A un año y medio del inicio de la pandemia de coronavirus, una publicación del periodista especializado en temas científicos Nicholas Wade, redactor de las revistas Nature y Science y corresponsal científico en el New York Times, afirma que más que un salto natural de un animal al hombre el origen de la crisis sanitaria fue un escape de un laboratorio en Wuhan.
El artículo en el Bulletin of Atomic Scientists, una prestigiosa revista que trata temas relacionados con la seguridad mundial y las políticas públicas, citado por Infobae, se centra en responder dos preguntas claves. ¿Se trata de un coronavirus zoonótico que saltó naturalmente de un animal al hombre a través de un huésped intermedio? ¿O se escapó de un laboratorio, más precisamente del Instituto de Virología de Wuhan, la ciudad china donde se detectaron los primeros casos en diciembre de 2019?
El texto de Wade se inclina por la teoría de la fuga de laboratorio del SARS-CoV-2. Afirma que no sólo es muy plausible sino, de hecho, es la más probable. “Me parece que los defensores de la fuga de laboratorio pueden explicar todos los datos disponibles sobre el SARS 2 mucho más fácilmente que aquellos que favorecen la emergencia natural”, escribe.
La investigación de Wade también da cuenta de la increíble serie de falta de controles, conflictos de interés y complicidad, tanto del régimen chino como del mundo científico, que siguen haciendo imposible determinar cómo surgió y comenzó a propagarse el virus entre humanos, algo vital para prevenir futuros brotes.
“Serie de inverosimilitudes”
El principal argumento a favor de la teoría de un virus creado en laboratorio es, según Wade, claro: el patógeno fue desde el primer momento particularmente adecuado para infectar a los humanos mientras, por el contrario, hay poca o nula evidencia que muestre una evolución natural de un virus de los murciélagos a un virus que ataca a las personas.
En su artículo, Wade comparó el nuevo patógeno al virus SARS1, que que surgió en 2003 en los países del sudeste asiático, y MERS, que causa el síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio. En el caso de estos dos virus su origen animal fue identificado con relativa facilidad por los científicos, algo que no ocurrió en el caso del nuevo coronavirus.
“Nadie ha encontrado la población de murciélagos que fue la fuente del SARS2, si es que alguna vez infectó a los murciélagos. No se ha presentado ningún huésped intermedio, a pesar de una búsqueda intensiva por parte de las autoridades chinas que incluyó la prueba de 80.000 animales”, escribió el experimentado periodista, que trabajó para The New York Times y revistas como Science y Nature.
“No hay evidencia de que el virus realice múltiples saltos independientes desde su huésped intermedio a las personas, como lo hicieron los virus SARS1 y MERS. No hay evidencia de los registros de vigilancia hospitalaria de que la epidemia estuviera cobrando fuerza en la población a medida que evolucionaba el virus. No hay explicación de por qué debería estallar una epidemia natural en Wuhan y en ningún otro lugar”.
Tampoco, continúa Wade, hay una buena explicación de cómo el virus adquirió su sitio de escisión de furina, una pequeña región de la proteína de espícula compuesta entidades conocidas como codones de arginina, que son comunes en humanos pero no en coronavirus como el SARS2.
Por estas razones, según Wade, “la teoría de la emergencia natural lucha contra una serie erizada de inverosimilitudes”.
Por el contrario, dice el informe citado por Infobae, “está documentado que los investigadores del Instituto de Virología de Wuhan estaban realizando experimentos (llamados “de ganancia de función” ndr) diseñados para hacer que los coronavirus infecten células humanas y ratones humanizados”.
Y agrega: “Este es exactamente el tipo de experimento del que podría haber surgido un virus similar al SARS2. Los investigadores no estaban vacunados contra los virus en estudio y estaban trabajando en las condiciones mínimas de seguridad de un laboratorio. De modo que la fuga de un virus no sería nada sorprendente".
"En toda China –sigue el texto–, la pandemia estalló en la puerta del instituto de Wuhan. El virus ya estaba bien adaptado a los humanos, como se esperaba de un virus cultivado en ratones humanizados. Poseía una mejora inusual, un sitio de escisión de furina, que no está poseído por ningún otro beta-coronavirus relacionado con el SARS conocido, y este sitio incluía un codón doble de arginina también desconocido entre los beta-coronavirus. ¿Qué más evidencia podría desear, además de los registros de laboratorio actualmente inalcanzables que documentan la creación del SARS2?”.
¿Por qué los científicos impulsaron la teoría del origen natural?
Wade afirma que hubo dos grupos que tuvieron una “enorme influencia” en la formación de esta postura y llevó a descartar casi de inmediato la teoría de la fuga del laboratorio.
El primer grupo estuvo liderado por Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, una organización no gubernamental estadounidense que investiga las enfermedades infecciosas emergentes y recibe financiación de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU (NIH) y del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID) dirigido por el epidemiólogo de la Casa Blanca Anthony Fauci.
Daszak estuvo detrás de una carta publicada en la prestigiosa revista The Lancet en la que un grupo de 27 expertos condenaban “enérgicamente las teorías de conspiración que sugieren que COVID-19 no tiene un origen natural” y defendían a los científicos chinos. Wade observa que esa carta fue publicada el 19 de febrero de 2020, “cuando era demasiado pronto para que alguien pudiera estar seguro de lo que había sucedido”.
El segundo es un grupo de virólogos dirigido por Kristian Andersen, del Centro de Investigación Scripps, un centro de investigación orientado a la investigación en ciencias biomédicas básicas.
Este grupo, integrado por cinco científicos, también aseguró en un artículo de opinión publicado en The Journal of Nature Medicine el 17 de marzo de 2020, que su análisis mostraba “claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio o un virus manipulado a propósito”.
Esas cartas, que según Wade fueron declaraciones políticas y no científicas, fueron “asombrosamente efectivas” para desestimar la teoría de las fugas de laboratorio.
Tras analizar los errores y las omisiones de esas declaraciones, Wade explica que nadie en la comunidad científica las verificó debido a la que llama “omertà” —la ley del silencio —que existe entre los virólogos, vinculada al temor de perder financiación para sus investigaciones.
“Las carreras pueden ser destruidas por salirse de la línea. Cualquier virólogo que desafíe la opinión declarada de la comunidad corre el riesgo de que su próxima solicitud de subvención sea rechazada por el panel de compañeros virólogos que asesora al gobierno sobre la agencia de distribución de subvenciones”, indica.