Atrás quedaron las dos primeras semanas del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en donde las fuerzas vivas que estructuran el entramado político de Argentina decidieron pactar una tregua en post de un objetivo común: evitar una curva de contagios que colapsara su sistema de salud y ubicara al país en el rango de naciones con centenares de muertos diarios y decenas de miles de infectados.
Esa efímera luna de miel cristalizó dos escenarios antagónicos que conviven en el mismo espacio tiempo: uno en donde oposición y oficialismo dejaron de lado sus diferencias y trabajan de forma coordinada frente a la crisis. El segundo, producto de la incomodidad que generó el primero, la vuelta de la grieta, motorizada por los referentes opositores sin responsabilidad de gestión y sectores económicos que no toleran pérdidas de rentabilidad y temen que la crisis reconfigure el rol del Estado y la relación de fuerzas.
Nada nuevo bajo el sol si se mira hacia atrás —bien sean 17 o 70 años— aunque el primero conlleva una novedad: se pueden tener miradas diferentes y lograr el bien común con un nivel de éxito aceptable cuando el objetivo es compartido. Argentina, en el contexto actual de pandemia global, es uno de los países con menor tasa de infectados del continente y parte de que esto sea así responde a las alianzas que tejió el ejecutivo con aliados y opositores para llevar adelante medidas de salud homogéneas.
Es difícil aventurar qué Argentina surgirá pospandemia en base a esta actualidad y al igual que los entrevistados anteriores, tanto Andrés Malamud como María Esperanza Casullo mantienen sus reservas a la hora de pensar el país que pueda emerger en relación con sus contextos.
Malamud ofrece una mirada positiva de la situación en la que puede quedar Argentina producto de lo que a priori podría parecer algo negativo: su irrelevancia geopolítica y su lugar como productor de alimentos y de servicios de “alto valor intelectual”.
Quedará para un posterior análisis evaluar de cuánto dependerá, o no, un escenario de objetivo común por parte de la dirigencia política para alcanzar con éxito una inserción comercial externa como la que imagina posible Malamud, pese a la dificultad que supone el mundo pospandemia.
Ambos politólogos coinciden en que la economía global será muy difícil para Argentina y el resto de las naciones del mundo. María Esperanza Casullo suma a ese análisis el contexto de canibalización entre países que se produjo frente al debilitamiento prolongado de los organismos internacionales en contraste con la colaboración que se está dando entre científicos del mundo.
La docente e investigadora de la Universidad Nacional de Río Negro entiende que existe una mirada exagerada sobre la posibilidad de un cambio sistémico significativo producto de la crisis del coronavirus. Para Casullo la nueva normalidad tal vez acarree cambios sociales y otra mirada sobre el rol que debe ocupar el Estado frente a la salud pública, pero duda que eso de comienzo a una nueva época de la historia humana.
Un tema que no se aborda y que tendrá impacto en el futuro cercano es la reestructuración de deuda soberana que enfrenta Argentina. El periodista Tomás Aguerre, en el newsletter diario de Cenital, citaba un artículo de la BBC donde la docente Nora Lustig consideró que los países mejor posicionados para enfrentar la crisis son los que cuentan con una deuda baja respecto a su PIB. Una mala noticia para Argentina —considera Aguerre— puesto que es el país más endeudado de la región (92% de su PIB según el FMI).
En la próxima entrega de La Argentina que viene Daniel Artana, economista jefe de Fiel, y Sergio Arelovich, director del MATE (Mirador de la Actividad del Trabajo y la economía) reflexionan sobre los desafíos de la economía post pandemia en Argentina.
Entregas anteriores:
- Una mirada desde el mundo sindical. Juan Carlos Schmid y Daniel Yofra.
- Vigilancia digital, economía gig y el rol del Estado en disputa. Natalia Zuazo y Esteban Magnani.