En esta situación de pandemia se piensa, se consulta y se decide acentuando la estrategia de restringir, limitar y controlar. En una primera aproximación creo ver la sombra de un fracaso. Porque representa, desde una parte de la ciudadanía difícil de alinear, un retroceso a la etapa infantil caracterizada por un estado de conciencia llamada heterónoma, donde necesitamos que nos digan “desde fuera” (Hétero) lo que está bien o mal y lo que podemos o no hacer.
En cambio, el estado de conciencia autónoma señala claramente la madurez de la persona. Caracterizada por la independencia, una actitud crítica y la decisión propia. Completa esta etapa valiosa de la vida la clara conciencia del “otro”, de su dignidad y valía. De hecho, no vinimos a la vida por decisión y gestión propia. La vida, necesariamente, nos viene dada de otros, de tal manera que representa un vínculo “entrañable” con nuestra Madre y nuestro Padre.
Después vamos creciendo ayudados y acompañados por muchísimas personas que nos aportan tantísimas pistas y herramientas necesarias para nuestra madurez. El desarrollo de nuestras capacidades y las condiciones para lograrla dependen también de la dinámica de los vínculos que vamos encontrando y construyendo; de tal forma que podamos plasmar la entrega solidaria y gratuita de lo que también, gratuitamente, hemos recibido.
Allí y así tenemos la posibilidad de poner en evidencia y en el escenario de la vida lo mejor de nosotros mismos: nuestra enorme capacidad de amar; capacidad cierta también de crear y sostener vínculos constructivos y saludables. La sensibilidad para reconocer al otro, a los otros, como seres amables, con quienes podemos afrontar solidariamente los desafíos de la realidad.
San Pablo le escribía a la comunidad de Roma: ”Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo; el que ama al prójimo ya cumplió toda la ley”. Por eso deduzco que nuestra vida es una hermosa deuda de amor, que puede cubrirse cuando el amor orienta lo que somos y hacemos y es capaz de despertar y sostener un “ida y vuelta” de cuidados recíprocos. Es también, recordamos, la propuesta del Papa Francisco de Fraternidad Universal y Amistad Social. Nuestra respuesta a los desafíos y propuestas no sólo puede salvar muchas vidas, sino que también puede darle sentido a toda nuestra vida. ¡Buen vivir!