorio, cosas tan importantes. Yo lo hago con mis hijos también, ir marcándole ya de chicos porque en realidad eso es lo que te hace volver de grande. Aunque nosotros pensamos que si en una iglesia hay un niño que está jugando, tenemos que dejarlo porque ellos ya empiezan a gustar de la presencia de dios.

Leda en plena oración en la capilla Sagrado Corazón.

—¿Cómo fue la construcción de esta relación con dios?

—Creo en este dios, que no es solamente una sensación, sino que es un dios de mucha respuesta y de mucha presencia. Nunca fue un dios ajeno, siempre estuvo cerca, fue tangible para mí. Creo que aquel que no puede encontrar a dios ni conocerlo es quien tampoco se dio la posibilidad de llamarlo, de preguntarle, es un dios que está en el templo pero que también camina al lado nuestro.

—La sensación de que con esto vos podías hacer algo más, ¿cuándo empezó?

—Siempre me sentí incapaz, pero mi anhelo y mi sed por él era muy grande. Siempre sentí que no tenía capacidad ni facultad, creía que podían hacerlo aquellos que estaban cultivados, que esto se estudiaba, que se vivía desde otro lugar.

—¿Cómo viviste esa llegada, esa transición y aceptación de esos dones?

—Tuve una adolescencia difícil, pero bueno por esto yo me puedo dirigir a los jóvenes que van transitando muchos desiertos. La juventud es encontrar adonde va tu vida, qué es lo que querés y lo importante es que uno sepa a dónde va. Entonces, me tocó un momento de mi vida, que yo dije «qué es lo que quiero, qué estoy buscando», creo que casi todas las personas buscan un porvenir, pero cuando llegás a tenerlo, es ahí que descubrís que eso no te llena. Eso es lo que a mí me hizo ir un poquito más allá.

—¿Fue una sensación propia o alguien te dijo que tenías dones?

—En mi crecimiento no fui carismática, no me gustaba la oración en lengua que hoy vivo a menudo. Me gustaba mucho la oración contemplativa, encontraba a dios en el silencio y en la caridad. Empecé a encontrar herramientas que me acercaban más, era una vida de búsqueda personal, muy íntima con dios y se fue acrecentando, a lo mejor al participar más en lo que era la Eucaristía. Y después, claramente, nadie vino a imponerme ni me habló de esto, de hecho lo voy transitando.

—¿Qué es todo esto?

—Yo creo que todo esto es dios, es el Espíritu Santo que puede entrar en cualquiera, pero no sin antes hacer una renuncia. Toda mi vida fue una renuncia constante, siento que a dios nunca le bastó dejar de pedirme. Yo suelo decir «Señor, nunca te conformás». Es un dios que realmente apuesta en nosotros, un Espíritu Santo que necesita nuestras manos, nuestros pies, nuestra decisión. Sin una renuncia al mundo no podés seguir a dios porque no tenés tiempo.

Leda considera que es un "instrumento" de dios.

—¿Como definirías al carisma?

—Defino un carisma de sanación y liberación porque ya lo transité. Los testimonios, muchas confirmaciones de un montón de gente podrían dar fe de que esto es real. Ser instrumento de dios es parte de lo que estoy viviendo y transitando por el tiempo que dios disponga. Estos testimonios arrasan con nuestra historia y vinieron a darnos fuerzas. Ahora serán entregados a monseñor (Eduardo Martin), él también acompañará todo este proceso. Pero bueno, un carisma no es que te lo otorga la iglesia, sino que es algo sobrenatural, algo espiritual y a su debido tiempo será reconocido por la Iglesia.

—¿Cuándo llegó a tu vida ese carisma?

Hace 8 años, en una oración comunitaria. Mi fe fue siempre acompañada comunitariamente de hecho y es lo que recomiendo. La comunidad da fe del paso de Cristo, te acompaña en todos los momentos. Hoy, estamos hablando de un hecho y un acontecimiento, que sin comunidad no habría sido posible, ellos me sostuvieron.

—¿Cómo fue que te diste cuenta que tenías esos carismas?

—Mi carisma empieza con un cambio total de vida a partir de esa oración, una experiencia sobrenatural que es personal porque el Espíritu Santo se relaciona con las personas de distintas maneras, por eso es infinito. A mí me cambió la vida, empecé a ver la luz, hay mucha gente que vive en tinieblas, yo vivía en una oscuridad, no era feliz. Bueno, a partir de ese día fui feliz. Yo ya tenía mis hijos, mi casa, creía que estaba con dios y que estaba todo bien. Pero ese día pude empezar a ver en el otro la necesidad. Había algo más. Dije «ya está, lo tengo todo». Iba caminando por la calle, me acuerdo así puntualmente, veo una persona arriba un colectivo y sentí tristeza, fue algo raro. Y fui transitándolo, con penas, con el crecimiento de mis hijos, con mi trabajo interior que es cotidiano. Tenía que afrontar y tomar ciertas decisiones y fuimos creciendo.

Leda confió que recibió carismas hace 8 años atrás.

—¿Qué experimentás?

—En principio quiero que esto quede claro, no me quedo con el mensaje que puedo llegar a darle a las personas. Vuelvo a mi casa y no me quedo con nada.

—¿Podés recordar lo que les dijiste?

—No, para nada.  Creo tener docilidad para poder encausar mi vida con respecto al Espíritu Santo, es lo que también me va a llevar a mí a poder actuar de una manera encontrada a mi realidad, porque si yo realmente me veo del lado afuera, hasta creo que me detendría porque humanamente me daría vergüenza, me daría vergüenza (se ríe).  Mi hija Agustina, la más grande que tiene 26 años, me dice «Mirá, mami, se nota que no sos vos porque de repente es como que abrazás a la gente» y siempre fui una persona cero demostrativa, pero bueno, en ese momento siento que me aborda un amor de dios tan grande. Entro en un momento de un éxtasis espiritual. Ese momento me sostiene para todo lo que viene semana a semana. Tengo una visión de adonde voy y no importa lo que pase. Aprendí a que más allá de lo que me pase puedo hacer un borrón y cuenta nueva, y seguir caminando. Voy transitando, dios hace mucho tiempo me dijo que tenía que perdonar, me enseñó a no mirar para atrás sino hacia adelante. Me sanó la susceptibilidad, acepto que me quieran o que no me quieran y eso me hace avanzar, eso me hizo ponerme en un lugar en un equilibrio donde tengo que aprender a aceptar.

¿Y cómo  responde a la demanda de tanta gente?

Lo primero que quiero que la gente haga es entender que yo nunca voy a poder curarla y que dios puede cambiarle la realidad a partir del momento que ellos puedan dejarse gobernar, guiar y dejarse acariciar. Inevitablemente dios tiene algo para decirles y me toca hacer ese medio, esa esa persona que hace que tengan esa respuesta, esa cercanía. Me da los tiempos, me da la facultad para poder hacerlo, obviamente ya no trabajo como trabajaba antes, muchas veces no puedo ir más al gimnasio. Hay cosas que tuve que dejarlas, no hay tiempo.

—¿Tuviste que renunciar a la Leda de antes?

—Exactamente. Siempre fui una persona súper estética y bueno no poder ocuparme de mis cosas fue un proceso, pero no me costó mucho hacerlo porque era más grande lo que yo sentía haciendo lo que dios me pedía. Yo siento que dios me pide personalmente algo, no que vaya a cambiar el mundo pero a mí sí, en lo personal.

—¿Tu familia cómo acompaña?

—Totalmente. Nacieron mis hijos, la más grande y después los chiquitos seguidos. Fue todo muy rápido, fue un abrir y cerrar de ojos, y me toca estar frente de personas a veces moribundas, de mayor edad y preguntarles cómo fue la vida, si se les pasó rápido y ellos me dicen que va muy rápido la vida. Yo no pierdo el tiempo.

—¿Qué es Soplo de Dios Viviente?

—Te introduce en un camino de acción comunitaria, a la periferia, que es lo que más me atrapó desde siempre, el ver a Jesús en los pobres, no me refiero a una carencia de alimentos, sino también a una pobreza espiritual. He estado en casas que tienen mucho, pero no tienen nada y de llegar a casas que no tienen nada y de repente con poco tienen mucho. Entonces, un mundo de incertidumbre, nos avasalla el querer o el poseer y nos vamos olvidando de nosotros. Y eso nos va haciendo apagar esa luz interior, nos enferma, nos enoja y nos frustra.

—¿Qué ves en la gente?
—Buscar lo que yo quiero y no lo que dios quiere de mí. En cierto tiempo de mi vida, me di cuenta que le estaba preguntando mal a dios o pidiendo mal porque yo sentía que el Señor me decía «no solamente que me pedís y te lo doy sino que cuando te doy lo que me pedís seguís estando mal. Entonces por qué no preguntas qué es lo que quiero de vos y es ahí donde vas a encontrarte». Y empecé a preguntar a dios todo.

—¿Cómo explicás la reconversión y la sanación a partir de la oración y de participar en el grupo?

—Es que yo creo en ese dios que te transforma la vida en el momento, yo creo en un proceso de liberación y sanación interior y creo en un dios que entra y construye lo que estaba destruido, esa esa es mi fe. Yo creo en un dios inmensamente grande y voy a entregarle a todos este dios que es creador de todo lo visible y lo invisible, que puede transformarlo todo en un instante. Entonces, nosotros vemos gente entrar con un semblante y salir con otro. A  mí no me sorprende que dios sane un tumor, yo he experimentado entrar a lugares donde la gente estaba postrada y me levantaba y estaba de pie, pero ese es mi dios, al que yo sirvo, anhelo y al que estoy esperando. No tengo miedo, no tengo dudas, sé que me protege, me cuida y también sé a dónde vamos. Esa es mi fortaleza.

Leda encabeza el grupo de oración Soplo de Dios Viviente.

—¿Qué otras actividades realizan con el grupo?

—Estuvimos un tiempo trabajando con trans en barrios carenciados, estuvimos en comedores. Estamos también hoy por hoy aportando alimentos, nuestro lugar todavía no está, pero nuestro fuerte es lo  social. La evangelización no es solamente darles un plato de comida, es salir a dar esta buena noticia. Hemos trabajado puerta a puerta. Hemos ido a hacer encuentros, salimos afuera, viajamos donde nos invitan, conformamos comunidades y llevamos esta espiritualidad renovada.

—Tenés muchos pedidos de personas que necesitan paz espiritual o tienen dolores físicos y vos los vas a visitar, cada vez con más frecuencia.

—Sí, es mucha la demanda. Hay situaciones límites en las que los familiares te llaman para que dar el último consuelo a alguien. Nos lleguen videos o historias o todo el paso de dios es impresionante. Y esto es lo que aumenta el anhelo de seguir, no hay nada que te favorezca ni te reconforte más que el saber que dios te abrace el alma.

—¿Todos tenemos esa capacidad de recibir un don?

—Dios te elige antes de que nazcas. Estamos pronto a hacer un retiro “Vidas con propósito”. Tu vida se detiene en tu casa, en tus hijos y en tu yo y bueno, hay quienes sienten la invitación de salir a donarse y no deja de ser una invitación de dios que te va pidiendo diferentes cosas. Hay gente que lo hace rezando el rosario desde su casa, hay consagrados que están adentro de distintos lugares. Son maneras, formas que el Espíritu Santo, conforma una misma esperanza por eso es importante que todos podamos aportar lo que dios necesita para este mundo. Lo dijo el Papa, salga, hagan ruido, anuncien la buena noticia. No es mucho lo que tenemos que decir porque nos toca llegar y no decir tanto, simplemente un cómo estás o dar un café. El espíritu habla por sí solo, sin palabras. Nosotros no salimos a juzgar ninguna condición, salimos a amar, salimos a decir que está todo bien, que dios nos ama así como estamos. Dios te dice vení y te enamora y vos vas dejando por amor, no es un sacrificio, es una entrega.

—¿Qué pasó con la catedral?

—Dios escribe derecho en renglones torcidos, me dijeron una vez y toda esta circunstancia nos hizo ver a nosotros el amor de la comunidad. Hubo muchos muchas idas y vueltas cosas que no fueron reales, pero no importa, yo dije no hay que mirar atrás. Nos enteramos de un montón de milagros, vimos y reconocimos a un dios que apostaba a esta comunidad y que nos invitaba a seguir, también nos acercó mucho a este a esta paternidad a este pastor, que es Monseñor Eduardo (Martín). Su aporte para nosotros fue de mucha gracia. A mí en lo personal me hizo ver una paternidad presente en sus consejos, en su acercamiento, fue de mucha gracia compartir con él este proceso. Nosotros tenemos que mirar hacia adelante.

Leda y el grupo en su última noche en la catedral.

—¿Qué pensás de la mujer en la Iglesia Católica?

—Yo la veo a María. Vi un Año Mariano que no se contradecía con estar en catedral y en ese momento verme ahí de pie y verme ahí en ese lugar y la miré a ella. La miré silenciosa, la miré, obediente y no sé cómo se ve dentro de la Iglesia Católica, creo que no sé.

—¿Pensás que le abrís camino a otras mujeres?

—Tal vez. Yo me atreví a lo que desconocía, no tuve nunca estructura, por eso siempre digo que si hago algo mal, díganmelo para poder cambiarlo.

—Las mujeres no suelen ser protagonistas en la Iglesia católica.

No me siento protagonista, siento que hay un equipo de hermanos que me acompañan. No me siento sola, si no, no estaría acá. Les digo a los sacerdotes que me enseñen, que estoy disponible y receptiva.

—¿Cómo se relaciona el encuentro de los martes con la escena actual de violencia en la ciudad?

—Siento que en todas esas largas filas que se hacen, dios está obrando. Lo que a mí me movilizó, está movilizando a muchos y bienvenidos sea y gloria a dios por esto. Me alegra saber que es un camino recorrido, ver hermanos que caminan con nosotros y tienen cambios de vida impresionantes.

—¿Cómo creés que va a seguir esto?

—Yo siento que esto va a dar muchos frutos. Lo veo, lo siento, los animo a que no se queden con un dios de una simple experiencia, que te enseña a transitar la vida desde un lugar no solamente personal. Ojalá todos tuviesen este mismo sentir que tenemos, que trato de infundirle a todos los hermanos que me acompañan de poner una semillita de esperanza. ¿Cambiaríamos el mundo?. Lo cambiaríamos. Yo creo que esto fue desparramándose, que va creciendo. Sé que avanza, que es algo renovado, que es algo nuevo y que necesita de todos, de ustedes también.

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