De manera silenciosa, velozmente y sin pausa, del mismo modo en que transcurre en el organismo de quienes la sufren (es decir, sin sintomatología evidente), la diabetes ha ido avanzando en nuestro país hasta alcanzar un número de enfermos que preocupa pero que no sorprende a los especialistas, que incluso estiman podría ser aún mayor.

“Según las últimas encuestas nacionales, la diabetes afecta a entre el 13 y el 14% de la población, una cifra que ha aumentado desde el 9-10% registrado hace pocos años. Incluso hay provincias con valores más altos: San Luis tiene el 17%, algunas otras provincias del sur, entre el 15 y 16. Los números aumentaron mucho en los últimos tiempos”, dijo la doctora Silvia Lapertosa, especialista en el tema y ex presidenta de la Sociedad Argentina de Diabetes.  

Este salto no la sorprende e incluso podría esperarse un aumento todavía mayor: “No hay por qué esperar un número menor. ¿En qué hemos cambiado? El compromiso de cumplir los objetivos para el desarrollo vinculados a la malnutrición para el año 2030 estamos lejos de cumplirlos: la idea era que se detuviera el crecimiento de la obesidad y disminuir un 25% las muertes prematuras por diabetes, pero esos números están muy lejos porque no hay acciones para que eso no suceda. De hecho, la obesidad, un mal muy vinculado a la diabetes, está creciendo de manera espantosa: 6 de cada 10 argentinos tienen exceso de peso y 4 de cada diez niños, por lo que el futuro no es muy promisorio”, remarcó Lapertosa.

Y entregó algunos datos aún más preocupantes: “Permanentemente el mapamundi de la diabetes va cambiando: en abril se publicará el Atlas de la Federación Internacional de Diabetes y tendremos números más aproximados que nos permitirán compararnos. Pero en Sudamérica y Centroamérica se espera un crecimiento del 55% de la diabetes para los próximos 20 años. Incluso hay regiones como África o el sudeste asiático que subirán aún más. Es un número alarmante que nos exige pensar en acciones a corto y mediano plazo”, añadió.

La obesidad, la gran aliada de la diabetes

De acuerdo a lo expresado por la ex presidente de la Sociedad Argentina de Diabetes, “hay tres grandes grupos de esta enfermedad: en la diabetes tipo 1, se da un choque de cuerpos extraños dentro del organismo por el cual se termina dañando el páncreas, que fabrica la insulina. Son sustancias extrañas al organismo, que el propio organismo no las reconoce como tal y mata a las células productoras de insulina en el páncreas. Hay para ello una predisposición genética: es decir, ‘al que le toca, le toca’. No se puede prevenir. Y esta es la que tienen la mayoría de los niños, jóvenes y adolescentes”.

Pero en los otros dos grandes grupos, la gordura juega un papel preponderante: “La diabetes tipo 2 está directamente relacionada con la obesidad y contempla el 90% de los casos de diabetes en el país. Al tener un exceso de calorías en el organismo, ganamos mucho peso y el páncreas debe liberar más insulina para compensar los altos niveles de glucosa en la sangre. Con el tiempo, esto daña las células del páncreas haciendo que no puedan generar la cantidad suficiente”.

El tercer tipo es la diabetes gestacional, también vinculada estrechamente al exceso de calorías. “Este tipo de diabetes afecta al 10% de las mujeres embarazadas. Y lo que preocupa es que más del 40% de las mujeres embarazadas en Argentina tiene exceso de peso y obesidad. Es decir que están con altas probabilidades de desarrollar diabetes, pero ya desde el útero materno están afectando a las generaciones futuras, porque esos niños están marcados para tener obesidad, diabetes y desarrollar enfermedades cardiovasculares en edades más jóvenes”.

Una de las características más complejas de la diabetes es su carácter silencioso: es decir, no presenta síntomas desde un principio o son muy leves y pueden llevar al paciente a confundirlos con otras enfermedades, por lo que no hay muchos elementos que nos permitan suponer que algo estamos haciendo mal. Entre los signos que sí pueden evidenciarse, están la sed excesiva, micción frecuente, pérdida de peso involuntaria, sensación de cansancio y debilidad constantes, irritabilidad, visión borrosa y llagas que tardan en cicatrizar.

Al respecto de uno de esos síntomas, la doctora Lapertosa explicó: “La diabetes provoca más sed porque una vez que el azúcar en sangre supera los 180 mg por decilitro, se produce un exceso que se despide por la orina. Por eso la continua necesidad de ir al baño. Y la sensación de cansancio es porque ese azúcar, combustible del cuerpo, ya no va a las células: por eso tenemos más sed, más hambre y al mismo tiempo bajamos de peso. Esos son síntomas de azúcar alta”.

La urgente necesidad de cambiar hábitos

Las complicaciones que la diabetes puede generar en el cuerpo son múltiples: altera el sistema cardiovascular, aumentando el riesgo de desarrollar infartos o ACV; se producen daños en las arterias, en la vista, en los nervios, en el sistema inmunitario, en los pies, en los riñones y una larga lista de etcéteras.

“Por ejemplo, el 13% de la población argentina tiene enfermedad renal crónica y la diabetes la favorece. Por eso es importante controlar la presión, los valores de colesterol y triglicéridos, y ver cómo funciona el riñón una vez al año”, sugirió Lapertosa, que además aspira a generar en la sociedad argentina un cambio de consciencia en temas como nutrición, sedentarismo y controles preventivos.

 “Nosotros tenemos que saber que si hay en nuestro entorno cercano familiares con diabetes, si estamos con exceso de peso o con presión alta, tendremos alto riesgo de sufrir diabetes. No hay que menospreciar los valores de azúcar en sangre: ya tener entre 100 y 125 mg de azúcar por decilitro de sangre en ayunas, significa que estamos transitando una camino de prediabetes y ya hay que hacer cambios en la rutina de vida”, explicó.

Por eso recomienda evitar alimentos como “el azúcar común, las facturas, las golosinas, las gaseosas, los jugos y la grasa de la carne”. Y, en cambio, pide comer “más verduras y frutas, carnes desgrasadas, lácteos y quesos descremados, arroz o fideos pero que no estén muy cocinados, papas, batatas, mandioca, choclo”.

Finalmente, Lapertosa recalcó que nunca es tarde para generar ese cambio de hábitos, incluso si la diabetes ya forma parte de nuestra vida: “Una vez que está diagnosticada, los medicamentos no son de por vida. Se empieza con uno y se pueden ir asociando las pastillas con la insulina, pero también se puede retroceder: si una persona come mejor, hace actividad física y logra bajar de peso, indefectiblemente va a bajar la cantidad de medicamentos y su diabetes hará un retroceso”.