“Ella sí que es una primera dama”; “ella no tiene presencia de primera dama”; “una primera dama debe acompañar y no pretender sobresalir”; “terminemos con la figura de la primera dama que es arcaica y pasada de moda”, son sólo algunas de las frases que siguen circulando cada vez que un candidato se perfila para la presidencia y las miradas se enfocan en su esposa, pareja o novia, en su mayoría mujeres, porque los candidatos a ocupar el ejecutivo nacional, todavía siguen siendo en su mayoría hombres.
A pocos días de que asuma el presidente electo Javier Milei, se tejen todo tipo de conjeturas en torno a la figura de su novia, la actriz y comediante María Eugenia Flórez, conocida artísticamente como Fátima Flórez, quien ya fue entrevistada en varios medios sobre la forma en que ejercerá el rol de primera dama, y el mismo mandatario electo se mostró proclive a que ella siga trabajando en el ambiente artístico al que pertenece.
Sin embargo, la polémica diputada electa por La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires, Lilia Lemoine, le dijo a un seguidor suyo en redes sociales que "la primera dama es Karina Milei", hermana del presidente proclamado el miércoles pasado, que asumirá el próximo 10 de diciembre.
¿Hay reglamentación al respecto? ¿Quién establece qué “debe” o “no debe” hacer una primera dama? ¿El rol de primera dama es una “especie en extinción”?
En torno a estos temas giró el diálogo de Rosario3 con Carolina Barry, doctora en Ciencia Política e investigadora del Conicet, compiladora del libro “Se hace la Evita. Las otras primeras damas peronistas”, editado en 2021, que reúne un estudio sobre las primeras damas de las provincias de Buenos Aires, San Juan, Córdoba, Corrientes, Mendoza y Santiago del Estero y de las ciudades de Bahía Blanca y Junín, quienes empezaron a involucrarse en política entre 1946 y 1951, cuando Eva Perón ya estaba consolidada como primera dama nacional.
El origen del concepto "primera dama"
Barry explica que la expresión "primera dama" fue traída, probablemente, de Estados Unidos, donde ya en el siglo XVIII, refiriéndose a la esposa de George Washington –Martha Washington– había referencias a la “primera dama de la patria”. Ya entonces, las crónicas de la época mostraban las distintas actividades que realizaba aquella mujer.
En Argentina (y en todos los países del mundo) se copió el término “primera dama” y en nuestro país, en particular, se utilizó con diferentes variantes. “Hubo presidentes como Raúl Alfonsín, que sostuvo que no había que llamarla ni «primera dama» ni «dignísima esposa», sino «señora esposa». Cristina Fernández decidió llamarse «primera ciudadana» y esto nos lleva a preguntarnos qué pasa con los varones, es decir los «primeros caballeros», término que a veces se utilizó para llamarlos de manera un poco jocosa. No hay una denominación formal para referirse a ellos y generalmente se los menciona como «el acompañante», «el marido» o «el esposo de» más que como «el primer caballero». Esto marca una concepción de género muy clara evidenciada en la nominación para referirse a la persona que acompaña a quien preside un país”, señala la investigadora
Por qué aparece como "necesario" que una mujer acompañe al presidente
Si bien no hay documentación escrita que establezca reglas al respecto, esta suerte de mandato social tácito siempre condicionó a los candidatos a presidente a mostrarse públicamente con sus esposas o parejas o a recomponer relaciones desavenidas, en el marco de la campaña electoral, como si la presencia de una mujer en el rol de acompañante completara o reforzara la imagen del candidato.
Esto se vio con claridad en los casos de Raúl Alfonsín con María Lorenza Barreneche y de Carlos Menem con Zulema Yoma. En ambas situaciones, había un distanciamiento entre ambos integrantes de las parejas que decidieron revincularse a propósito de la campaña electoral. Con la salvedad de que en este último caso, la pareja volvió a separarse en pleno mandato de Menem, lo cual significó la partida de Zulema de Olivos y la llegada de Zulemita Menem, hija de ambos, a ocupar el rol de primera dama vacante, sobre todo en viajes y actos protocolares.
“Es cierto que la opinión pública y determinados sectores buscan la compañía femenina del mandatario. Y no es casualidad que en el caso del presidente electo, Javier Milei, en plena campaña electoral, haya aparecido con una novia –Fátima Flórez– justo en el momento en que la prensa estaba poniendo en tela de juicio su relación con los perros y con su hermana Karina, y hacía hincapié en este punto como una disminución de las posibilidades electorales del libertario al no tener una pareja conformada. Evidentemente, hay cierta presión hacia los candidatos, en ese sentido”, afirmó Barry.
En el año 2000, otra primera dama, Inés Pertiné de De la Rúa, explicaba en una de sus escasas entrevistas a la prensa (diario La Nación): "Siempre ayudé a mi esposo desde el llano. La vida política de Fernando fue muy intensa y yo me dediqué a los hijos. Me aboqué a cuidar de mi familia, que fue, es y será lo más importante en mi vida y por lo cual nos hemos mantenido tan unidos y solidarios. El hogar es el refugio de Fernando y eso es lo que me importa preservar".
El caso chileno
“Si miramos lo que pasa en América Latina hoy, el caso chileno resulta emblemático. El presidente Gabriel Boric estaba en pareja con Irina Karamanos, de quien se separó a mediados de noviembre pasado. A partir de esa ruptura –detalla– el presidente chileno redefinió totalmente el papel de la primera dama, ya que trasladó todas las obras de caridad y beneficencia que estaban en la oficina de la primera dama a distintos ministerios. De modo que jerarquizó y burocratizó esas asignaturas tomadas por la figura de la primera dama en Chile”.
En Argentina, según trascendió en la última semana, Fátima Flórez continuará con su labor artística y acompañará a Javier Milei en las cosas que pueda acompañarlo. Sin embargo, en una entrevista que le hicieron a ella en particular, Fátima planteó que siempre le interesó ocuparse de tareas de caridad y beneficencia. “Es decir que ella –no explicó por qué razón– relaciona la figura de la primera dama con la de la persona que tiene que ocuparse de temas de caridad y beneficencia”.
En el caso de Juliana Aguada, esposa de Mauricio Macri, tiene una actividad como empresaria textil, que decidió frenar o posponer, durante el mandato presidencial de su marido, y se dedicó a realizar una actividad netamente protocolar. No se adscribió a ninguna causa para aprovechar las herramientas que le permite el rol de primera dama en favor de determinados sectores. Habitualmente, se la veía como acompañante del expresidente y en situaciones domésticas, como preparando el desayuno, jugando con la hija menor de ambos u ocupándose de la pequeña huerta que tenía en Olivos, desde donde promovía la alimentación saludable y mostraba sus looks para cada ocasión protocolar u hogareña, situación de la que se hacían eco las revistas de circulación masiva.
“El rol de la primera dama tiene una enorme y variada amplitud porque no está reglado de ninguna manera. Al no estar legislado su papel, el abanico de posibilidades es enorme: puede ser protocolar (como el caso de Juliana Aguada) o más político (el caso de Cristina Fernández, actual vicepresidenta de la Nación, quien milita en política desde los años '70 y llegó a suceder a su marido Néstor Kirchner, al frente de la presidencia, en 2007 y fue reelegida como mandataria nacional en el período 2011-2015). En el caso de Fabiola Yáñez, también se involucró en varias causas de beneficencia. Incluso, el 20 de diciembre de 2019, viajó al Vaticano con el grupo Alma, integrado por primeras damas de la región (una alianza lanzada en agosto de 2019 para apoyar la Agenda 2030 de la ONU)”, describe.
Eva Perón y las primeras damas provinciales
Barry explica que todas las primeras damas cuyas historias se relatan en el libro “Se hace la Evita. Las otras primeras damas peronistas”, surgen en forma casi contemporánea con Eva Perón, entre 1946 y principios de 1947, es decir cuando Juan Perón y los gobernadores asumen el poder al frente de la presidencia y las gobernaciones provinciales, respectivamente, con una diferencia: el desarrollo político que tenía Eva a nivel nacional, era totalmente desproporcionado con lo que fueron estas otras figuras provinciales”.
Esas esposas de gobernadores “buscaban actividades emulando la tarea de Eva Perón (de allí el título del libro: «Se hace la Evita», una frase muy usada a lo largo de la historia para denostar a las mujeres que realizaban alguna tarea de beneficencia o política, e incluso empleada por la conductora televisiva Mirtha Legrand para referirse a la expresidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en algunas oportunidades”.
Esas mujeres “copiaban en las provincias, la acción social y política de Eva, al interior del Partido Peronista, en las líneas internas de sus propios maridos; pero a medida que empezó a crecer el poder político de Eva Perón, empezaron a ser las referentes de ella en sus respectivas provincias. Entonces, puede decirse que en el armado del Partido Peronista en cada provincia, en un momento inicial, estas mujeres fueron fundamentales. Pero en un segundo momento, fueron sacadas de escena. Hacia 1949/50, dejaron de ocuparse de temas políticos. Siguieron manejando las réplicas de la Fundación Eva Perón en las provincias, pero en el ala política tuvieron un límite muy marcado. Allí se creó el Partido Peronista Femenino con las delegadas de Eva Perón que tenían un mandato muy claro: no podían nombrar a la esposa de ningún funcionario en ningún cargo dentro del partido”.
Es decir que aquellas primeras damas cuya actividad en el comienzo fue incentivada, en una segunda etapa fueron corridas de la escena, dado que Eva Perón nombraba a sus propias delegadas censistas para representar a la Fundación en todo el país. “Una hipótesis es que esas mujeres que fueron relegadas, se terminaron transformando en caudillas, por su tipo de acción. Y dentro del peronismo, la palabra «caudillo» es una mala palabra porque hace referencia a los caudillos del Partido Radical”, apunta la compiladora.
Primera dama: la vigencia del rol
En la opinión de Barry, mujeres y varones cuando son esposos de alguna figura electa tienen que continuar con sus actividades preexistentes. “Es lo más sano, aunque en toda relación de pareja el acompañamiento debe ser mutuo; pero que una persona (la mayoría de las veces se trata de mujeres porque son sus maridos los que resultan elegidos para cargos ejecutivos) tenga que dejar sus actividades habituales y dedicarse a una actividad totalmente nueva (esto incluye, a veces, enfrentar una cámara o un micrófono para expedirse sobre temas diversos y que su palabra sea tomada como una proclama del gobierno, cuando no sabe, no le interesa, etc.) es un tema complejo”.
Asimismo, añade que cuando una mujer tiene ambiciones políticas, la figura de la primera dama es una herramienta muy fuerte para ganar espacios de poder e influencia, utilizar fondos públicos, opinar sobre leyes o políticas de gobierno sin haber sido elegidas, ni haber pasado por las urnas, ni contar con la expertise (pericia) necesaria.
“La figura de la primera dama tiene muchas aristas” –afirma– y pone el ejemplo de Fabiola Yáñez y las consecuencias políticas que provocó su fiesta de cumpleaños en Olivos, celebrada en la residencia presidencial el 14 de julio de 2020, durante la vigencia plena de las medidas de restricción, impuestas por la pandemia de coronavirus.
Pero antes de ese hecho, la primera dama había confrontado con el entonces ministro de Salud de la Nación, Ginés González García –quien objetaba algunos puntos del proyecto de ley de fibrosis quística, que declaraba de interés nacional la lucha contra esa enfermedad–, mientras que la primera dama no sólo apoyó al colectivo de pacientes que perseguía ese objetivo, sino que incidió para que el oficialista Frente de Todos avanzara en el dictamen favorable de la iniciativa, demostrando que podía influir en las acciones de gobierno tomadas por el presidente Alberto Fernández.