Las novelas y gran parte de las producciones cinematográficas priorizan la juventud para hablar de sexualidad. En una sociedad donde las personas viven entre veinte y treinta años más que sus abuelos, la atracción y el deseo siguen estando asociados, al menos en el cerebro de los guionistas, casi exclusivamente a la juventud. Las parejas principales de los programas de ficción están protagonizadas por actores y actrices que rara vez superan los cincuenta años. Los +60 aparecen, mayoritariamente, en el rol de abuelos o vecinos que viven solos y si se los involucra en algún diálogo relativo a la sexualidad se los tilda de “pícaros”, como si la sexualidad no fuese –aunque también divertida– una cosa seria. Rosario3 dialogó con Carlos Soto Payva, médico y sexólogo para indagar sobre la sexualidad en la tercera edad, en épocas de covid. Ni más ni menos.
Sexo +60: doble tabú
Salvo en nuestros ancestros, en tribus muy primitivas o en la antigüedad muy remota, la sexualidad siempre ha estado llena de tabúes y de prejuicios que muchas veces hacen que en vez de lograrse un encuentro real, gratificante y satisfactorio para los integrantes, se transforme en un verdadero desencuentro. Y en el caso de la tercera edad, la sexualidad es un tema que se habla con algún tipo de resquemor. ¿Por qué?
“Hay tres aspectos a considerar –describe Soto Payva–: el biológico, el relacional y la historia personal de cada uno. Y los tres influyen en la sexualidad de las personas mayores”.
En la mujer, a partir de la menopausia, en relación con el cambio del nivel de estrógenos, también se producen cambios en la lubricación vaginal. Esto implica que habrá un tiempo mayor no solo para la excitación, sino también para la lubricación que necesitan las mujeres, si lo que buscan es un coito con penetración.
En el caso del hombre, la entrada en la andropausia trae aparejado un nivel más bajo de testosterona y de deseo sexual, además de la modificación de algunos atributos físicos como pérdida de musculatura, de una determinada postura corporal, en ciertos momentos de intimidad.
“Todos estos cambios generan miedos y temores. Hay algo que se denomina «ansiedad de penetración». Esto persigue mucho al varón si está teniendo un encuentro en el que se espera que él esté a la altura de una circunstancia que no sabe si va a poder cumplir y lo pone en una situación incómoda”.
Pero también juega el aspecto relacional: no es lo mismo alguien que tiene una pareja estable, conviviente con la que quizás, ha formado una familia y tiene buena relación, que alguien que anda (como se dice en la jerga) «picoteando», teniendo relaciones ocasionales, o alguien que ha tenido una pareja y se ha quedado viudo o viuda. Cada una y cada uno lo vive y siente de una manera distinta.
Y luego está la historia personal de cada uno. No es lo mismo una persona que ha tomado siempre la sexualidad como algo gratificante, digno y placentero, que alguien que lo ha tomado con cierto reparo y con algún dejo de lo que la tradición judeocristiana ha aportado a nuestra cultura: considerarlo un pecado o algo que solamente tiene que hacerse con fines reproductivos.
“Estas tres instancias generan una multiplicidad de ocasiones en las que el encuentro en la intimidad puede ser en verdad, un hecho conflictivo”, afirma el sexólogo.
Expectativa de vida, sexualidad y deseo
Vivir más no siempre significa que la sexualidad continúe experimentándose del mismo modo. Pero el hecho de poder descubrir qué se siente y desea, requiere de tiempo propio y de la voluntad de ocuparse del tema, tanto como nos ocupamos del resto de la salud física y mental.
En este aspecto no solo incide lo que a cada persona le pasa, sino también lo que el grupo familiar y la sociedad esperan de él, que no siempre van de la mano.
Y la situación se complica todavía más si las personas mayores están alojadas en algún centro geriátrico, donde es casi inexistente la posibilidad siquiera de materializar una relación de intimidad. No solo por las condiciones edilicias, sino principalmente, por la falta de capacitación del personal de salud que, en general, no contempla este tema y si lo hace, lo enfoca desde la "picardía" que mueve a risa y no desde el respeto por el deseo genuino de los pacientes.
“Antes, el abuelo o la abuela –que tenía una menor expectativa de vida– era alguien al que se sentaba en una sillita a ver pasar gente por la vereda o que se quedaba en la habitación o en el patio del fondo. Hoy, las cosas ya no son así. Hay gente que se viste, sale con sus amigos, va al gimnasio, mantiene una postura física envidiable y se preocupa por cuidar su salud. Pero además, cuenta con el aporte de la ciencia que pone a su disposición medicamentos y drogas que han hecho mucho para solucionar los problemas de la sexualidad de la gente mayor”, explica.
Esos medicamentos se recetan previo análisis e historial de vida. La mayor parte de ellos no tiene contraindicación, excepto el hecho de estar tomando nitritos (medicamentos que se usan cuando hay afecciones en las coronarias). “Incluso pueden tomarlos personas que tiene presión alta, porque la mayoría de esos fármacos son hipotensores”, aclara el médico y destaca que actualmente, hay una mayor apertura de las personas para ir a consultar a un especialista en sexología, tal como se hace con cualquier especialidad médica, lo cual denota que cada vez hay más gente que se toma la sexualidad en serio.
Hay que escuchar al otro (él o ella), ver sus actitudes, comprender ciertas sugerencias y no sentirnos ofendidos o menoscabados por eso, porque en este tema nunca dejamos de aprender.
Aprender de (y con) la otra persona
El hecho de conocernos a nosotros mismos hace que podamos darle alguna indicación a quien está con nosotros y nadie tiene que ofenderse si él o ella nos indica qué le gusta, cómo le gusta y de qué manera quiere que lo hagamos. No somos adivinos y la sensibilidad de cada uno es algo tan particular y subjetivo que a veces es necesario este aporte que el otro o la otra nos está haciendo.
"Un antiguo profesor que yo tenía –cuenta Soto Payva– decía «no ir únicamente y en forma directa a la capital; también hay que recorrer las provincias» y se refería específicamente a las zonas erógenas primarias y secundarias, a las que no es necesario ir de entrada, por suponer que es lo que se está necesitando. Hay que escuchar al otro (él o ella), ver sus actitudes, comprender ciertas sugerencias y no sentirnos ofendidos o menoscabados por eso, porque en este tema nunca dejamos de aprender”.
Sexualidad y covid en los +60
Durante las relaciones sexuales no solo se modifica la cantidad de sustancias que en ese momento se segregan, y que son para el bienestar, sino que también se modifica nuestro sistema inmunitario.
“Esta pandemia como la que estamos atravesando desde hace dos años, lesionó el sistema inmunitario y la autoestima de muchísima gente, e hizo recrudecer muchos temores. Hay personas que se contagiaron y no pueden identificar cómo, lo cual habla de que no se han tenido los cuidados debidos. Hay que tener en cuenta que las vacunas protegen y son fundamentales –remarca–pero también es necesario seguir manteniendo los cuidados que indica el protocolo internacional.
A otras personas, la presencia de la pandemia y el riesgo que significa para la población de la tercera edad –a quienes se las describía en 2020, como mucho más vulnerables que otras franjas etarias de la población frente al virus– las llevó a retraerse más y a dejar en pausa, al menos por un tiempo, un replanteo de sus vidas que incluía una nueva o más activa sexualidad.
El temor al contagio y a posibles consecuencias fatales, alejó a muchas personas de la tercera edad, del encuentro sexual, sobre todo cuando no contaban con una pareja estable. Una paradoja, en el fondo, si se piensa que una buena sexualidad también contribuye a mejorar el sistema inmunitario.
“Nuestra autoestima, nuestras ganas de seguir viviendo y de sentirnos personas deseadas y queridas está íntimamente relacionada con el buen uso de la sexualidad que, para ser gratificante, no tiene que ser exclusivamente coital. Eso depende de cada persona. Hay que estar muy atentos a eso y, por supuesto, también hay que conversarlo”, concluye el profesional.