El papa Francisco remarcó este domingo que "no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren" por el coronavirus, al tiempo que advirtió sobre el "riesgo" de que a la humanidad lo golpee "un virus todavía peor" que el Covid-19: "el del egoísmo indiferente".
En ese sentido, el pontífice llamó a "eliminar las desigualdades" porque "sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro".
"Mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás", dijo Francisco al conmemorar la fiesta de la Divina Misericordia durante la misa que celebró en la Iglesia romana de Santo Spirito in Sassia, en su primera salida del Vaticano en más de un mes.
En esa dirección, advirtió: "El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí".
"Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás", denunció el Papa.
"Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos", recordó Jorge Bergoglio en su homilía.
En ese marco, pidió el Papa "que lo que está pasando nos sacuda por dentro".
"Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad", convocó y llamó a aprender de la primera comunidad cristiana en la que "los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno".
"Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro", planteó luego, y pidió ser "misericordiosos con el que es más débil" ya que "sólo así reconstruiremos un mundo nuevo".
Francisco: "Sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro"
El Papa remarcó este domingo que "no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren" por el coronavirus. El Pontífice celebró en la Iglesia romana de Santo Spirito in Sassia, en su primera salida del Vaticano en más de un mes