El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, conmocionó a todos tanto en el plano local como internacional, y expuso nuevamente la inestabilidad política y social que padece hace años el país caribeño.
A las turbulencias políticas se le suman las problemáticas sociales e incluso las consecuencias de los desastres naturales que han ocurrido en la zona durante los últimos años, como el terremoto de 2010 o el huracán Matthew de 2016.
Entre los puntos clave para entender por qué la situación de Haití es tan dramática, se destacan la pobreza, la inseguridad y la inestabilidad de las instituciones políticas.
Pobreza y desastres naturales
Más del 60% de la población de Haití vive con menos de dos dólares al día, lo que lo convierte en el país más pobre de América a pesar del ligero incremento de su PBI registrado durante la última década.
Casi cuatro millones de haitianos, entre una población de cerca de 11,5 millones, padece inseguridad alimentaria según estimaciones de la ONU, y alrededor de dos millones se han visto forzados a emigrar producto de la concatenación de crisis, cosechas afectadas por los desastres naturales y la elevada inflación.
El terremoto del año 2010, cuya magnitud fue de 7,0 en la escala Richter, fue el más grave sucedido en Haití desde 1842. Un total de 316.000 personas fallecieron y otras 350.000 resultaron heridas, a lo que se sumaron los destrozos sobre las construcciones y los daños económicos, calculados en 7.900 millones de dólares.
También tuvieron serias consecuencias el huracán Matthew de 2010 y el Laura de 2020, dejando un saldo de cientos de muertos en total e importantes daños.
La población también tuvo que lidiar con la epidemia de cólera desatada en 2010, por la que 520.000 personas resultaron infectadas y otras 7.000 fallecieron.
No fue hasta 2019 que dicho brote pudo ser controlado, y la llegada del coronavirus también se hizo notar en el país (aunque con menor incidencia): los números oficiales de la pandemia en Haití contabilizan algo más de 19.100 contagios y 462 muertes.
Inseguridad y violencia
La inseguridad es otro de los problemas con los que tienen que convivir los haitianos, sobre todo por la proliferación de bandas armadas por las calles.
Sólo en el mes de junio pasado, más de 150 personas fueron asesinadas y otras 200 secuestradas en la zona metropolitana de Puerto Príncipe, según reveló un reciente informe del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (CARDH), una ONG especializada en la materia.
"El país está asediado por bandas armadas que siembran el terror, asesinatos, secuestros, violaciones (...). Puerto Príncipe está sitiado en el sur, el norte y el este. Asistimos a una sociedad cada vez más pasiva mientras el país está asediado", sostiene el informe que describe la situación como de "hegemonía del crimen en Haití".
Además, las fuerzas de seguridad parecen desbordadas por el fenómeno. El ejército, que fue eliminado en 1994 para evitar intentos golpistas y reconstituido en 2017, apenas tiene 500 miembros, mientras que la policía solo cuenta con 15.000 efectivos.
Inestabilidad política
Haití es el único país de América que ha tenido más de 20 gobiernos en 35 años, y el último conflicto político tiene su origen en 2015, cuando tras la finalización de la gestión de Michel Martelly las cuestionadas elecciones obligaron a nombrar a un presidente interino de otro partido.
Jovenel Moïse fue quien tomó posesión del cargo por aquel entonces, y recién un año después que la autoridad electoral reconoció al mandatario.
La oposición reclamaba que el mandato de cinco años de Moïse debía haber acabado el pasado 7 de febrero, cuando se cumplió el plazo si se cuenta desde el fin del gobierno de Martelly en 2016.
Moïse, sin embargo, insistía en que debía gobernar un año más porque no tomó posesión hasta el 7 de febrero de 2017.
El mandato de Moïse estuvo marcado por las protestas sociales, especialmente en 2019, donde miles de personas paralizaron prácticamente todas las actividades de las instituciones públicas y privadas del país.
El asesinato del mandatario se produjo a sólo dos meses de las elecciones presidenciales, convocadas para el 26 de septiembre.
Moïse, que no podía ser candidato, había convocado para la misma fecha un referéndum para aprobar una nueva Constitución, un proyecto que no contaba con el apoyo de la oposición ni de la comunidad internacional.
El primer ministro interino, Claude Joseph, quien informó de la muerte del presidente y se declaró a cargo, ha querido llamar a la calma a la población y ha asegurado que tanto la policía como el ejército se están encargando de mantener el orden.