Una nueva ordenanza para regular la nocturnidad en Rosario está cerca de aprobarse en el Concejo Municipal. La iniciativa reúne propuestas que se habían incorporado desde diferentes bloques políticos y antes de ser tratada en el recinto tendrá una instancia de debate con la sociedad. Los principales ejes del texto son una mayor flexibilidad en los rubros a la hora de la habilitación, reglas claras para inversores y vecinos y normativa para garantizar la convivencia, según aseguran los ediles. Mientras tanto, la escena actual consiste en un rubro nocturno debilitado que le deja terreno a la autogestión de la diversión: los jóvenes se vuelcan a fiestas organizadas por ellos mismos, es decir, de manera clandestina. Un panorama en el que se necesita un Estado que, además de controlar, fomente la creación y el mantenimiento de espacios seguros y atractivos.

Cuando la noche deja de representar un espacio social y catalizador de la inclusión de distintos grupos sociales, no solo genera que grandes ciudades se vayan desplazando como centros de innovación artística y creativa, sino que además se recorta la oferta de espacios para salir a habitar la noche. En ese marco es que comienzan a ganar mayor relevancia las fiestas que se desarrollan por fuera de la órbita de control municipal. Este tipo de convocatoria, que puede congregar a miles de personas y representar una molestia para vecinos, se ha convertido en algo habitual desde la pandemia de covid 19. Fue a mediados del 2020, cuando las restricciones todavía limitaban la actividad nocturna, que las autoridades vieron la necesidad de conformar un “Equipo especial de fiestas clandestinas”, un grupo de trabajo entre la Municipalidad, el Ministerio Público de la Acusación y el Ministerio de Seguridad de la provincia de Santa Fe.

Ya fuera por denuncias que llegaban al 911 o al 147, o bien porque se encontraba información sobre estas fiestas en redes sociales, los procedimientos se llevaban a cabo para desarticular esas reuniones al margen de las normativas vigentes que luego quedaron como una opción más para el ocio nocturno, según la mirada del secretario de Control y Convivencia Diego Herrera.


El funcionario municipal le dijo a Rosario3 que a este tipo de convocatorias generalmente asisten jóvenes de “entre 20 y 25 años”, en cantidades que van desde las 200 hasta las 1.500 personas. A su vez, “la mayoría son fiestas electrónicas” con ubicaciones privadas que se comparten una vez que se ha pagado la entrada y antes del evento, lo que representa “un fenómeno que se está dando cada vez más”.

Herrera apuntó que esta situación que se volvió común durante la pandemia no se modificó, en parte, por la falta de otras opciones para salir. “Tenemos una mala oferta de boliches a la noche”, apuntó. También hace alusión al carácter “restrictivo” en materia de horarios para las fiestas en la ciudad, un punto vinculado con la vieja ordenanza que regula la actividad nocturna.

Esto provoca que, por ejemplo, al terminar una fiesta electrónica “después de las 5 de la mañana –el horario límite– la gente va a otro lado”, incluyendo eventos no habilitados que, de más está decir, no cumplen los requisitos impuestos por el decreto Nº363 del 2017, una iniciativa pensada para regular los espectáculos públicos que establece la obligación de contratar personal municipal y policial para las tareas de orden y control, instalar puestos de hidratación y cumplir un protocolo sanitario, entre otros puntos.

Fin de fiesta (clandestina).

Ante la falta de opciones, adolescentes ingenian su nocturnidad

Todo ese marco normativo no forma parte de las consideraciones que tienen adolescentes de la ciudad a la hora de generar, ellos mismos, sus opciones para salir los fines de semana. Chicos y chicas de entre 14 y 17 años quedan en una especie de encerrona que no les deja otra alternativa. 

Según comentó una adolescente de 16 años, tanto ella como su grupo de amigos empezaron a ir a este tipo de fiestas cuando se les terminó la época de los cumpleaños de 15, a los que además solo se entra con invitación. Sin esas celebraciones, la posibilidad de ir a bailar a lugares con jóvenes de su edad se vuelve más difícil.

“Empezamos a ir a una matiné, pero era aburrido porque la mayoría eran chicos y chicas de entre 10 y 12 años”, cuenta la joven, y agrega que por fuera de eso los boliches no son una opción porque la edad mínima para entrar es –en contados casos– de 17 años, mientras que el resto de la oferta apunta a un público mayor. "Un lugar al que podamos salir y en el que esté todo bien no hay, por eso siempre vamos a estas fiestas", describe.

Este panorama es el mismo referido por la madre de otro adolescente de 15 años, que apuntó que se trata de fiestas que “generalmente organizan los mismos chicos para que vayan quienes tienen entre 14 y 17”.

Ambos testimonios describen una dinámica que ya es habitual entre adolescentes de esa franja etaria a la hora de planificar y concurrir a estas fiestas: ellos mismos se encargan de poner la idea y de la difusión a través de redes sociales, con algunos haciendo de “tarjeteros” para manejar la venta de entradas y elaborar las listas de asistentes. Una vez recibido el pago de la entrada, se comparte la ubicación de la fiesta y la información adicional que, hasta entonces, se mantiene en secreto.

También tienen participación los padres, que los ayudan con las cuestiones logísticas tales como el alquiler de equipos de sonido e iluminación para el DJ, medios de transporte y la compra de bebidas.

Las ubicaciones elegidas suelen ser clubes deportivos. Hace poco más de una semana, una fiesta que iba a realizarse en un club de Fisherton finalmente cambió su locación hasta Granadero Baigorria, algo que se comunicó a quienes tenían su entrada dos días antes de la fecha del evento. A esa desprolijidad en la organización se sumó, ya durante la fiesta, la intervención de efectivos policiales que acudieron al lugar tras recibir una denuncia de vecinos y se encontraron con alrededor de mil asistentes.

La entrada para esta fiesta, que terminó desbaratada por la Policía, tenía un valor de $8.700 con traslado incluido. Los colectivos partían desde la zona del Parque Independencia y, por otro lado, desde Fisherton. Y este punto, el de los traslados, también suele generar inconvenientes, ya que según la adolescente consultada muchas veces ocurre que hay sobreventa de entradas y, por ende, chicos y chicas agolpándose para subir a los micros que los llevan hasta la fiesta.

Tanto la mirada de la joven de 16 años como la de la madre que hablaron con este medio coinciden en el mismo diagnóstico: en Rosario faltan lugares para que quienes atraviesan ese período comprendido entre la mitad de su adolescencia y la mayoría de edad puedan salir a bailar, lo que decanta en alternativas más rudimentarias.

“Los bordes de la ciudad nos han dado voces tremendas para nuestra cultura”

La nocturnidad continúa siendo un tema de debate en la esfera pública de Rosario, en donde los establecimientos que ofrecen propuestas de ocio durante la noche funcionan bajo regulaciones que han quedado obsoletas para un entorno dinámico y que se reconfiguró notablemente durante los últimos años, fundamentalmente a partir del hito que significó la pandemia. Y a falta de una mejor planificación y regulación, se genera un contexto en el que lo ilegal y clandestino se mantiene como una opción atractiva para jóvenes de la ciudad.

Rosario es, como otras grandes ciudades del país y del mundo, un territorio con un amplio abanico cultural que incluye hábitos y costumbres que se extienden más allá del día y persisten durante la noche. Una descripción de este panorama local fue aportada por Lila Siegrist, docente y poeta rosarina que integró el comité de creación del posgrado en Gestión Cultural de la UNR.

“La ciudad tiene propuestas vinculadas a las programaciones culturales super alucinantes y diversas. Históricamente, la noche de Rosario fue un caldo de cultivo para las emergencias artísticas y culturales, te diría que desde hace 100 años los bordes de la ciudad nos han dado voces tremendas para nuestra cultura. Esos andurriales son realmente el caldo de cultivo de nuestro arte, y hablo de cine, de artes escénicas, de música, de artes visuales, de poesía”, define Siegrist, que trabajó en políticas públicas desde el año 2007 tanto en los Ejecutivos municipal y provincial como en Presidencia de la Nación.

En el caso de Rosario, el desarrollo de esa diversa plataforma cultural está ligado con la idea de una ciudad que permanece activa durante las 24 horas y que fue conceptualizada a fines de la década del 80 por Murray Melbin, autor del libro La noche como frontera. Colonizando el mundo después del oscuro, un texto en el que describe a la noche como un espacio de nuevas oportunidades económicas y de esparcimiento.

De forma metafórica, Melbin hablaba de la noche como un entorno habitado por “pioneros”, individuos que buscaban oportunidades de trabajo o grupos que salían en busca de un entretenimiento que estuviera por fuera de la oferta mainstream, y que podían encontrar bares o clubes que también representaban centros comunitarios. Para esto se necesita una planificación de la noche, que debe pensarse como un espacio clave para el ocio y la cultura, elementos que conviven de la economía nocturna.

Y si bien Siegrist considera que “las administraciones municipales y provinciales son ejes de programaciones potentes”, lo que ocurre al mismo tiempo es que “muchas veces asfixian los espacios autogestivos, por la notable desigualdad de recursos disponibles en un sector y en otro”.
 

Se necesita una planificación de la noche, que debe pensarse como un espacio clave para el ocio y la cultura, elementos que conviven de la economía nocturna. (Archivo)

La construcción de una intervención estatal más proactiva

En lo que respecta a la participación del Estado en la nocturnidad, la discusión durante los últimos años giró en torno a la modificación o derogación de la ordenanza Nº 7.218 de Espectáculos Públicos, que a grandes rasgos establece una distinción de rubros con un criterio que tiene en cuenta si en los locales y espacios que funcionan durante la noche hay o no actividad bailable. También fija horarios de funcionamiento, que pueden extenderse hasta las 5 de la madrugada, un factor ocupacional y sanciones en caso de incumplimiento.

Esa ordenanza, que data del 2001, ya no es apropiada para la regulación de un sector en el que han surgido nuevos espacios con diversas propuestas, como locales culturales que ocupan ambos criterios, ofreciendo un espacio con mesas y gastronomía y, a su vez, espectáculos en los que naturalmente la gente se pone a bailar. Con una nueva ordenanza también se buscaría regular aquellos lugares no contemplados en la vigente, como los clubes de barrio.

En el Concejo se han discutido diferentes proyectos sobre nocturnidad y espectáculos públicos, que entre otros puntos proponen modificar el actual sistema de rubros, el factor ocupacional y el nivel permitido de decibeles y vibración.

No obstante, esa discusión sigue pendiente y el pasado martes, se conoció el avance de un proyecto que es una síntesis de iniciativas presentadas por distintos bloques: eliminarán rubros para facilitar aperturas,  exigirán fuertes inversiones en insonorización, regularán horarios según superficie y modificarán requisitos para el consentimiento de linderos, entre otros cambios. Mientras tanto, se establecieron fueron sanciones para fiestas clandestinas, a través de una ordenanza que tiene por objeto desalentar y sancionar su organización.

También se habló de una planificación urbana diferente para descentralizar la oferta de nocturnidad. En este sentido, lo que se genera actualmente en la ciudad es una concentración en distritos como Pichincha, en donde la cantidad de establecimientos genera un nivel de actividad que hace imposible la convivencia con los vecinos que quieren una mayor tranquilidad.

Pichincha es un epicentro de la actividad nocturna en Rosario. (Alan Monzón/Rosario3)

Y aquí ya se suman a la discusión aspectos que van más allá de los incentivos para una ampliación de la industria de emprendimientos para la nocturnidad y la búsqueda de nuevos espacios, porque para darle una nueva vida a la ciudad durante la noche también es indispensable mejorar los servicios de transporte, detalles como el alumbrado público, y también garantizar la seguridad.

Para esto lo que se hizo en otras ciudades del mundo –y que formó parte del debate en el Concejo de Rosario– fue implementar la figura de un “alcalde nocturno”, personas que ofician como mediadores entre las autoridades, la economía nocturna y los ciudadanos. A través de este rol, el Estado puede adoptar una postura más proactiva con la que, además de controlar, fomente la creación o el fortalecimiento de espacios seguros y cuidados para la cultura y el ocio en la nocturnidad.

En este sentido, Siegrist explicó: “La problemática de la nocturnidad excede el ámbito de la cultura. Las propuestas de ciudades 24 horas o alcaldes de la noche son tendencias que se han implementado en algunas ciudades latinoamericanas en los últimos 20 años, y tienen sus pros y sus contras en lo ambiental, en lo económico y en lo cultural”.

“Para que la ciudad se pueda habitar 24 horas en sus espacios públicos se debe garantizar una batería de servicios públicos y cierto ordenamiento urbano. Tanto el transporte público de pasajeros con rango de frecuencia, parada y recorrido, como el alumbrado público son dos factores instrumentales que determinan el uso de la noche; pero sobre todo los factores asociados hoy a la violencia y a la desigualdad, que son claves en habitar la noche y el día. Y pensar que sus usuarios no la habitan sólo para esparcimiento, sino que son trabajadores y estudiantes, entre otros”, agregó.

Esta revitalización de los espacios públicos durante la noche impulsaría también la llegada de turistas a la ciudad, un reclamo que precisamente fue planteado desde la Cámara de Hostels de Rosario cuando el tema se debatió el año pasado.

Iniciativas como la noche de las peatonales le dan otra cara a la nocturnidad en Rosario. (Archivo Rosario3)

Consultada sobre esta situación, la concejala Julia Irigoitia, presidenta de la comisión de Gobierno en el Palacio Vasallo, contó: “En el marco de la discusión de la nueva ordenanza, se planteó un borrador donde las diferentes fuerzas políticas nos pusimos de acuerdo en los puntos sólidos que todos los proyectos tenían en común”.

Al respecto, precisó: “Vamos por una ordenanza que, principalmente, deja de lado los rubros y avanza sobre el otorgamiento de certificados basados en criterios objetivos que son fácilmente combinables y ajustables a las particularidades de los emprendimientos. No queremos una norma rígida, compleja y oscura, sino que partimos de la idea de que la norma se adapte a la realidad”.

La edila también hizo mención de que, anteriormente, “el debate se truncaba” por la distinción de si “se baila o no se baila” en cada establecimiento, “lo cual implica desconocer la dinámica que tiene la noche actualmente”.

Para garantizar “el derecho al descanso de los vecinos y vecinas”, indicó que la propuesta es “establecer mecanismos de mediación entre los titulares de establecimientos y responsables de eventos y la comunidad para resolver posibles conflictos y garantizar una convivencia armónica”.

"Entendemos que si el Estado no pone reglas claras que permitan una mayor inversión, basándose solo en una perspectiva prohibitiva, inevitablemente habrá clandestinidad. Y eso implica descontrol y caos, conflictos con vecinos, riesgos para las personas, y la pérdida de oportunidad de hacer de Rosario una ciudad más atractiva para ser vivida", concluyó Irigoitia.

“Los chicos no tienen dinero, no tienen transporte y salen con miedo”

En cuanto al sector de boliches, el problema de la poca oferta va más allá de la coyuntura local, de acuerdo a la mirada de Sergio Willy Spagnolo, integrante de la Cámara de Boliches y empresario del sector. En una entrevista que brindó a Radio 2 en septiembre del 2023, manifestó que la nocturnidad tiene “tres problemas fundamentales”.

Por un lado, en el plano nacional, apuntó a la crisis económica, que se ha profundizado durante los últimos meses. En lo que respecta a la gestión provincial, el problema que se debe tratar es la inseguridad; mientras que a nivel municipal la crisis del transporte también los perjudica. “Los chicos no tienen dinero, no tienen transporte y salen con miedo”, sostuvo meses atrás en relación a cómo la situación afecta a los más jóvenes, dando un diagnóstico que, a la luz de los hechos, no ha cambiado.

Las salidas que hacen al ocio nocturno y la cultura que se expresa también cuando cae la noche conforman un ecosistema sobre el que es necesario trabajar con un enfoque de gobernanza urbana que combine la regulación estatal, la participación ciudadana y una oferta diversa y atractiva.

Siegrist concluyó en que “hace falta una ordenanza de nocturnidad y –al mismo tiempo– una ordenanza que propicie la creación y el sostenimiento de espacios culturales autogestivos”. Y sumó: “Cada ordenanza debería estar formulada e instrumentada de manera articulada entre las distintas secretarias del Gobierno Municipal, para aunar criterios de respeto por las diversidades, promoción del trabajo no precario y seguro, entre otras cosas. Son dos cosas distintas, con lógicas de funcionamiento distintas. Y hace falta un Estado que acompañe a los trabajadores del arte y la cultura, así como a sus proyectos”.